jorgesalaz
20/10/2009, 13:58
Por Guillermo Fárber
Esta caricatura fue la ganadora en un congreso sobre educación y vida sostenible celebrado en Sao Paulo, Brasil. La caricatura es doble y tiene un solo parlamento, dicho en ambos casos por un matrimonio joven muy molesto: “¿¡Qué calificaciones son estas!?” La única (y grande) diferencia es que en 1960 eso se lo reclaman a su hijo, un niño compungido como de 8 años mientras detrás de ellos la maestra observa serenamente la regañada; y en 2009 el matrimonio se lo reclama a la maestra aterrada mientras detrás de ellos el niño observa ufano la regañada. Este es el resultado del auge de aquellas modas borreguiles según las cuales los niños son de cristal y no hay que sobresaltarles jamás su ánimo de ningún modo ni con el pétalo de una rosa porque “se trauman”. O sea, ¿disciplina? ¡Horror de horrores! Lo que estás obligado a darles a los enanos es puro cachondeo infinito. Y en efecto, hay que tratarlos con respeto (cosa que no siempre se cuidó en el pasado), pero esta impunidad absoluta de moda es una ridiculez que no le hace bien a nadie: ni a los maestros, ni a los padres (abrumados por un absurdo sentimiento de culpa), ni a la sociedad en general, ni a los niños mismos. ¡Necesitamos comenzar ya! Un hijo aprende del respeto y la honra dentro de su casa, donde recibe el ejemplo de su familia. Así aprende a vivir en su país, a convivir en sociedad y se vuelve un adulto comprometido en todos los aspectos, inclusive con respetar el planeta donde vive.” Esta frase me parece impepinable: Todo mundo piensa en dejar un planeta mejor para nuestros hijos, cuando lo que debería pensar es en dejar mejores hijos para el planeta.
http://www.pitodoble.com/imagenes/2009/09/40-años-de-educacion-350x237.jpg
Esta caricatura fue la ganadora en un congreso sobre educación y vida sostenible celebrado en Sao Paulo, Brasil. La caricatura es doble y tiene un solo parlamento, dicho en ambos casos por un matrimonio joven muy molesto: “¿¡Qué calificaciones son estas!?” La única (y grande) diferencia es que en 1960 eso se lo reclaman a su hijo, un niño compungido como de 8 años mientras detrás de ellos la maestra observa serenamente la regañada; y en 2009 el matrimonio se lo reclama a la maestra aterrada mientras detrás de ellos el niño observa ufano la regañada. Este es el resultado del auge de aquellas modas borreguiles según las cuales los niños son de cristal y no hay que sobresaltarles jamás su ánimo de ningún modo ni con el pétalo de una rosa porque “se trauman”. O sea, ¿disciplina? ¡Horror de horrores! Lo que estás obligado a darles a los enanos es puro cachondeo infinito. Y en efecto, hay que tratarlos con respeto (cosa que no siempre se cuidó en el pasado), pero esta impunidad absoluta de moda es una ridiculez que no le hace bien a nadie: ni a los maestros, ni a los padres (abrumados por un absurdo sentimiento de culpa), ni a la sociedad en general, ni a los niños mismos. ¡Necesitamos comenzar ya! Un hijo aprende del respeto y la honra dentro de su casa, donde recibe el ejemplo de su familia. Así aprende a vivir en su país, a convivir en sociedad y se vuelve un adulto comprometido en todos los aspectos, inclusive con respetar el planeta donde vive.” Esta frase me parece impepinable: Todo mundo piensa en dejar un planeta mejor para nuestros hijos, cuando lo que debería pensar es en dejar mejores hijos para el planeta.
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