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Ver la versión completa : El fenómeno de la precipitación



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
29/01/2009, 07:10
“Algo que se mueva de un extremo a otro de un granito de arena con la velocidad del rayo o de la luz nos parecerá estar en reposo” (G.C. Lichtenberg)

El tiempo abstracto y el conceptual, como todo lo abstracto y lo conceptual, se presta a lo que llamamos indeterminación, a deshacerse de una misma manera de ser. Podemos indeterminar el espacio moviéndonos rápidamente de un lugar a otro, indeterminar la vista invirtiendo sus patrones de expectativa o, finalmente, podemos indeterminar el tiempo haciendo menos denso su margen. Este ejercicio, igualmente, se presta a su inversión, no necesariamente simétrica, indeterminando el movimiento con quietud, el desconcierto visual con su identidad o, finalmente, el tiempo haciéndolo denso.

No hay duda que el margen de determinación e indeterminación es dialéctico del cambio de su objeto. Una de mis críticas preferidas a la dialéctica es también una de sus fortalezas. Todo cambio puede decir lo que cambia, pero no puede asegurar lo que cambiará, que, más bien, ha de ser el pivote que crispemos en su aumento de conocimiento.

Sabemos bien que la densidad del tiempo es un fenómeno comprobable. En la conciencia infantil el tiempo parece dilatarse; parece que se extiende más y los días son más largos que de viejos. En situaciones como los accidentes, el tiempo se hace denso y cabe más en él, un instante se intensifica. Una aburrida jornada laboral se puede hacer eterna y una situación única pasar volando.

Sostengo que los fenómenos del tiempo se extienden y contraen en función de sus grados de conciencia. Una conciencia muy desarrollada se hace dueña del paso del tiempo, y una torpe lo padece. La formulación matemática de esta función en márgenes de objetos, matriz de variables, podrá facilitar la comprensión de esta idea a aquellos que más dificultades tengan con los ejercicios de abstracción. Los más despiertos pueden pensar en el contenido que se hace posible a la conciencia en el objeto que se expande.

La negatividad perceptiva con la que los objetos violan nuestros márgenes hace que ellos adquieran cierto grado de capacidad de indeterminación de nuestra conciencia; digámoslo así, la negativizan. El tiempo de un viaje en trasporte, por poner un caso, se negativiza con los horarios, el tráfico y otros accidentes sociales. El tiempo del viaje, pues, es el tiempo en su relación social, donde se encauza.

Está claro que el tiempo de un Robinson Crusoe no es un tiempo social, y ahí radica la diferencia del margen comprendido de su tiempo. La soledad no tiene ni margen de extensión del tiempo ni significado social; es intensiva de ella misma, cosa de su soledad. Esta aclaración nos sirve para poner el tiempo propio, privado y abstracto en su sitio, fuera de aquí, en su margen. Así, dirá el físico sus absurdos y el filósofo sus esencialidades olvidando el reclamo de su urgencia.

El fenómeno de la precipitación es característico porque la expectativa de tiempo lleva implicado su ritmo, no el de la conciencia, sino el que los objetos de su trato terminan por configurar. Esta determinación y carácter final se hace a todas luces no sólo cercana, sino inmediata; hace de otro tipo de objetos una paranoia más característica del tonto que del loco. El significado posible de la acción se reconoce no en cuentos de viejas, sino en que sólo ahí la urgencia lo cree. Que su significado sea verdad o no es algo ridículo para la urgencia; no es algo inmediato, sino mero cuento.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
30/01/2009, 09:21
Sostengo la tesis siguiente: Conforme vengan dados los márgenes temporales de los objetos menor será su grado de conciencia. Cuando más reducidos sean los intervalos posibles menor será, a su vez, su conciencia. La precipitación, si es cierta esta tesis, es una condición formal del tiempo que al reducir su posibilidad se rellena con la identidad de su expectativa; es decir, se hace el mismo el tiempo actual que el esperado. Su falta de conciencia, entonces, lo ha eliminado y lo ha hecho sintético de un vacío, cabalmente, sobre el que se precipita.

