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Ver la versión completa : Los hermosos Gitanos (No sea payaso, Doctor)



ALEJANDRANATALY
05/03/2009, 14:43
Hace algunos años (cuando era joven, enjundiosa y aun asistia a clase sin el miedo de decir "soy estudiante" y ser criticada....) tuve la fortuna de ver esta obra por casualidad (hoy extinta). Lo cierto es que Sergio Zurita no es un gran dramaturgo, pero si un eje central en la explicación de los dolores del inframundo coronario (o lo que es peor, es un maniaco-depresivo-enfermomental-corroido por el sarcasmo y por el buen humor inentendible). Tiene un programa de radio (a lado de la fiaca, pero bueno) de espectaculos llamado "la taquilla". Y yo le amo. Le amo como una gondola a su asquerosa agua. pero no estamos para hablar de mis filias, sino más bien para hablar de esta obra. He aqui un ligero extracto:

Personajes:
Gabriel Echenique, siquiatra
Juan Grete, comediante
Ella, mujer arquetípica


ELLA trae puesto un atuendo circense, rojo, con plumas en la cabeza y medias de red. Está amarrada a una tabla circular, que parece ser un blanco de tiro, aunque también podría ser una de esas ruedas que hacen girar los magos para practicar la hipnosis.



Ella: De niña debo haber sido insoportable. Vivía en un pueblo muy chiquito. Luego supe que era chiquito, porque para mí era el mundo entero, y yo era la princesa de ese mundo. Mi papá era el cacique del pueblo. Todavía recuerdo la primera vez que oí esa palabra: cacique. Me gustó muchísimo. Y yo era la hija del cacique. No estaba muy segura de qué significaba, pero sabía que era una de esas palabras con veneno en los colmillos. Tampoco estoy muy segura de qué significa eso, pero hay palabras que lo tienen y palabras que no. Tatuaje tiene veneno en los colmillos, y barraca. En cambio, platillo no lo tiene, y cubeta, tampoco. Pero balde, sí. Aunque balde y cubeta quieran decir lo mismo, una sí tiene colmillos y veneno y la otra no. Así que yo era la hija de un rey que tenía veneno en los colmillos, la princesa de todo lo que se alcanzaba a ver desde mi habitación, que era la
más alta de una casa enorme, donde mi papá y yo vivíamos solos, con muchos sirvientes. Él casi siempre andaba de viaje, pero el poco tiempo que estaba en casa, éramos inseparables. Hasta que yo cumplí once años y me empezaron a gustar los hombres y ya no quería estar con él cuando regresaba de viaje. Entonces empecé a ocultarle cosas. Él lo sabía y me odiaba por eso. Nunca me pegó, pero varias veces estuvo a punto, cuando se daba cuenta de que había cosas que no le iba a contar nunca. Cosas que ni siquiera eran hechos, sino sentimientos, ideas. Él decía que todas las mujeres de su vida habían tenido una mundo aparte de él, un “jardín secreto” –así le decía- donde le tenían prohibida la entrada. Por más amor, por más violencia, por más torturas a las que sometiera a sus
mujeres -mi madre incluida- ese jardín secreto estaba vedado para él. Y la sola idea de un lugar al que no tuviera acceso, aunque ese lugar estuviera en el alma de su hija, lo volvía loco. “Para eso tuve una hija, Tamara. Precisamente para que no me niegue el acceso a ninguna parte. Y ahora tú también me sales con esto, igual que tu madre y tu abuela. A ti no te mato porque te quiero más que a mi vida”. “A ti no te mato”. “A ti no te mato”. “A ti no”. Poco después de que me dijo eso, llegaron las fiestas del pueblo. A mí me gustaban mucho porque había fuegos artificiales y rueda de la fortuna y la gente se dormía tarde. Pero cuando cumplí once años me gustaron más, porque mi papá no se aparecía nunca por la casa y porque llegaron los gitanos. Los gitanos son hermosos. Tienen los ojos azules, azules, y saben leer las cartas y hacer malabares y acrobacias."

otro

"Ella sale. Aparece el Dr. Gabriel Echenique. Está en su consultorio. Tiene aspecto de no haber dormido en varios días. Parece muy preocupado. Tiene en la mano un hoja de papel. Se aclara la garganta y luego lee, como si estuviera frente a un público.


