Gaetano
08/01/2010, 10:54
Luego de 11 años con un mismo gobierno hay algo que la mayoría de los venezolanos, estemos o no de acuerdo, constatamos por igual: la vida se nos ha ido haciendo más pequeña, menos diversa, más ingrata.
Sí, la vida ha cambiado. Nos referimos principalmente a cambios, muchas veces sutiles, a los que nos vamos adaptando; nos acomodamos pues, pero la sumatoria de estos múltiples pequeños cambios es, sin duda, lo que fermenta el desencanto que nos atosiga.
Cualquiera de nosotros puede hacer su lista. La ciudad se nos ha ido reduciendo a los centros comerciales, cualquier otro lugar es zona roja.
Como si transitáramos por un inmenso embudo, los ciudadanos recorremos cada vez menos espacios, pasamos menos horas fuera de nuestras casas, vivimos atrincherados y los celulares vienen a ser los telescopios con los que nos asomamos al exterior. Cada uno de nosotros decreta su propio toque de queda en función de la zona donde habita.
Las horas que vivimos en el tráfico se multiplican sin clemencia y sin que tengamos alguna señal de que hay posibilidades de cambio. Las soluciones parciales, como el día de parada, el gobierno central las descarta.
La violencia con la que se conduce hoy en la ciudad es sólo un signo de nuestra impotencia frente al volante. La desconfianza que genera cualquier motorizado al lado de nuestro vehiculo, dispara nuestra adrenalina a niveles máximos, no hay motorizado amigo.
A la hora de comprar alimentos se elige muy poco. Ahora se compra lo que hay, lo que llegó es lo que se consume, no hay fidelidad a la marca sino a la oportunidad. Ir de compras se ha convertido en un largo periplo de pequeños hallazgos en el cual se invierte tiempo y paciencia.
La televisión ha cambiado, ahora tiene nuevos canales oficiales, pero todos se parecen, no entretienen, pero en todos se adoctrina. Mientras, RCTV no está más en señal abierta y su programación se ha resentido. Definitivamente hay menos competencia, por lo tanto menos calidad.
El Teatro Teresa Carreño ha perdido su vigor cultural, lo medular son las concentraciones uniformadas para aplaudir y aclamar. El Ateneo de Caracas dejó de ser un espacio plural, confrontacional, de protesta, ahora es un insumo más para impulsar la propaganda oficial, ya no se permite la crítica, sólo la autocrítica.
Hacer pública su opinión al firmar algún comunicado o petición se ha vuelto prohibitivo para millones de empleados públicos o contratistas que tienen miedo de perder su trabajo.
Los viajeros tienen que hacer malabarismos para recibir dólares, si acaso la tarjeta de crédito funciona. El chorro de agua adelgaza, el corte de electricidad se hace habitual.
Esta progresiva pérdida de espacios se ha vigorizado justamente cuando el país ha recibido los mayores ingresos petroleros de su historia y el gobierno tiene como lema "patria, socialismo o muerte". ¿Estamos condenados a seguir perdiendo?
Sí, la vida ha cambiado. Nos referimos principalmente a cambios, muchas veces sutiles, a los que nos vamos adaptando; nos acomodamos pues, pero la sumatoria de estos múltiples pequeños cambios es, sin duda, lo que fermenta el desencanto que nos atosiga.
Cualquiera de nosotros puede hacer su lista. La ciudad se nos ha ido reduciendo a los centros comerciales, cualquier otro lugar es zona roja.
Como si transitáramos por un inmenso embudo, los ciudadanos recorremos cada vez menos espacios, pasamos menos horas fuera de nuestras casas, vivimos atrincherados y los celulares vienen a ser los telescopios con los que nos asomamos al exterior. Cada uno de nosotros decreta su propio toque de queda en función de la zona donde habita.
Las horas que vivimos en el tráfico se multiplican sin clemencia y sin que tengamos alguna señal de que hay posibilidades de cambio. Las soluciones parciales, como el día de parada, el gobierno central las descarta.
La violencia con la que se conduce hoy en la ciudad es sólo un signo de nuestra impotencia frente al volante. La desconfianza que genera cualquier motorizado al lado de nuestro vehiculo, dispara nuestra adrenalina a niveles máximos, no hay motorizado amigo.
A la hora de comprar alimentos se elige muy poco. Ahora se compra lo que hay, lo que llegó es lo que se consume, no hay fidelidad a la marca sino a la oportunidad. Ir de compras se ha convertido en un largo periplo de pequeños hallazgos en el cual se invierte tiempo y paciencia.
La televisión ha cambiado, ahora tiene nuevos canales oficiales, pero todos se parecen, no entretienen, pero en todos se adoctrina. Mientras, RCTV no está más en señal abierta y su programación se ha resentido. Definitivamente hay menos competencia, por lo tanto menos calidad.
El Teatro Teresa Carreño ha perdido su vigor cultural, lo medular son las concentraciones uniformadas para aplaudir y aclamar. El Ateneo de Caracas dejó de ser un espacio plural, confrontacional, de protesta, ahora es un insumo más para impulsar la propaganda oficial, ya no se permite la crítica, sólo la autocrítica.
Hacer pública su opinión al firmar algún comunicado o petición se ha vuelto prohibitivo para millones de empleados públicos o contratistas que tienen miedo de perder su trabajo.
Los viajeros tienen que hacer malabarismos para recibir dólares, si acaso la tarjeta de crédito funciona. El chorro de agua adelgaza, el corte de electricidad se hace habitual.
Esta progresiva pérdida de espacios se ha vigorizado justamente cuando el país ha recibido los mayores ingresos petroleros de su historia y el gobierno tiene como lema "patria, socialismo o muerte". ¿Estamos condenados a seguir perdiendo?