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Ver la versión completa : El comunismo histórico (atentos en Venezuela)



Pompilio Zigrino
26/07/2009, 18:52
Es conveniente que en Venezuela, y en el resto de Latinoamérica, seamos conscientes de lo que ha sido, es y será el comunismo. Pero a pesar de todo, los marxistas tienen habilidad para hacer creer que los otros son los malos y perversos. ¿ Porqué un empresario es el enemigo del marxista ? Porque está fuera de sus creencias y de su religión.......

CIEN MILLONES DE MUERTOS

Por Carlos Alberto Montaner

Es la manera perfecta de conmemorar la publicación del Manifiesto Comunista. En 1848, hace más de ciento cincuenta años, cuando Europa se estremecía en medio de una revolución que sacudió todas las estructuras políticas, Marx dio a conocer un breve ensayo y vaticinó que un día, para él no muy lejano, los proletarios del mundo, unidos, crearían sobre la Tierra el paraíso comunista. Marx, qué duda cabe, ardía en deseos de justicia y estaba persuadido de que había dado con el modo definitivo de implantar la felicidad y la prosperidad entre los hombres.

Siglo y medio más tarde, apareció en las librerías de lengua española un excelente balance de lo que fue ese sueño comunista. Se titula El libro negro del comunismo, y en un tomazo de ochocientas sesenta y cinco páginas legibles y muy bien organizadas, publicado por Planeta-Espasa, la historia de esta utopía se resume en una cifra pavorosa: cien millones de muertos. Una carnicería mayor que la suma de todas las guerras registradas por los historiadores desde el brumoso episodio de la Ilíada hasta las últimas barbaridades balcánicas.

Los realizadores de este inventario de horrores son respetadísimos miembros de la comunidad universitaria francesa, y los encabeza Stéphane Courtois, el editor de la revista Communisme, una de las mayores autoridades del mundo en esta triste materia.

Lo que el libro relata es predecible: purgas, las ejecuciones en masa, las deportaciones genocidas de pueblos enteros, la muerte de decena de millones de personas que intentan escapar de la sinrazón y el terror, los campos de concentración, los absurdos modos de organizar la producción de alimentos, generadores de hambrunas que debilitaron hasta la muerte a millones de seres indefensos, o la paranoia asesina de una clase dirigente que devoraba a sus propios hijos.

Pero lo más espeluznante no es este catálogo de crímenes, sino el hecho tremendo de que ocurriera en todas las latitudes de manera parecida, aunque a diferentes escalas. La barbarie no era imputable a la supuesta crueldad rusa –como Gorki sospechaba-, ni a la atribuida imparcialidad asiática ante el dolor ajeno, como reza el viejo prejuicio, pues los checos, cultos y de sangre fría, los católicos polacos, los etíopes, perdidos en una vieja tradición de tranquila miseria, los laosianos religiosos y contemplativos, aferrados a una estricta moral familiar, los afganos musulmanes, o los cubanos y nicaragüenses, divertidos, dicharacheros, de trato dulce, amistosos, todos, sin excepción, todos, cuando ejercieron el poder aferrados a los dogmas y procedimientos comunistas, se comportaron de la misma manera despótica y cruel con sus semejantes. Para todos, y en todas las culturas, las etnias y los continentes, la vida de sus semejantes dejó de tener valor ante los esquemas abstractos que les proponía una construcción artificial sobre la supuesta fórmula ideal de estructurar la convivencia.

De esta observación se derivan dos conclusiones que sería una peligrosa locura olvidar. La primera es que el riesgo proviene de la formulación de la utopía misma. Hay que echarse a temblar cuando aparece un profeta que cree saber cómo les conviene vivir a los seres humanos; alguien que es capaz de diagnosticar sin un asomo de duda los males que nos afligen, y que dice conocer tanto la dirección “correcta” de la historia como los pasos que hay que dar para modificar la esencia de las personas, de manera que se comporten con arreglo a la decencia, la solidaridad y el aprecio por el bien común. Hay que huir como de la peste de los constructores de “hombres nuevos”, de los planificadores de “paraísos”, pues esos experimentos sociales de los “ingenieros políticos” terminan invariablemente en los paredones y los cementerios.