Echenique: “El amor y el enamoramiento son dos cosas muy distintas. De hecho, son opuestos. El amor es la ausencia de ego, mientras que el enamoramiento es un viaje de ego desmedido. Si uno está enamorado de alguien, lo que ve en ese alguien es un reflejo de sí mismo. De sus gustos y de sus anhelos. De lo que le gustaría ser, del paraíso que perdió en la infancia. Entonces, es absolutamente incorrecto que un enamorado le diga ‘te amo’ al objeto de su enamoramiento. Hasta podría afirmarse que no tiene derecho a decirlo sino hasta que el enamoramiento –que, por otro lado, no dura más de un año- se haya terminado. Entonces, y sólo entonces, se puede decir ‘te amo’”. (Deja
de leer.) Eso es todo lo que llevo. El congreso está a la vuelta de la esquina y apenas llevo uno, dos, tres... ocho renglones. A ver, ahí están las diferencias entre el amor y el enamoramiento, ¿y luego? Digo, porque con lo que llevo, la ponencia podría llamarse “Prohibido decir te amo”. ¡Qué horror!... (Se lleva la mano al pecho.) Ay, otra vez me está doliendo el pecho. ¿Me estará dando un infarto? Por si las dudas... (Rompe la hoja de la ponencia y tira los pedazos a un cesto rebosante de basura.) No vaya a ser que me muera y me publiquen esto como homenaje póstumo. Pero no me voy a morir. Estoy bien, estoy bien. A ver, un tafilito.... (Saca una tira de pastillas de un cajón y se toma una. Respira hondo. Su respiro se convierte en un suspiro.) ¿Y si escribo lo primero que se me ocurra? "


Su principio y su final son terribles, con "veneno en los colmillos". Más bien es la obra producto de una obseción: una mujer (cuando no...). Me gustaría compartirla con ustedes y que de antemano la discutieramos juntos.


http://www.dramared.com/HermososGitanosZurita.pdf

ALEJANDRANATALY
05/03/2009, 14:51
Abre. Entra Juan Grete, un hombre de mirada intensa y aspecto muy serio. Se parece a Bob Dylan en la portada del disco Blonde on Blonde.

Grete: Buenas tardes. ¿El Dr. Gabriel Echenique?
Echenique (rascándose un antebrazo): Servidor, amigo y confidente. (Echenique se ríe de su propia frase. Grete permanece serio.) Quiero decir que sí, que yo soy el Dr. Echenique.
Grete: Mucho gusto. Me llamo Juan Grete. Tengo una cita con usted a las cinco.
Echenique (extendiéndole la mano sin dejar de rascarse): Ah, sí. Pase, señor Grete, siéntese.
Grete: ¿Cómo? ¿No hay diván?
Echenique: No soy freudiano.
Grete: Creí que todos los siquiatras eran freudianos.
Echenique: ¿Y eso?
Grete: Pues todos los curas son católicos.
Echenique (riendo por compromiso): No, pues sí, ¿verdad?...
Grete (notando el cuadro en la pared): ¿Es un cuadro?
Echenique: Sí. Bueno, es un póster de un cuadro.
Grete (entusiasmado): ¿Y es suyo? Quiero decir, ¿no es un regalo para alguien más?
Echenique: No, ¿por qué?
Grete: ¿Le molesta si lo abro?
Echenique (desconcertado): Pues... pues no, no. Adelante.
Grete: ¿En serio?
Echenique: Claro.


Con el entusiasmo de un niño abriendo un regalo de navidad, Grete rompe el papel que cubre el cuadro, para descubrir que se trata de una reproducción de Las señoritas de Avignon, de Picasso. Una de las cinco señoritas –la única que está sentada- es Ella. Trae puesta una especie de máscara africana.