Mari Paz Pascual
30/01/2009, 19:16
Se podría decir que es un momento infimo que no da lugar a movimiento, (para la conciencia). Así la deja aislada. sin manifestación, no hay intersubjección.

Por esa precipitación, no sería el lugar de la conciencia, es decir que si ya no hay acceso a esta, esa sinteticidad, la precipitación puede ser una condición para el objeto en su tratamiento. Podría vislumbrarse de este modo.

La complejidad entonces no es la conciencia, el sujeto operante sino la expectativa en su aparecer ese momento sintético sertía el movimiento, la sinteticidad que dá lugar a otro firmamento, donde le sujeto podría ser alterado en otra dirección lo discursivo sería a donde se alejan.

Mari Paz Pascual
30/01/2009, 19:19
Que por ese grado de conciencia, relevante en los márgenes amplia o reduce la posibilidad del objeto. La sinteticidad no alcanza el mismo grado que en el mensaje anterior, porque la conciencia ahí es anulada mientras que aquí es relegado a un supuesto nivel para el margen que incluye la condición al sujeto.

No hay del todo una negación está en camino por un supuesto nihilismo a seguir.

Mari Paz Pascual
30/01/2009, 19:25
Esto no indica nada al siginificado, solo hace referencia a su contenido y su posible movimiento la posibilidad de sus pasos. Esta sería su transparencia.

Al modo que lo he entendido sería así. Que de todas formas habría que preguntar a los márgenes sobre ese nievel para ver hasta donde alzcanza la transparencia si en tiepo social hablamos sería ver donde nos hallamos en el proceso de variabilidad, su alteración dentro del fenómeno al que se halle o relacione dicho ejercicio.

Mari Paz Pascual
30/01/2009, 19:29
Entonces por la más o menos incidencia de ese grado de conciencia, (el sujeto oculto) o la amplitud del margen, podriamos identificar el tiempo espacial en lugar, del tiempo urgencia donde el sujeto es su puro nihilísmo. Su anulación.

Dos pasos respectivos la mediación y la inmediatez, una vulnerabilidad que por el sujeto el objeto se podría ver en trasparencia para el contenido. Su fondo, otra dimensión en el plano.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
31/01/2009, 04:57
Mari Paz, una de las cosas que me sugirió esta idea fue el cálculo infinitesimal, una de las teorías más absurdas y ridículas que se puedan concebir. El mundo dialéctico lo pongo al ritmo del cambio en un sentido crucialmente fenomenológico.

Has visto con bastante claridad en qué saco al sujeto. Pero siempre queda de él el grado de conciencia que dejó, lo que el conocimiento debe aproximar hasta aunar la diferencia. La diferencia, entonces, en lugar de ser objeto que crispe es el que facilita a la conciencia la forma de adecuación; su olvido, podríamos decir, es lo que hace posible su recuerdo. El desarrollo de la síntesis, que parece que quedó pendiente, se vuelve en acción ética de la conciencia en un sentido estrechamente relacionado con mi defensa de la solidaridad; lo opondremos, de nuevo, a un sentido distinto del de las malinterpretaciones de Nietzsche.

Cuando cuente con más tiempo detallaré más estas cuestiones.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
01/02/2009, 06:28
“donde el sujeto podría ser alterado en otra dirección lo discursivo sería a donde se alejan”

Esta situación es interesante porque se hace problemática. El sujeto no sabe, no es el que tiene conciencia; la expectativa, por el contrario, sí sabe, sí tiene un simismo, una especie de conocimiento integrado con anterioridad a su experiencia. Sin duda, defiendo su evolución pragmática.