La segunda conclusión es una advertencia pesimista. No es prudente creer en la bondad intrínseca de las personas. Esa virtuosa criatura que tiembla de emoción ante el dolor ajeno, que se quita el pan de la boca para ayudar a un menesteroso, que a veces se juega la vida para combatir una injusticia previa, una vez metida dentro del engranaje totalitario y dotada de autoridad y de una causa sagrada, le da un tiro en la nuca a una huérfana ciega, o justifica que otro se lo dé, si cree que con ese acto contribuye a la salvación de sus ideales. ¿O es que alguien cree que Mao, Tito, Stalin, Castro, Daniel Ortega o Menjistu (y lo mismo puede decirse de Hitler o de Mussolini) eran unos asesinos depravados que disfrutaban con el daño que les infligían a sus compatriotas? Por supuesto que no: eran –o son, los que están vivos- los prisioneros de una ideología que ha trastocado el orden natural de sus valores. Para ellos los seres humanos no valen nada. Lo que vale es la Historia, así con mayúscula.

La publicación de este libro ha abierto de nuevo el debate en Europa. Para cierta izquierda encallecida, todavía es válido el obsceno dictum de Sastre: “Todo anticomunista es un perro”. Yo no lo creo. Ser anticomunista, como ser antinazi, es una expresión de la sensibilidad y de la inteligencia. Por el contrario, declararse, como tanta gente, “no ser antinada” es volverse cómplice de los criminales.

Ser anticomunista es la muestra de que somos capaces de aprender de la experiencia para no repetir errores pasados. Más aún, de la misma manera que los judíos, con una inmensa sabiduría, han creado sus dramáticos Museos del Holocausto, para tratar de impedir que se repitan los pogromos y matanzas del pasado, lo razonable es instalar en cada ciudad Museos del Totalitarismo, con dos alas bien iluminadas; una dedicada al comunismo, y la otra a las diversas expresiones del nazi-fascismo. Y allí habría que llevar a los escolares para darles clases muy bien documentadas sobre lo que ocurre en las sociedades cuando los hombres deciden que son portadores de la fórmula definitiva para lograr la felicidad. Por ahora esos hombres, en menos de un siglo, han dejado un reguero de cien millones de cadáveres.


(Extraído de “Las columnas de la libertad” de Carlos Alberto Montaner – Editorial Edhasa – Buenos Aires 2007)

Algo más en [comunismo2009.blogspot.com]

PHILIPPEMOR
27/07/2009, 10:53
[QUOTE=Pompilio Zigrino;444209]Es conveniente que en Venezuela, y en el resto de Latinoamérica, seamos conscientes de lo que ha sido, es y será el comunismo. Pero a pesar de todo, los marxistas tienen habilidad para hacer creer que los otros son los malos y perversos. ¿ Porqué un empresario es el enemigo del marxista ? Porque está fuera de sus creencias y de su religión.......

Ya ni siquiera en los mismos Estados Unidos se manejan las cosas asi como tu lo dices pompi, sera porque saben que quienes son detractores de la unidad en latinoamerica son suficientes para cumplir con propositos supuestamente democraticos??
Lo que dices, nos hace ver que los unicos que pueden gobernar son los empresarios??
Explicalo mejor que no entiendo, No todo lo que es oro brilla
hablas de plutocracia?? Eso no debe ser, todos nos debemos sujetar a las leyes.
Que no vuelva a ocurrir lo malo que hacen los poderosos en nombre de la democracia,

http://http://www.youtube.com/watch?v=CIBqRShimgc

Pompilio Zigrino
27/07/2009, 19:03
Los empresarios deben producir (y no los políticos). Los políticos deben gobernar (respetando leyes y libertades).

Cuando los políticos hacen de empresarios, las empresas no funcionan bien. Cuando los empresarios se ligan a los políticos, para recibir ventajas, la economía no anda bien.

