karlacris
08/06/2009, 13:55
En el breve espacio suspendido en el tiempo que dura el leve aleteo de mis párpados, me permito sentir el toque de tu mano en mis hombros, el calor de tu cuerpo alejando la frialdez, de experimentar el suave y húmedo efecto de tus labios en la yema de mis dedos... Y pienso que está bien, que es correcto, que me hace sentir viva otra vez.
Pero la luz vuelve a entrar a raudales por mis pupilas, y la satisfacción que se alojó en la oscuridad se desvanece en miles de imperceptibles filamentos de irrealidad. El miedo atenaza mis garganta y apresta mis piernas a correr... Tu mano quema mi hombro, tu calor repele mi piel y tus labios asemejan una trampa oscura y cruel.
Me escapé por siempre de tu compañía, sentí tu temor dormido y lo vivifiqué a través del mío. Me volví sombra y me mimeticé en la pared, para que no me volvieras a ver, para que no me encontrases enmedio del camino sin cuento, Me alejé, dí la espalda sin decirte adiós, sin volver a pronunciar tu nombre en el viento.
No sé si alguna vez recuerdas ese breve instante en el que habité en tus brazos, en el que tímidamente nuestros corazones latieron al compás de de una melodía desconocida por ambos; talvés pienses que sólo fue el producto de una tarde de invierno, sin realidad a la cual aferrarse. Pero fuí. Fuimos. Pasado. Punto.
Y aquellos mis tres libros que ibas a entregarme ese día son la única prueba de mi existencia entre tus brazos. Guárdalos por ahora, guárdalos bien que algún día regresaré por ellos.
(07/06/09 volviéndo a mis orígenes: la prosa...)
Pero la luz vuelve a entrar a raudales por mis pupilas, y la satisfacción que se alojó en la oscuridad se desvanece en miles de imperceptibles filamentos de irrealidad. El miedo atenaza mis garganta y apresta mis piernas a correr... Tu mano quema mi hombro, tu calor repele mi piel y tus labios asemejan una trampa oscura y cruel.
Me escapé por siempre de tu compañía, sentí tu temor dormido y lo vivifiqué a través del mío. Me volví sombra y me mimeticé en la pared, para que no me volvieras a ver, para que no me encontrases enmedio del camino sin cuento, Me alejé, dí la espalda sin decirte adiós, sin volver a pronunciar tu nombre en el viento.
No sé si alguna vez recuerdas ese breve instante en el que habité en tus brazos, en el que tímidamente nuestros corazones latieron al compás de de una melodía desconocida por ambos; talvés pienses que sólo fue el producto de una tarde de invierno, sin realidad a la cual aferrarse. Pero fuí. Fuimos. Pasado. Punto.
Y aquellos mis tres libros que ibas a entregarme ese día son la única prueba de mi existencia entre tus brazos. Guárdalos por ahora, guárdalos bien que algún día regresaré por ellos.
(07/06/09 volviéndo a mis orígenes: la prosa...)