Las condiciones de la acción las crispo de la siguiente manera: de lo más nouménico, abstracto y puro, a lo más condicionado, sensible e inmediato. Se debe cuidar, no obstante, de no precipitar la posibilidad de su conciencia, aquello que se indetermina. Propuse, en este sentido, una crispación ética, un movimiento de afinamiento; recordemos, conceptual, perceptual y nouménico. Los que más dificultades tengan con este nivel de abstracción, de nuevo, pueden ir a una mayor sencillez cientificista de la mano de los órdenes cerebrales afectivos, más indeterminados. Pero no se debe olvidar que lo que hace crucial a la ética no es el bien, sino su conocimiento. Es, claramente, el objeto a crispar haciéndolo diferente; ¡ampliándolo!.

Esta postura es estrictamente filosófica y, sin duda, relativista de la misma inmediación de la acción, donde se reconoce esa ética. No necesitamos para nada ni la verdad, ni el bien, ni cuentos semejantes. Lo ridículo del infantilismo de la verdad es que no tiene conciencia ni, por lo tanto, urgencia..

Mari Paz Pascual
01/02/2009, 09:22
Si, esta claro que con la expectativa el sujeto se elimina en la conciencia, de esta forma que indicas así la expectativa revela la conciencia a suponer y disponer del objeto no en sí sino en lo que proponen. El relavitismo desaparece en el momento que se interroga, según sea el qué Su respuesta es refinada tratada por esa ética que la molodea a decir no es más que su tratamiento estético, la forma tras su acercamiento, no quedando determinado el objeto se manifiesta por su interpretación.

En terminos de verdad es su reconocimiento, su momento, su emergencia que no es una conciencia, es algo más en su tratamiento.

Mari Paz Pascual
01/02/2009, 20:08
Se presenta la consulta expiatoria de la relación entre expectativa y los márgenes que por esos límites determinan a ella, a la expectativa no en su naturaleza que la transforme sino en su polibilidad desde su emergencia, no se halla en urgencia puesto que conciencia no hay, se postergó por haber madurado, los márgenes moldean, en la expectativa recae si es este el protocolo, el criterio filosófico se toma en conciencia a definir, es por ese, donde irá el sujeto “hacía sus límites” si que es peliagudo Alberto, puede que ya hayas establecido está proposición.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
05/02/2009, 05:10
Una de las características de la precipitación es que es anterior a la conciencia, que la concepción del tiempo es anterior a su experiencia. La razón por la que propuse esta línea como relativista es por hacer los conceptos plásticos, sólo modos de totalidad y no absolutos. Digamos que la concepción formal-gestaltista tiene una condición a priorista de la que se sirve para su desarrollo. No es, como se ha dicho muchas veces, más que el supuesto a profanar.

Un tiempo conceptual usa un margen filosófico que aterrará a todos los dogmáticos maltratadotes del carácter evolutivo de la verdad. Que el tiempo sea una condición objetiva que la física haya torcido en su identidad espacial no hace sino reclamar el despropósito de toda filosofía que quiera hacerse sólo cientificista y no también fenomenológica. No es casual, pues, que la fenomenología no requiera de física sino de filosofía esencialista.

En mi pragmatismo el tiempo se hace no sólo menos estético, sino demasiado rápido para las condiciones temporales de la conciencia. Como sugerí en su día, el tiempo se suspende en el movimiento trascendental que hace posible su indeterminación. Aquí se puede ver dónde y por qué se ponen de los nervios los cientificistas con algunos filósofos. El tiempo objetivo es aquella ramera callejera que dice lo que queremos oír, y el filósofo dice que no es nuestra novia virginal.

Lo primero que hicimos fue poner el tiempo físico en su sitio, fuera de aquí. El margen del físico es un modo de un absoluto. Tan absoluto es que su significado concreto no tiene un significado claro en la acción, sino en una sofisticada teoría. No es de extrañar que el pragmatismo sea una cuestión de responsabilidad.

Las totalidades son objetos del trato que siempre andan un poco precipitadas respecto de su fuente original. Aquí reside la crispación de la sinteticidad de la conciencia con respecto a la de la expectativa. La expectativa es anterior a su experiencia inmediata y a su recreo psicológico. Los dos casos son precipitados salvo en la sinteticidad de la conciencia que crispa la expectativa en un orden de ampliación del margen electivo. Sin duda que esta elección no es libre, sólo es trascendental, pero, por ello mismo, si es pragmática es posible.