Claudia Fontana
27/07/2009, 21:00
Del comunismo hemos visto que no hay libertad, no hay derecho a tener y la aspiración es ser iguales y en lo máximo tener lo mismo con excepción de los administradores burócratas. Antes de llegar a tal situación la sociedad experimenta toda clase de modificaciones que imponga el régimen (partidos de gobierno) o los revolucionarios. Desde la expropiación al cruel asesinato.

El comunismo de defenderlo es la equivocación del sentido contrario. Cuanto más se avance en esta ideología antes iremos perdiendo el juicio llegando a la locura.

Los grandes defensores de tales posturas derivadas de las diversas formas de comunismos, fascismo...etc. No eran más que personajes "Paranóicos" su ideal social, conformó su paranoia. El efecto fue la ruina de sus naciones, el exilio en el mejor de los casos, podriamos decir encuentros de paz, trato amistoso con el enemigo por ser su versión normal el asesinato o exterminio cuando es dirigido por el prejuicio étnico.

Fijénse de que trata, y aún algunos defienden hoy día que esto ya no se hace, es história antigua y ahora se trata de hacer una distribución de la riqueza más igual quien asume el papel de empresario creador de riqueza será el estado y quien gestionará serán sus burócratas y comisarios...

En definita esta nueva versión no es otra que un producto de nuestros tiempos, un tiempo de producciones "light". Pero no olvidemos que las posiciones de corte utópico valga el socialismo, neomarxismo, no crean riqueza y si no se continua creando e innovando nos empobrecemos cada día más, que es otra forma de abuso sobre todo para los menos favorecidos mejor dicho, los que tienen menos.

Pompilio Zigrino
28/07/2009, 12:46
En medio de la confusión, reina el que sabe mentir mejor.......

Michel Cartaya
28/07/2009, 22:34
Los empresarios deben producir (y no los políticos). Los políticos deben gobernar (respetando leyes y libertades).

Cuando los políticos hacen de empresarios, las empresas no funcionan bien. Cuando los empresarios se ligan a los políticos, para recibir ventajas, la economía no anda bien.

Muy acertado tu comentario Pompilio. En síntesis lo dijiste todo.

El comunismo que se ha intentado implantar hasta el momento en cualquier área geográfica debe su reiterado fracaso a que su verdadera aplicación no ha pasado de pretender ser una fórmula populista en la cual los medios de producción le son arrebatados al propietario con la promesa que serán dados a las masas productivas, pero la mera verdad es que pasan a manos de los nuevos políticos, quienes con el transcurso del tiempo se convierten en la nueva aristocracia, tan poderosa y arrogante como su antecesora, donde combinan hegemonía política y económica.

Como los nuevos jefes de industrias y centros de actividad económica deben ser ante todo figuras “comprometidas políticamente” con el nuevo sistema imperante, muchas veces estos personajes no contarán con toda la preparación técnica adecuada para dar el extra de sí en su nuevo desempeño, imprescindible para sostener el necesario auge en que debe estar sumida cualquier industria para su desarrollo y supervivencia en un mundo cada vez más competitivo.

Estos “nuevos jefes” suelen ver a los más viejos como decrépitos y a los jóvenes como competencia. Como no pueden ser abiertamente contraproducentes con la política populista que preconiza el socialismo, harán gala de una refinada verborrea demagógica, auxiliada por la fabricación de complejos aparatos burocráticos que les facilite el “peloteo”, para obstaculizar o denegar de forma elegante cualquier intento individual o en masas que pudiera, en potencia, hacerles peligrar su enseñoramiento absoluto o el debilitamiento de su poder, prestigio o hegemonía. A estos nuevos jefes populares no les interesa el bienestar del pueblo más que mantener sus propios beneficios a toda costa, y a diferencia de los antiguos propietarios capitalistas, tampoco les preocupa demasiado la productividad real en la esfera económica que dirigen. Su preocupación constante radica en “los numeritos”, o sea, en los cumplimientos de planes de producción globales, que poco tienen que ver con la eficiencia y la utilidad neta. En sus mentes está profundamente arraigado el interés de ser persona grata ante los ojos de sus superiores, y en encontrar todas las apologías necesarias para justificar sus incumplimientos cuando estos salgan a cuestionamiento.
A diferencia del verdadero dueño de un negocio, el jefe buscará y encontrará la forma de delegar su trabajo en otros sin importarle la economía.

