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Ver la versión completa : ¿Cuando el amor se convierte en humillación?



willeo8
14/04/2009, 14:27
Les ha pasado que en una relacion de pareja el amor toma cierto sbor a humillación?
Que opinan?

elrector
14/04/2009, 14:34
Pasa cuando una de las dos corrientes coge un nuevo cauce y la otra le sigue de forma no natural, es un precio tan alto el que se paga que puede hacer secar el rio de la propia vida.

Diana2005
14/04/2009, 16:09
Les ha pasado que en una relacion de pareja el amor toma cierto sbor a humillación?
Que opinan?

justo le acaba de pasar a un buen amigo mío...el pobre no se imaginan como se puso cuando descubrió que fué el último en enterarse que su novia de 2 años de relación, lo había cambiado por otro.

willeo8
14/04/2009, 17:07
Merecer significa “hacerse digno de”. Expresiones como: “Te entiendo”, “Lo acepto”, “Lo disfruto”, “Me alegro” o “Tu amor es un regalo”, son manifestaciones de aceptación y buena recepción. Si una persona no aprecia lo que le doy, no lo comprende o no lo traduce, el amor se deshace en el camino, no da en el blanco y desaparece. Un amor que no llega es un despilfarro energético de grandes proporciones. Podríamos entenderlo del siguiente modo: “No puedo amar a quien no quiere estar conmigo. Si no me aman, no me respetan o me subestiman, no me merecen como pareja”.

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando llegó el momento de hablar, dijo: “Princesa, te he amado con toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor… Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas… Esa es mi dote…” La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: “Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás”. Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañar, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar. Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: “¿Qué fue lo que te ocurrió?… Estabas a un paso de la meta… ¿Por qué perdiste esa oportunidad?… ¿Por qué te retiraste?…” Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: “No me ahorró ni un día de sufrimiento… Ni siquiera una hora… No merecía mi amor…”

El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore o desconozca fríamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustaría que fuera.

No hay vuelta de hoja. En cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin “mala intención”, puede que te merezca pero no conviene.

Fuente Original:

Walter Riso. ¿Amar o Depender?. Ediciones Granica. 2004

poblano
14/04/2009, 23:09
cuando una relacion se torna en humillacion es mejor dar media vuelta y decir adios. muy distinto a el caso en que hay soluciones y solo es un problema pasajero en que hay que dar oportunidad al dialogo y al entendimiento.




el amor no puede ser humillacion, eso no es amor, es masoquismo. aunque el desengaño puede ser parte de el largo camino para encontrar a la persona ideal o la que se acerca mejor a lo esperamos y merecemos, no debe ser la regla con todas las personas que nos relacionamos sino mas bien la excepcion.



creo que es lo bueno de las relaciones light en que solo se vive el momento ja.


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dragonfly
15/04/2009, 00:23
Excelente lo que has traído willeo... lo dicho, las personas piensan que el amor es un gran intento, una lucha, nada más lejos de eso... cuando en el amor no hay fluidez, no hay amor, es ahí donde se puede caer en la humillación, y la humillación es deshonra, degradación y ofensa.


Merecer significa “hacerse digno de”. Expresiones como: “Te entiendo”, “Lo acepto”, “Lo disfruto”, “Me alegro” o “Tu amor es un regalo”, son manifestaciones de aceptación y buena recepción. Si una persona no aprecia lo que le doy, no lo comprende o no lo traduce, el amor se deshace en el camino, no da en el blanco y desaparece. Un amor que no llega es un despilfarro energético de grandes proporciones. Podríamos entenderlo del siguiente modo: “No puedo amar a quien no quiere estar conmigo. Si no me aman, no me respetan o me subestiman, no me merecen como pareja”.

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando llegó el momento de hablar, dijo: “Princesa, te he amado con toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor… Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas… Esa es mi dote…” La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: “Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás”. Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañar, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar. Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: “¿Qué fue lo que te ocurrió?… Estabas a un paso de la meta… ¿Por qué perdiste esa oportunidad?… ¿Por qué te retiraste?…” Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: “No me ahorró ni un día de sufrimiento… Ni siquiera una hora… No merecía mi amor…”

El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore o desconozca fríamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustaría que fuera.

No hay vuelta de hoja. En cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin “mala intención”, puede que te merezca pero no conviene.

Fuente Original:

Walter Riso. ¿Amar o Depender?. Ediciones Granica. 2004

willeo8
15/04/2009, 14:06
Pienso que hay una linea muy delgada entre darse por amor, y humillarse.. Cuando nos sentimos condicionados, limitados, que no hay reciprocidad o definitivamente recibimos un quemimportismo a lo que sentimos.. Definitivamente estamos del lado equivocado. :confused:

Exotica
15/04/2009, 14:30
Les ha pasado que en una relacion de pareja el amor toma cierto sbor a humillación? No

Que opinan? Que es una estupidez:mrgreen:

Emeric
26/01/2010, 06:42
Les ha pasado que en una relacion de pareja el amor toma cierto sbor a humillación?
Que opinan?¿ Podrías decirnos, primero, lo que entiendes por "humillación" en una relación de pareja ?

...::**princess**::..
10/02/2010, 16:39
Muy cierto lo dicho en estas líneas y muchas veces pasa, que uno puede estar ciegamente enamorada de alguien, pero esa persona te trata y te humilla solo para demostrar que te tiene en sus manos, y muchas veces uno piensa que es normal, que igual "te quiere" claro no es cierto solo es una manera en que se engrandecen y se sienten los reyes o (reynas) del mundo, porque?? porque utilizar los sentimientos puros de una persona, porque no valorar lo que el verdadero hace, son preguntan que siempre estarán y que creo no tendran forma de ser contestadas...

Valinor
10/02/2010, 19:43
Yo opino que el amor de pareja se convierte en humillación cuando se pierde la igualdad o una de las dos partes pierde un derecho que el otro siga teniendo a causa de la misma persona. Tanbién existe autohumillación, claro, pero supongo que no es el tema.

Respecto al amor familiar, no sabría decirte bien.

saludos. buen día.

Sophiaxx
10/02/2010, 23:09
Bueno, pienso que cuando el amor se convierte en humillacion es cuando no hay reciprocidad...el trato que te da no es respetuoso, te utiliza, te dice que no te quiere y es cuando uno de los dos sigue teniendo una esperanza de que la persona va a cambiar y esperan y esperan y nunca se obtiene resultado...pero aun asi dice: -'es que lo amo y no puedo dejarlo'- ....

No estoy generalizando...solo es mi opinion porq lo e visto varias veces...hablo de lo q e escuchado o leido...

Llopiz
23/02/2010, 15:54
Saludos.

Si el amor se convierte en humillación es porque nunca hubo amor.

El amor todo lo puede, todo lo soporta y todo lo perdona.