Nietzsche es un filósofo pragmático en el sentido profundo y no ingenuo de acción moral. Tuvo la precaución de no dejarse contagiar por los vapores y ardores de los demás. Al comprenderlos más que compartirlos pudo interpretarlos en su moralidad. Vendría a decir: “ustedes, señores míos, son víctimas de su propia sandez; no tienen solución sino madurar en la comprensión de su dolor”. La voluntad de poder es un evolucionismo que se descubre sorprendiéndose ante la libertad de la responsabilidad del artista con su arte. Si bien cierta falta de finura de Nietzsche lo precipitó en un prejuicio que negaba lo comprensivo de toda moral, no ponemos en duda su finura con lo emergente que ponía en juego la urgencia.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
05/02/2009, 07:47
Aclaro que el pragmatismo de Nietzsche y mío son literarios, una licencia que tomo sobre el objeto de mi crítica. El único pragmatismo en el que me reconozco es en el de la conciencia evolutiva y en algunas partes de la increíble filosofía de Peirce, que debido a su elegante base kantiana es muy similar epistemológicamente al mío. No es casual que los dos hayamos emergido de las insuficiencias, tanto teóricas como prácticas, del incondicional kantiano. No obstante, comparto ciertos tópicos pragmáticos. Por ello, mi pragmatismo se ciñe a mi objeto y no a lo que ningún supuesto pragmatismo diga. El único responsable de lo que escribo soy yo.

El modelo perceptual, conceptual y nouménico es una condición límite que se orienta en el sentido de la acción; se amplía comprensivamente de la condición en la que la urgencia descubre su falta. Su intencionalidad es una condición lógica y no psicológica, pero su lógica es un margen que se amplía en lo comprendido en la acción. No hay chismes de viejas que pesen más que la urgencia; ella es la que trae el auténtico pulso inmediato y no su falsedad en una verdad que quiere someter la condición que hace ética la acción y no su supuesto y miserable bien. El bien en la urgencia se sabe, es sutil filosóficamente, no una precipitación que hace filosofía de lo que no sabe, ridícula tautología. Su carácter procesual es el ritmo sintéticamente asumido, es decir, lo que incorpora del tiempo del objeto que trata. Se puede ver que no sólo el tiempo es condición, pero sí la más fina. La finura que no nos atrevemos a cuestionar de la estética de lo afectivo, una especie de sutilidad del sentimiento, sólo trae conciencia en su suspensión e inversión temporal. Por ello, el tiempo es el verdadero límite que crispa la conciencia en la inmediación de la urgencia; podríamos decir, el que marca la posibilidad del efecto boomerang.

También aclaro que el cinismo de mi trato con el sujeto es cínico porque lo despersonaliza, lo priva de identidad psicológica. Hace de él un objeto de la voluntad, más determinado, o un objeto ideal, más indeterminado. Los niveles de inmediación y mediación, cruciales para su representación, son los márgenes de los que nos servimos para desensimismar sus grados. La comprensión habla de ellos.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
05/02/2009, 08:01
Observemos una característica conflictiva del movimiento de la conciencia. El ritmo de lo que sucede entre sus márgenes no es sólo lineal; no hay tal cosa como una sola reducción causal. El ockhamismo del regateo de condiciones es un ultraje a cualquier petición de proceso, a cualquier ritmo que quiera ajustarse a lo que sabe y no sólo a su esencia miserable. Como dijimos, no es el sujeto el que sabe, sino el conocimiento lo sabido, lo que de ello ha quedado entre márgenes. Si se insiste en la simplificación de una manera de ser las cosas, las estrechadas bajo unas condiciones, nuestra sutileza cede en favor de lo grueso. Los márgenes comprendidos en un pragmatismo no son mera reducción, sino la reducción que condicionaba su acción.