Igualmente acertará formas de obstaculizar y decir NO a la proliferación de actividades que le puedan resultar complicadas a su persona, aún cuando sepa que son productivas, e intentará encontrar culpables a toda costa una vez que haya errado y su equívoco pueda hacerle peligrar su posición de privilegio.

Tanto “propietarios capitalistas” como “jefes socialistas”, ambos buscarán beneficiarse con la plusvalía, pero un propietario con intenciones de prosperar, parte de esta plusvalía querrá revertirla en inversiones para el desarrollo de su propio negocio, mientras que usualmente el “jefe” se limitará a disfrutar de la plusvalía, exista o no, y es indolente a la prosperidad del negocio porque ignora el día que lo ubicarán a dirigir en otro lugar; por esa razón es lógico y comprensible que estos “jefes populares” se limiten a procurar cumplir estrictamente los planes que les son orientados, e intente disfrutar al máximo de los beneficios que este puesto le pueda aportar, sin preocuparse demasiado por impulsar la economía.

A nivel de obrero o técnico, el fenómeno es algo parecido, pero sin fuentes de riqueza y poder de las cuales puedan beneficiarse. Como no existe la voluntad para desarrollar un sistema de pago acorde con el efecto económico del trabajo realizado, porque entre otras cosas significaría mayor volumen de trabajo para la burocracia, y haría cuestionarse a estos incontables burócratas de todo tipo su verdadero papel económico.

Analicemos el fenómeno de la prácticamente igualdad salarial implantada en Cuba como un ejemplo:

Un joven recién egresado de la Universidad comienza a laborar en un centro de trabajo, ávido por llevar a la práctica sus conocimientos adquiridos y por desarrollarse como profesional en su área. Los primeros meses trabajará con amor y entrega desmedidas, esperando encontrar justa recompensa en su actuar; pero en cambio no verá diferencia salarial ni estímulo que no sean reconocimientos plasmados en diplomas y más diplomas que ningún problema económico le resuelven. Pronto, por su decepción personal y el ejemplo de la indiferencia al trabajo que muestran el resto de sus compañeros, muy probablemente decepcionados igual que él anteriormente, este joven irá perdiendo el interés inicial y reduciendo progresivamente su capacidad para producir. Muy pronto éste joven, que llegó cargado de ideas e ilusiones, resuelto a “virar el mundo patas arriba”, ya estará formando parte de las masas indemnes de dóciles obreros que limitan su vida laboral, y con ello su existencialidad, a la rutina de cumplir un horario de trabajo establecido y, cómo dicen los cubanos: “hacer como que trabajan para que el jefe haga como que les paga.”

Si la economía no crece y se desarrolla, ¿de dónde van a salir los recursos para “financiar tanta obra social” que se pretende llevar a cabo? Se cae en una contradicción que lleva a otra; en un país donde no se aliente al trabajo, las riquezas disminuirán progresivamente hasta caer en un estado en el cual sólo la burocracia dominante tendrá recursos, y las masas obreras cargarán sobre sus hombros un empobrecimiento cada vez más desesperante, hasta que no les quede más alternativa que la emigración, la resignación o la muerte.

