Cochero
10/03/2009, 09:58
Se vacía esa flor en la sórdida retama,
como se seca mi amor por ti, lentamente así,
como un lagrimal hiriendo el rostro.
Se reseca;
ya no sé desde cuando.
El endeble temblor de mis sueños
ya no se enamora de tu pecho tórrido,
es este letargo obsesionado que domina mi lecho
y no me quita este absurdo dolor.
La indiferencia de mis manos
se está despidiendo en un gris abismo,
sangrando excesivos inviernos;
ya no sé desde cuando.
Tirito añoranzas y transpiro sonámbulas apatías
cuando nuevamente encuentro tu rostro frente al espejo,
mientras el morado de esta luz quieta
se parece a mi corazón, gimiendo desarmado.
Limpio mi alma por completo
con los vapores que ayer dejara mi noche,
seco mis ojos a las primeras luces
que gruñen en rojos.
Ahora domina mi poesía el enojo;
ya no sé desde cuando.
Murmura en hastíos mi piel indefensa,
fue en tu batalla
donde quedó moribunda,
pidió piedades incalculables veces,
rezó sin censuras a la luz de mil cielos,
quedó sin timón, sin rumbo,
completamente a la deriva.
Estoy cediendo a la fuerza del olvido
que insistiendo en alejarte,
se parece a un infinito verdugo atroz.
Se seca esa voz que antes te nombraba,
como se seca por ti mi amor;
ya no sé desde cuando.
como se seca mi amor por ti, lentamente así,
como un lagrimal hiriendo el rostro.
Se reseca;
ya no sé desde cuando.
El endeble temblor de mis sueños
ya no se enamora de tu pecho tórrido,
es este letargo obsesionado que domina mi lecho
y no me quita este absurdo dolor.
La indiferencia de mis manos
se está despidiendo en un gris abismo,
sangrando excesivos inviernos;
ya no sé desde cuando.
Tirito añoranzas y transpiro sonámbulas apatías
cuando nuevamente encuentro tu rostro frente al espejo,
mientras el morado de esta luz quieta
se parece a mi corazón, gimiendo desarmado.
Limpio mi alma por completo
con los vapores que ayer dejara mi noche,
seco mis ojos a las primeras luces
que gruñen en rojos.
Ahora domina mi poesía el enojo;
ya no sé desde cuando.
Murmura en hastíos mi piel indefensa,
fue en tu batalla
donde quedó moribunda,
pidió piedades incalculables veces,
rezó sin censuras a la luz de mil cielos,
quedó sin timón, sin rumbo,
completamente a la deriva.
Estoy cediendo a la fuerza del olvido
que insistiendo en alejarte,
se parece a un infinito verdugo atroz.
Se seca esa voz que antes te nombraba,
como se seca por ti mi amor;
ya no sé desde cuando.