Pompilio Zigrino
29/08/2009, 11:06
Por Mariano Grondona
“Smith empieza por considerar, primeramente, el sentimiento de la «simpatía» ¿Porqué habla de «sentimientos»? Esto coincide con la «escuela escocesa del sentido común», que afirma que el hombre tiene un sentido moral («moral sense») intuitivo, no «racional». Para Smith, el primero de esos sentimientos es la «simpatía». «La simpatía es aquella facultad por la cual podemos entrar en los sentimientos de otro». Por ejemplo, si yo veo alguien a quien le comenten una injusticia, él siente un sentimiento de indignación y yo lo comparto, salvo que él exagere ese sentimiento, pues entonces ya no podría «entrar» ahí.
Si yo experimento una sensación aguda de dolor, nada me es más grato que tú simpatices conmigo. El espectador que no padece el drama puede imaginariamente simpatizar con el verdadero actor del drama y éste recibe un consuelo, un apoyo de «simpatía». Es decir que el primer sentimiento que Smith advierte es un sentimiento de solidaridad en el hombre, que sale de sí mismo para compartir la situación de otro. ¿Cómo compatibilizar esta premisa con su presunta adhesión al egoísmo del «homo economicus»?”
“Si yo tengo un sentimiento agudo que me aqueja, que me perturba, cuando lo expreso ante el grupo social con el cual convivo, tengo que bajar el tono de ese sentimiento porque si no lo hago los demás no pueden entrar en él. Si yo expreso «todo» el sentimiento que tengo, te impido entrar. He de expresarlo hasta donde te sea posible acompañarme. A la vez, a ti el sentimiento de simpatía te hará salir de tu indiferencia para «subir» a la altura hasta la cual yo «bajé». Esto se llama «concordia». La con-cordia (es decir, «corazones con…. otros») es un doble movimiento –de subir y bajar- hasta que se produce la armonía. Por eso dice Smith que generalmente «los hombres de mundo» son «apropiados», ya que están acostumbrados a compatibilizar sus estados de ánimo, a lograr el común denominador de la armonía. Por ello, «..es raro que la compañía de los hombres no nos ayude a aliviar nuestros dolores».
Esta es la conclusión de Smith: «Por lo tanto, sentir mucho por los otros y poco por nosotros mismos, contener las afecciones egoístas e impulsar las benévolas, constituye la perfección de la naturaleza humana y es lo único que puede producir esa armonía de sentimientos y pasiones que constituye la gracia de la relación social. Y así como debes querer más a tu prójimo, debes quererte menos a ti mismo; hasta donde el prójimo de pueda querer». Es una manera de lograr la igualación: en el fondo, te tienes que llegar a ver a ti mismo como te ve el «espectador imparcial»”.
“Smith observa que el hombre simpatiza más con aquél al que le va bien. El hombre naturalmente se siente más atraído por el éxito que por el fracaso. Y aquí actúa otra ley fundamental. ¿Porqué los hombres buscan la riqueza? No por ella misma. El hombre, en realidad, necesita muy poco para vivir: abrigo, techo, pan. Pero los hombres buscan más que eso porque el éxito genera simpatía y admiración. La pobreza genera un sentimiento de repulsa y retracción. «La humanidad está más dispuesta a simpatizar con nuestra alegría que con nuestra tristeza. Por ello, hacemos parada de nuestra riqueza y ocultamos nuestra pobreza. Si no, ¿por qué nos tomaríamos tanto trabajo para parecer o ser ricos? ¿Es acaso para abastecer las necesidades de nuestra naturaleza? El salario del más modesto trabajador puede hacerlo. ¿Acaso creen los ricos que sus estómagos son mejores o que duermen mejor? No, es la vanidad y no el afecto concreto del placer lo que les interesa. En cambio, el hombre pobre se avergüenza de su pobreza. La oscuridad lo cubre pese a que está a la luz del día y nada le duele más que sentir que nadie toma noticia de él. Saber que a nada y a nadie le importa lo que uno hace, frustra los más ardientes deseos de la naturaleza humana».
Aparece, así, un Smith mucho más condescendiente con el pobre que con el rico. Smith no admira a los ricos, pero ellos son un hecho, están ahí, y él saca las consecuencias económicas de su presencia. En el fondo, toda la obra de Smith revela una cierta conmiseración moral, marca una condena de la vanidad que trabaja detrás de cada rico”.