El capitalismo tal vez no sea la solución para el mundo, pero el comunismo actual ha demostrado que lo es muchísimo menos, pues sólo engendra pobreza y lejos de disminuir las desigualdades sociales las afianza; lo único que genera es un nuevo orden social, pues los políticos le decomisan (roban legalmente) las riquezas a los empresarios, y extorsionan la mano de obra humilde para enriquecerse ellos y sólo ellos.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
29/07/2009, 07:27
El comunismo no puede verse como un gran avance para la humanidad, al menos, en las formas que ha tomado. Esa crítica es a los efectos. Ahora bien, la crítica que subyace en el marxismo (reitero, una filosófica y sociológica) es bastante más compleja. El análisis de Marx tiene partes de indudable interés económico y social. Pero está claro que no se debe leer a Marx como un catecismo que diga que todo lo que dijo Marx era verdad. Las teorías no son criticables absolutamente sino en márgenes de totalidad condicionados al tiempo de su acción. Lo contrario de esto es el dogmatismo como el objeto con primacía en la crítica, como si él mismo no fuese citicable al pretenderse por principio: la pretensión delirante de las primacías como el mejor de los mundos. La idolatría marxista es una ideología que no tiene interés en el objeto de Marx. Marx es interesante en tanto sea criticable. Como dijo Popper: ya hemos leído a Marx, y conocemos la teorética marxista; lo que hemos de hacer ahora es criticarla.

Es una bobada pensar que todo el análisis de Marx está mal por su mala ejecución. La falta de metodología en la ejecución del marxismo se quedó, justamente, en la fase de corrección de errores. Traje hace tiempo textos de Marx en los que él mismo hacía crítica del enfoque de determinismo histórico. Particularmente, tengo en más aprecio a Marx que ustedes por mucho que también crea que es muy criticable. ¿O hay algo, acaso, que no lo sea?. No seamos, pues, tan ideológicos a la hora de hacer crítica. Su función es resolver ese problema, el que la crítica plantea. Los textos de otros sin hacer una crítica del fundamento es algo efectivo ideológicamente, pero sin más valor que sembrar un miedo a lo que se conoce muy en la superficie. Eso es mala crítica, la que tiene poco interés en el objeto de la crítica.

Claudia Fontana
29/07/2009, 17:45
Respecto a Marx de su ensayo e intento de influir en la sociedad de por aquél entonces favoreciendo una revolución en la que él creía el conflicto como base social.

Creó y construyó una demagogía aprovechando su potencial intelectual y conocimientos en política, economía... para influir sobre aquellos otros vulnerables a tales influencias.

Del ensayo de Marx, se le tiene más por un demagogo que tomarlo como un sociólogo. A pesar que dió lugar a escuelas y teorias como por ejemolo la del conflicto y el estudio de clases, resaltando su relevancia intelectual y aportación en conceptos como falsa conciencia, mercancia, capitalismo......Que en suma conforman y son los útiles de una demagogía apasionada y deslumbrante.

Es por ello que a Marx se le considere un demagogo.

Michel Cartaya
29/07/2009, 22:19
Marx tuvo en su teoría una "pequeña omisión", que de por sí es, a mi juicio, quien echa por tierra toda su tesis:

Él consideró que los recursos eran inagotables, por lo cual la humanidad iba a alcanzar un grado de tecnología tal que los productos, todos, iban a estar abarrotados: y éste es el punto de partida dónde Marx considera que comenzaría a transformarse la conciencia del hombre. Pero como ese punto de partida es improbable, puesto que los recursos naturales escasean a un ritmo acelerado, pues simplemente en la conciencia del hombre jamás empezará a gestarse esa milagrosa transformación, y por tanto no podrá construirse el comunismo planteado por Marx.

Precisamente por algo hasta él mismo le llamó el socialismo utópico, porque es eso solamente: un ideal, el paraiso soñado..., pero lastimosamente, absolutamente imposible.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
30/07/2009, 01:49
Cuatro cosas.

1. ¿Quién no toma a Marx como sociólogo?. No sólo es sociólogo para mí que, siendo contrario a Marx, defiendo su importantísima relevancia teórica; consulten cualquier teoría sociológica. En teoría de las ideas y sociologia del conocimiento entran muchas ideas, tantas como amplios sean sus márgenes.

No discuto cierta demagogia, pero su mayor importancia intelectual no está en su acción política sino en el cambio de sustrato filosófico, histórico, legal, económico, y ético. De ahí sale con facilidad una sociología, efectivamente, del conflicto. Pero no todo conflicto es revolución histórica, sino conciencia de una situación dialéctica, y no sólo de entonces sino de la actualidad. El tiempo, filosófica y sociológicamente, es una condición histórica, esto es, relativa al efecto de la temporalidad, de un mismo tiempo, o, si se prefiere así, de un tiempo históricamente continuo frente a unas mismas condiciones sociales que, indudablemente y en su sentido más radical, son condiciones sociológicas. La sociología del conflicto no es objeto sólo de marxistas. Ya es hora de que se mire a Marx de manera más amplia que desde el propio Marx; es el sentido de una crítica.

