PHILIPPEMOR
17/08/2009, 20:36
Críticas sobre las repercusiones en el orden social
Se han argumentado varios motivos por los que una sociedad que adoptase tecnologías de perfeccionamiento humano podría acercarse a la distopía descrita en la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932). Ciertos autores, como Leon Kass, han mostrado su miedo a que las prácticas y las instituciones que consideramos fundamentales en una sociedad civilizada serían perjudicadas o destruidas.74 En su libro de 2002 Our Posthuman Future, y en un artículo publicado en el 2004 en la revista Foreign Policy, el economista político y filósofo Francis Fukuyama se refiere al transhumanismo como una de las ideas más peligrosas del mundo puesto que, según él, podría minar los fundamentos igualitaristas de la democracia liberal a través de lo que llama la pérdida de un Factor X consustancial a la "naturaleza humana".2 Por su parte, el filósofo social Jürgen Habermas usa un argumento similar en su libro de 2003 The Future of Human Nature, en el cual afirma que la autonomía moral depende de la no-dependencia de las decisiones unilaterales externas. Habermas afirma por tanto que la ética de la especie humana se socavaría mediante las modificaciones genéticas en el embrión.75 Los críticos como Kass, Fukuyama, y varios autores cristianos mantienen la postura de que intentar modificar la biología humana no solo es intrínsecamente inmoral sino que supone una grave amenaza al orden social. En consecuencia afirman que la aplicación de dichas tecnologías llevaría a la naturalización de las jerarquías sociales o a facilitar nuevos métodos de control social en manos de regímenes totalitarios. El pionero de la inteligencia artificial Joseph Weizenbaum critica lo que considera tendencias misantrópicas en las ideas y en el lenguaje de algunos de sus colegas, en concreto en Marvin Minsky y Hans Moravec, que, al devaluar la importancia del organismo humano per se, apoyan un disurso que podría abrir el camino a políticas sociales segregantes o antidemocráticas.76
En un artículo publicado en el 2004 por la revista Reason, el libertario Ronald Bailey contestó los supuestos de Fukuyama argumentando que la igualdad política nunca ha estado basada en la biología humana. Afirma que el liberalismo no se asienta sobre la idea de la igualdad efectiva entre los seres humanos sino sobre la igualdad de derechos políticos ante la ley, constituyendo una igualdad de jure. Bailey indica que los efectos de la ingeniería genética bien podrían atenuar las desigualdades en lugar de exacerbarlas, poniendo a disposición de la mayoría lo que solía ser el privilegio de unos pocos. Desde este punto de vista, el liberalismo político constituye ya el marco para la solución de los derechos humanos o posthumanos, puesto que en tales sociedades la ley no distingue entre potenciales adquisitivos, educativos o genéticos.3
Críticas al peligro de deshumanización
Tanto el activista biopolítico Jeremy Rifkin como el biólogo Stuart Newman aceptan que la biotecnología tiene el poder de llevar a cambio profundas modificaciones en la identidad de los organismos. Sin embargo se oponen a la modificación genética de los humanos ante el temor de que se difumine la frontera entre el hombre y su creación.77 61 El filósofo Keekok Leeve considera tales cambios como producto de una acelerada modernización en la que la tecnología se ha usado para transformar lo natural en artefactual.78 Llevado al extremo, esto podía llevar a la creación y esclavización de monstruos tales como clones humanos, quimeras y biorrobots. La posibilidad de llegar a tales escenarios ha provocado peticiones de una prohibición o moratoria indefinida internacional sobre la ingeniería genética en humanos.79
En la revista Reason, Ronald Bailey ha acusado a estas críticos de la investigación en animales de caer en el alarmismo cuando figuran que tales experimentos llevarán a la creación de criaturas subhumanas con una inteligencia o cerebro parecidos a los del ser humano. Bailey insiste en que el único objetivo de dichas investigaciones es lograr avances médicos.80
Una respuesta diferente procede de los teóricos de la personalidad, transhumanistas que objetan contra lo que consideran una antropomorfobia al estilo de lo que el escritor Isaac Asimov llamó el complejo de Frankenstein. Según su visión, cualquier clon humano, animal modificado o inteligencia artificial que demostrase ser autoconsciente, sería considerado una persona merecedora de respeto, dignidad y derechos de ciudadanía. Consecuentemente argumentan que el problema no estaría en la creación de supuestos monstruos, sino en el factor-repugnancia y en el especismo que juzgaría y trataría a tales seres como monstruosos.17 46
Amenaza de un regreso a la eugenesia coercitiva