(De "Los pensadores de la Libertad" - Editorial Sudamericana SA)
“Smith empieza por considerar, primeramente, el sentimiento de la «simpatía» ¿Porqué habla de «sentimientos»? Esto coincide con la «escuela escocesa del sentido común», que afirma que el hombre tiene un sentido moral («moral sense») intuitivo, no «racional». Para Smith, el primero de esos sentimientos es la «simpatía». «La simpatía es aquella facultad por la cual podemos entrar en los sentimientos de otro». Por ejemplo, si yo veo alguien a quien le comenten una injusticia, él siente un sentimiento de indignación y yo lo comparto, salvo que él exagere ese sentimiento, pues entonces ya no podría «entrar» ahí.
Si yo experimento una sensación aguda de dolor, nada me es más grato que tú simpatices conmigo. El espectador que no padece el drama puede imaginariamente simpatizar con el verdadero actor del drama y éste recibe un consuelo, un apoyo de «simpatía». Es decir que el primer sentimiento que Smith advierte es un sentimiento de solidaridad en el hombre, que sale de sí mismo para compartir la situación de otro. ¿Cómo compatibilizar esta premisa con su presunta adhesión al egoísmo del «homo economicus»?”
“Si yo tengo un sentimiento agudo que me aqueja, que me perturba, cuando lo expreso ante el grupo social con el cual convivo, tengo que bajar el tono de ese sentimiento porque si no lo hago los demás no pueden entrar en él. Si yo expreso «todo» el sentimiento que tengo, te impido entrar. He de expresarlo hasta donde te sea posible acompañarme. A la vez, a ti el sentimiento de simpatía te hará salir de tu indiferencia para «subir» a la altura hasta la cual yo «bajé». Esto se llama «concordia». La con-cordia (es decir, «corazones con…. otros») es un doble movimiento –de subir y bajar- hasta que se produce la armonía. Por eso dice Smith que generalmente «los hombres de mundo» son «apropiados», ya que están acostumbrados a compatibilizar sus estados de ánimo, a lograr el común denominador de la armonía. Por ello, «..es raro que la compañía de los hombres no nos ayude a aliviar nuestros dolores».
Esta es la conclusión de Smith: «Por lo tanto, sentir mucho por los otros y poco por nosotros mismos, contener las afecciones egoístas e impulsar las benévolas, constituye la perfección de la naturaleza humana y es lo único que puede producir esa armonía de sentimientos y pasiones que constituye la gracia de la relación social. Y así como debes querer más a tu prójimo, debes quererte menos a ti mismo; hasta donde el prójimo de pueda querer». Es una manera de lograr la igualación: en el fondo, te tienes que llegar a ver a ti mismo como te ve el «espectador imparcial»”.
“Smith observa que el hombre simpatiza más con aquél al que le va bien. El hombre naturalmente se siente más atraído por el éxito que por el fracaso. Y aquí actúa otra ley fundamental. ¿Porqué los hombres buscan la riqueza? No por ella misma. El hombre, en realidad, necesita muy poco para vivir: abrigo, techo, pan. Pero los hombres buscan más que eso porque el éxito genera simpatía y admiración. La pobreza genera un sentimiento de repulsa y retracción. «La humanidad está más dispuesta a simpatizar con nuestra alegría que con nuestra tristeza. Por ello, hacemos parada de nuestra riqueza y ocultamos nuestra pobreza. Si no, ¿por qué nos tomaríamos tanto trabajo para parecer o ser ricos? ¿Es acaso para abastecer las necesidades de nuestra naturaleza? El salario del más modesto trabajador puede hacerlo. ¿Acaso creen los ricos que sus estómagos son mejores o que duermen mejor? No, es la vanidad y no el afecto concreto del placer lo que les interesa. En cambio, el hombre pobre se avergüenza de su pobreza. La oscuridad lo cubre pese a que está a la luz del día y nada le duele más que sentir que nadie toma noticia de él. Saber que a nada y a nadie le importa lo que uno hace, frustra los más ardientes deseos de la naturaleza humana».
Aparece, así, un Smith mucho más condescendiente con el pobre que con el rico. Smith no admira a los ricos, pero ellos son un hecho, están ahí, y él saca las consecuencias económicas de su presencia. En el fondo, toda la obra de Smith revela una cierta conmiseración moral, marca una condena de la vanidad que trabaja detrás de cada rico”.
(De "Los pensadores de la Libertad" - Editorial Sudamericana SA)