Algunos de los más recalcitrantes marxistas son los antimarxistas que van con el catecismo marxista como único objeto de crítica. Su apasionado enfoque es causal con el objeto de su aversión, pero eso no es crítica sino una causación del marxismo como su mala crítica; en cuanto a una lógica histórica se llama holismo: su definición de historia como la concepción de su totalidad, esto es, historicismo.

La crítica hace un análisis que problematiza los términos u objetos, y no sólo los hace fetiches. ¿Por qué en lugar de criticar una teoría de hace más de un siglo no analizan las fuentes del conflicto económico presente? ¿no analizó Marx la indeterminación de la fuente del capital en términos crediticios, por caso?. Si se pretende decir que todo el valor de Marx está en un panfleto llamado El manifiesto comunista les recomiendo que lean mucho más antes de hacer crítica. Marx es muchísimo más rico y complejo que eso.

2. Marx conoció la obra de Mill que sí trató de la dependencia de recursos limitados, aun muy especulativamente. No es justo criticar a Marx ahora por no ser un profeta de la ecología. En cualquier caso, su economía política se fijaba en la relación social del trabajo desde cierta racionalización. Digamos que invirtió y amplió la concepción de la posible racionalización de los términos sociales, es decir, como su finalidad. No he leído en estos foros nunca una crítica inicial a sus conceptos básicos; por el contrario, quien ha hecho siempre revisión del margen conflictivo de sus conceptos lo defiende como filósofo y sociólogo. Tienen cientos de páginas dedicadas a este tipo de problemáticas en muchos de los temas en los que he participado.

3. El sentido de utopía, como señalé hace unos días en relación a Mannhein y la sociología del conocimiento que se deriva del Weltanschauung (ideología), es un sentido de superación de condiciones dialécticas. Su justo sentido se ve con más claridad desde las condiciones que se le oponen: económicas, morales, legales, de poder, etc. etc..

4. ¿Cuántos experimentos del comunismo se conocen para afirmar que es absolutamente imposible?. Esa idea es sólo una exagerada generalización. ¿Imposible? ¿y la capacidad, por caso, de la razón científica que no conoce la condición de imposibilidad?. En mis términos se dice trascendencia como acción crítica, y es una importate crítica a una emergencia que Marx no tuvo en cuenta como algo meta-racional; el capitalismo genera problemas que, en cierto modo, también se propone resolver, y que, objetivamente, no son previsibles. Se está confundiendo burocracia con economía y su racionalización; la finalidad social no está en su economicidad sino en que se supere la limitación material en la que se enraíza su dialéctica. ¿Es eso imposible?. No. El comunismo no debe verse como un absoluto historicista sino condicionado a su tiempo. Hay medidas económicas con un fuerte sentido social que pareciendo antieconómicas resultan condiciones necesarias para la economía política. Vgr. protección para el desempleo, ayudas a las familias con miembros infantes a su cargo, etc., etc.

La economía, en este sentido, ha mostrado mundialmente lo que anticipé hace no mucho tiempo: la forma económica de la racionalidad requiere de una garantía formal que la mantenga (el reclamo de un mayor marco legal y de control de mercados; fondos públicos que, paradójicamente, garanticen los privados, etc.); para decirlo en téminos sintéticos, en el desarrollo de una forma diversa alrededor de un mismo tiempo, no es sino una ideología, la garantía de su ontología. ¿Qué creen que es, si no, la razón? ¿un absoluto a priori?.

Pero para no abusar de su paciencia con mi dispersión, les acepto el desenlace trágico de las formas actualmente más conocidas de comunismo (o totalitarismo) que ciertos políticos malinterpretan como verdad, justicia y utopía.