Algunos críticos al transhumanismo alegan que hay un sesgo en favor de los no discapacitados en conceptos como «limitaciones» y «mejora». Algunos incluso consideran las ideologías y los programas pasados de eugenesia coercitiva, darwinismo social y la búsqueda de una raza superior, como advertencias de lo que la aplicación de las tecnologías eugenésicas podría fomentar no intencionadamente. Algunos temen futuras guerras eugenésicas: el retorno a la discriminación genética promocionada por el estado, y violaciones de los derechos humanos tales como la esterilización obligatoria o incluso el asesinato de personas con defectos genéticos y, particularmente, la segregación racial y el genocidio de las «razas» percibidas como inferiores. El profesor de derecho sanitario George Annas y el profesor de derecho tecnológico Lori Andrews son dos críticos relevantes que sostienen que el empleo de estas tecnologías podría llevar a una guerra de castas entre humanos y posthumanos.79 81
Durante la mayor parte de su historia, la eugenesia se ha manifestado como un movimiento para esterilizar contra su voluntad a los «incapacitados genéticamente» y fomentar la cría selectiva de los genéticamente aptos. Las principales organizaciones transhumanistas condenan fuertemente la coerción que involucran tales políticas así como rechazan las suposiciones racistas y clasistas en las que se basan, junto a las nociones pseudocientíficas de que se puedan lograr mejoras eugenésicas en un plazo razonable mediante la cría selectiva de humanos. La mayoría de los pensadores transhumanistas abogan en cambio por una «nueva eugenesia», una forma de eugenesia liberal igualitaria. En su libro de 2000 From Chance to Choice: Genetics and Justice, los expertos en bioética Allen Buchanan, Dan Brock, Norman Daniels y Daniel Wikler argumentan que las sociedades liberales tienen la obligación de fomentar la adopción de las tecnologías de mejora eugenésicas tanto como sea posible (en cuanto tales políticas no infrinjan los derechos reproductivos de los individuos o ejerzan presiones a los padres para que empleen estas tecnologías) para maximizar la salud pública y minimizar las desigualdades que pueden resultar de las dotes genéticas naturales y el acceso desigual a los mecanismos de perfeccionamiento genético. Los transhumanistas que sostienen estas opiniones se distancian sin embargo del término «eugenesia» (en favor del término «reprogenética») para evitar que su postura se confunda con las teorías y prácticas de los movimientos eugenésicos de principios del siglo XX.82
Se han argumentado varios motivos por los que una sociedad que adoptase tecnologías de perfeccionamiento humano podría acercarse a la distopía descrita en la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932). Ciertos autores, como Leon Kass, han mostrado su miedo a que las prácticas y las instituciones que consideramos fundamentales en una sociedad civilizada serían perjudicadas o destruidas.74 En su libro de 2002 Our Posthuman Future, y en un artículo publicado en el 2004 en la revista Foreign Policy, el economista político y filósofo Francis Fukuyama se refiere al transhumanismo como una de las ideas más peligrosas del mundo puesto que, según él, podría minar los fundamentos igualitaristas de la democracia liberal a través de lo que llama la pérdida de un Factor X consustancial a la "naturaleza humana".2 Por su parte, el filósofo social Jürgen Habermas usa un argumento similar en su libro de 2003 The Future of Human Nature, en el cual afirma que la autonomía moral depende de la no-dependencia de las decisiones unilaterales externas. Habermas afirma por tanto que la ética de la especie humana se socavaría mediante las modificaciones genéticas en el embrión.75 Los críticos como Kass, Fukuyama, y varios autores cristianos mantienen la postura de que intentar modificar la biología humana no solo es intrínsecamente inmoral sino que supone una grave amenaza al orden social. En consecuencia afirman que la aplicación de dichas tecnologías llevaría a la naturalización de las jerarquías sociales o a facilitar nuevos métodos de control social en manos de regímenes totalitarios. El pionero de la inteligencia artificial Joseph Weizenbaum critica lo que considera tendencias misantrópicas en las ideas y en el lenguaje de algunos de sus colegas, en concreto en Marvin Minsky y Hans Moravec, que, al devaluar la importancia del organismo humano per se, apoyan un disurso que podría abrir el camino a políticas sociales segregantes o antidemocráticas.76
En un artículo publicado en el 2004 por la revista Reason, el libertario Ronald Bailey contestó los supuestos de Fukuyama argumentando que la igualdad política nunca ha estado basada en la biología humana. Afirma que el liberalismo no se asienta sobre la idea de la igualdad efectiva entre los seres humanos sino sobre la igualdad de derechos políticos ante la ley, constituyendo una igualdad de jure. Bailey indica que los efectos de la ingeniería genética bien podrían atenuar las desigualdades en lugar de exacerbarlas, poniendo a disposición de la mayoría lo que solía ser el privilegio de unos pocos. Desde este punto de vista, el liberalismo político constituye ya el marco para la solución de los derechos humanos o posthumanos, puesto que en tales sociedades la ley no distingue entre potenciales adquisitivos, educativos o genéticos.3