6
Grete (boquiabierto): No lo puedo creer.
Echenique: ¿Le gusta?
Grete: Gustar es un verbo demasiado pequeño, doctor. Ésta es mi obra de arte favorita en el mundo entero.
Echenique: También la mía.
Grete: ¿De veras?
Echenique: Claro. Marca el principio de la revolución cubista.
Grete: Mi primer enfrentamiento con este cuadro fue directamente con el original. Era Nueva York y yo era joven. Muy joven. Estaba estudiando un diplomado en Columbia, y un día, una mujer que no amaba me llevó al Museo de Arte Moderno. A mí no me gustaban los museos. Cada vez que entraba a uno sentía que la vida estaba allá afuera, corriendo libre, y yo estaba ahí adentro, encerrado. El caso es que entramos al MoMa. Recuerdo claramente que lo primero que vi fue un Van Gogh. “No es lo mismo ver las pinturas en los libros”, le dije a aquella mujer que no amaba. Y luego de contemplar durante varios minutos el Van Gogh, que por cierto era la Noche estrellada, sentí un escalofrío que recorrió toda mi espalda, y luego sentí todas las cosas que sienten todas las personas que ven por primera vez un Van Gogh. Seguimos caminando por todo el museo. Vimos Warhols, Lichtensteins, Cézannes, Pollocks, Rauschenbergs, Duchamps, Modiglianis, y de pronto, al doblar
una esquina, ahí estaban estas cinco mujeres monstruosas. Cada una tiene su propia personalidad y su propia manera de estar en el cuadro, pero hay algo en las miradas de las cinco... Va pensar que estoy loco, doctor, pero la primera vez que las vi, doblando a la derecha en una esquina del MoMa, fue como si las cinco señoritas de Avignon supieran que yo, que exactamente yo, iba a aparecer en ese momento. Cada vez que las miro a los ojos, vuelvo a sentir que me estaban aguardando. Siempre están ahí, al acecho, esperando que un día me descuide para atacarme... Me dan tanto miedo,
que a veces no me atrevo a darles la espalda. Y sin embargo, éste es el cuadro que más me ha gustado de todos los cuadros que han existido, porque ningún cuadro antes de Las señoritas de Avignon me había provocado la sensación de ser yo el observado. Y no sólo eso: creo que éste es el primer cuadro en el que lo que se pinta no es un momento congelado. Las cinco mujeres están ahí con una soltura envidiable. Casi podría asegurar que se mueven. Que los inmóviles somos nosotros, los que
estamos “vivos”.

Echenique no sabe qué decir. Por fin se le ocurre algo.
Echenique: ¿Ya fue a la exposición que está en el Museo Tamayo? Trajeron el original. El otro día fui con un amigo y su familia. Ellos me regalaron el póster.
Grete: No he podido ir. Es que luego la gente me reconoce y se arma un relajo.
Echenique: ¿Usted es famoso?
Grete: Sí.



Por cierto... hizo "no te preocupes ojos azules". Una replica del día en que Kurt Cobain se va a suicidar y entoncesss... visita paranoica de Frank Sinatra, quien para no ir al limbo, es encomendado por la máxima divinidad a convencer a Kurt de que no haga lo que esta a punto de hacer. Es lógico que no lo consigue y de ello la trama se desarrolla de manera deliciosa, en primera porque ambos, cuyas existencias se ven entrelazafas por la casualidad que se entreteje en acontecimientos que terminan haciendo a estos dos personajes parecidos y paradojicamente opuestos, hace una buen referencia de los sentimientos sobre la muerte : uno depresivo, el otro por el goce y la bienaventura a pesar del exito y de la adaptación de cada uno por el mismo, es terriblemente incisiva, y si no les llama la atención no hay problema, pero para los que si.... intentare conseguirla (libreria gandhi la vende) pero.. intentare hacer un recapitulado.. Sin embargo.. disfruten Los hermosos Gitanos... y a katia tirado la señorita Avignon. Bella!