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Ver la versión completa : La Gorda del Banco



jorgesalaz
02/03/2009, 00:14
Llegué un segundo antes que ella a la puerta del banco. La abrí y en ese momento, el caballero que vive en mí se manifestó. Con un gesto cortés le cedí el paso a la dama, quien oculta tras varias capas de grasa, me agradeció con un leve movimiento de sus pequeños labios pintados de bermellón. Ella se movió lentamente como un gran barco en la maniobra de zarpar. Iba forrada, que no vestida en un conjunto negro de blusa y pantalón de tela sintética ajustable. Morboso, la dejé que caminara por delante de mí en el pasillo para contemplar a mis anchas el movimiento de vaivén de su gran nalgatorio. Sus pies eran diminutos, gordezuelos y no parecían ayudarle al andar ni estaban en proporción al voluminoso cuerpo que soportaba. Sus manos hacían juego con sus pies. Delicadas, bien formadas, con uñas de tamaño medio pintadas de un rojo igual al de sus labios. De su hombro colgaba un gran bolso de piel casi tan rollizo como su dueña, asegurado con una larga correa. Cuando quise adelantarme para ganar el paso hacia las cajas, era demasiado tarde. La única caja desocupada en ése momento fue ganada por la gorda y yo no tuve más remedio que retirarme a esperar mi turno a cierta distancia. La mujer colocó con lentitud la bolsa en el mostrador y empezó uno de los ritos femeninos más exasperantes que jamás he podido contemplar sin que mi cuerpo no reaccione produciendo vapor que viaja directo a mi cerebro y comienza a acumularse ejerciendo presión. Me conozco y sabía lo que tenía que hacer para soltar la presión acumulada. Generalmente busco distraerme mirando a mi alrededor y trato de fijar la atención en otras cosas, pero también soy un poco masoquista y tenía que ver la ceremonia de la bolsa. Con sus manitas, la mujer recorrió el cierre de cremallera, rebuscó en su interior revisando varios compartimientos. Por fin sus dedos parecieron palpar algo prometedor . Los retiró un poco y abrió un cierre interior. Extrajo una cartera e inició una segunda etapa de revisión. Mientras, el paciente empleado del banco aprovechó el tiempo que se le regalaba para hacer el corte de caja, ordenar todo su cubículo, recontar el dinero, hacer el balance y aún más acicalarse y rehacer el nudo de su corbata. La cartera parecía tener varias divisiones. Sus deditos regordetes las recorrieron una a una. No encontró nada y volvió todo al bolso grande, al rincón correspondiente. siguió su exploración. Yo estaba absorto, fascinado con los movimientos. Desapareció de mí toda presión y mi gozo fue en aumento mientras veía a la afanosa señora en su labor investigativa. Dio con otra cartera. En su interior había una especie de acordeón de tarjetas de negocios y entre dos de ellas encontró un papel delgadísimo doblado en cuatro partes. Lo desdobló, lo alisó con su mano en el lustroso mármol del mostrador y lo entregó al empleado. El capturó el número escrito en el papel y lo regresó a su dueña, que no lo guardó. Lo hizo a un lado y ante el pedido del empleado reinició la búsqueda, pero ahora de su carnet de identidad. Fue extrayendo cosas de su bolsa que se acumularon y hubiera dado trabajo a quien se atreviera a inventariarlos. Iban maquillajes líquidos, sólidos, gaseosos, polvos, peines y cepillos de distintos tipos, un pequeño y sospechoso adminículo que probablemente era gas pimienta, documentos, fotografías, joyas, llaves, galletas, goma de mascar, un tampax, hisopos de algodón y un sinfín de objetos probablemente acumulados por años. Acabó por encontrar su credencial y la puso en las anhelantes manos del cajero. Alguien la saludó de lejos y entonces ví en su cara un rastro de belleza al entrecerrar sus ojos, ampliar su sonrisa y mover su mano hacia la mujer que le había hablado. su voz era extrañamente agradable y acariciadora. Rápidamente fue atendida. Se le entregó un grueso fajo de dinero al mismo tiempo que un recibo para ser firmado. Por fortuna le dieron un bolígrafo para hacerlo, si no hubiera tenido que buscarlo. Agradeció al empleado cuando le preguntó que si era todo e inició el movimiento a la inversa para guardar lo que había extraído de su bolso. No se retiró de la caja. Se plantó ahí y estuvo un buen rato guardando en forma pausada todo, doblando el papelito, volviendo a su lugar los maquillajes y cepillos. No aguantó las ganas y se comió una galleta y algún día tendría que acabar la faena. Por fin accionó el último cierre, acomodó la correa en su hombro e inició la maniobra de desatracar del muelle. Ya había olvidado a que fuí al banco. El empleado tuvo que decirme dos veces que pasara, antes de que la nalga derecha de la mujer desapareciera de mi campo visual. Desde que tuve la experiencia de la gorda, cambió mi modo de ver las cosas. Saliendo del banco arrojé mi reloj de pulso al depósito de basura "ya no gobernarás sobre mí" le dije en tono de vencedor. Ya no tengo la cortesía de antes, de hecho soy un poco patán. "Primero yo" es mi divisa. Igual, como la gorda, ya no soy tan cuidadoso con mis alimentos, soy un poco más desordenado que antes, cuido menos de mi aspecto. Ya no me preocupo tanto por lo que la gente pueda pensar de mí. He cambiado y ¿Saben qué? Soy más Feliz.

dragonfly
02/03/2009, 01:06
Jajajajaja estupendo relato mi Jorgito... estupendo, me encantó.
Besoooo... grandeee... ♥

karlacris
02/03/2009, 15:45
En verdad disfruto de sus historias Jorgito, siempre me sacan una sonrisa!
Y con este cuento de la cartera de la señora... no pude dejar de reirme al recordar a otras de mis congéneres que justo, el día que me tocar estar detrás de ellas en alguna fila, se les ocurre llevar la cartera más grande y con más cosas que las que necesitan...
Lo único Jorgito, es que yo no he podido olvidarme de mi reloj, tan así que siempre que me toca estar en esas situaciones les llevo cuenta de los minutos que me atrasan jajajajajajajaja

Me fascina su forma de escribir, sí, me fascina!