Críticas al peligro de deshumanización
Tanto el activista biopolítico Jeremy Rifkin como el biólogo Stuart Newman aceptan que la biotecnología tiene el poder de llevar a cambio profundas modificaciones en la identidad de los organismos. Sin embargo se oponen a la modificación genética de los humanos ante el temor de que se difumine la frontera entre el hombre y su creación.77 61 El filósofo Keekok Leeve considera tales cambios como producto de una acelerada modernización en la que la tecnología se ha usado para transformar lo natural en artefactual.78 Llevado al extremo, esto podía llevar a la creación y esclavización de monstruos tales como clones humanos, quimeras y biorrobots. La posibilidad de llegar a tales escenarios ha provocado peticiones de una prohibición o moratoria indefinida internacional sobre la ingeniería genética en humanos.79
En la revista Reason, Ronald Bailey ha acusado a estas críticos de la investigación en animales de caer en el alarmismo cuando figuran que tales experimentos llevarán a la creación de criaturas subhumanas con una inteligencia o cerebro parecidos a los del ser humano. Bailey insiste en que el único objetivo de dichas investigaciones es lograr avances médicos.80
Una respuesta diferente procede de los teóricos de la personalidad, transhumanistas que objetan contra lo que consideran una antropomorfobia al estilo de lo que el escritor Isaac Asimov llamó el complejo de Frankenstein. Según su visión, cualquier clon humano, animal modificado o inteligencia artificial que demostrase ser autoconsciente, sería considerado una persona merecedora de respeto, dignidad y derechos de ciudadanía. Consecuentemente argumentan que el problema no estaría en la creación de supuestos monstruos, sino en el factor-repugnancia y en el especismo que juzgaría y trataría a tales seres como monstruosos.17 46
Amenaza de un regreso a la eugenesia coercitiva
Algunos críticos al transhumanismo alegan que hay un sesgo en favor de los no discapacitados en conceptos como «limitaciones» y «mejora». Algunos incluso consideran las ideologías y los programas pasados de eugenesia coercitiva, darwinismo social y la búsqueda de una raza superior, como advertencias de lo que la aplicación de las tecnologías eugenésicas podría fomentar no intencionadamente. Algunos temen futuras guerras eugenésicas: el retorno a la discriminación genética promocionada por el estado, y violaciones de los derechos humanos tales como la esterilización obligatoria o incluso el asesinato de personas con defectos genéticos y, particularmente, la segregación racial y el genocidio de las «razas» percibidas como inferiores. El profesor de derecho sanitario George Annas y el profesor de derecho tecnológico Lori Andrews son dos críticos relevantes que sostienen que el empleo de estas tecnologías podría llevar a una guerra de castas entre humanos y posthumanos.79 81
Durante la mayor parte de su historia, la eugenesia se ha manifestado como un movimiento para esterilizar contra su voluntad a los «incapacitados genéticamente» y fomentar la cría selectiva de los genéticamente aptos. Las principales organizaciones transhumanistas condenan fuertemente la coerción que involucran tales políticas así como rechazan las suposiciones racistas y clasistas en las que se basan, junto a las nociones pseudocientíficas de que se puedan lograr mejoras eugenésicas en un plazo razonable mediante la cría selectiva de humanos. La mayoría de los pensadores transhumanistas abogan en cambio por una «nueva eugenesia», una forma de eugenesia liberal igualitaria. En su libro de 2000 From Chance to Choice: Genetics and Justice, los expertos en bioética Allen Buchanan, Dan Brock, Norman Daniels y Daniel Wikler argumentan que las sociedades liberales tienen la obligación de fomentar la adopción de las tecnologías de mejora eugenésicas tanto como sea posible (en cuanto tales políticas no infrinjan los derechos reproductivos de los individuos o ejerzan presiones a los padres para que empleen estas tecnologías) para maximizar la salud pública y minimizar las desigualdades que pueden resultar de las dotes genéticas naturales y el acceso desigual a los mecanismos de perfeccionamiento genético. Los transhumanistas que sostienen estas opiniones se distancian sin embargo del término «eugenesia» (en favor del término «reprogenética») para evitar que su postura se confunda con las teorías y prácticas de los movimientos eugenésicos de principios del siglo XX.82