La acción no es un mero hacer, al modo de un simple y hueco finalismo; fue en el afinamiento donde implicamos lo sutil en lugar de lo vago. Lo dado es profanado en la condición que se amplía crispando. Su estética es un modo de ser lento, con unos márgenes temporales fijados, determinados. Su profanación se hace más decisiva en la sutileza temporal. Si hay más capacidad de tiempo, si es más posible su indeterminación, somos creadores del ritmo de nuestra responsabilidad. Se va haciendo, poco a poco, una identidad no sólo perezosa de lo vago y lento, sino de un avance ágil donde pesa más lo sabido, lo muy fluido y rápido.

El conocimiento se ha visto en la reflexión reduccionista de una manera dada en un tiempo lineal, el de una misma cosa que condiciona el torrente que contiene. Lo que hace al tiempo relativista es que pueda ser no nouménico sino conceptual, pero no de una misma definición, sino de la inversión de lo definido en lo que lo definía.

El tiempo se olvida en cuanto no se sabe. El saber son los márgenes comprendidos no sólo como condiciones formales, sino como condiciones de conocimiento. Pero el conocimiento es mucho más evolucionista que lo pensado. Si fuese una especie sería la especie más plástica, la más posible; pero que ella misma es, también, la más peligrosa, la más reproductora y la más lógica. La identidad ha de saberse para ampliarse.

Una grieta sutil, como en la visión, el cerebro o el conocimiento, sólo se sabe crispándose. Si no se sabía era por lo precipitado que había en ella, porque se creía y no se forzó su conciencia. Su creencia es un supuesto precipitado, no es su conciencia su precipitación, sino, más bien, precipitación es su falta de cuidado. Se anda a tientas pero se afirma y afianza en lo tenaz de su voluntad; pero no la intencional sino la que tiene intención, es decir, no la que transita relacionalmente, sino la que quiere solidificar su paso.

Hace unos días surgió la falta de conciencia de la labor institucional. No hay duda de que es un caso extremo del olvido y de la ligereza a la hora de generalizar la afirmación que contenía. El momento afirmativo es necesariamente ciego, irracional y precipitado. En términos sencillos la afirmación es ingenua y dogmática; su duda, su ampliación, su no simismo, es su conciencia. El contenido supuesto está ahí para ser profanado.

El sentido evolucionista de la conciencia es rupturista. La conciencia es superadora, no progresivamente, ni acaso históricamente, sino sintéticamente de su actividad. La conciencia lo inunda todo, pero sólo sabe lo que vigila, su cuidado. Lo más inmediato es que la urgencia que no se anda con cuentos, no yerra porque no piensa, no diagnostica por momentos sino su tiempo es continuo con su sufrimiento. En la lógica de sus términos, en lo que en ello cree de verdad, el tiempo perdido es un vacío irrecuperable que no se distrae tratando de conocer lo que ya sabe. El artista, la conciencia que crea, pone nuevas formas que hagan posible lo que antes ni era. Es el sentido crucialmente ético y artístico de la paradoja del arte frente a la vida. Las formas platónicas eran artísticamente pervertidas por el artista. En sentido estético, el artista no utiliza la belleza sino la crea. Su genio emerge con la conciencia de hacer de la improbabilidad el objeto de la obra.

Uno de los timos del falso orden de Spinoza era hacer de la belleza una forma final. La negación maníaca de la voluntad era negativista hasta el paroxismo. Así dice cómo el ojo ve negando que quien ve es la voluntad. El único triunfo es el de la voluntad que es insaciable. No necesita saber pues ella es antes que saber; no necesita que le enseñen nada pues ya lo sabe. Su verdadera naturaleza no es saber sino querer.

Como es fácil de comprobar en la visión, el cerebro o el conocimiento, su condición formal se repite al hacer los márgenes los mismos en su sucesión. La distinción está, como es claro, en lo que es más sutil y más posible, en lo más indeterminado: no lo conocido sino el conocimiento.

La ética, como vimos, es la que elige el bien por saberlo. Su elección es crucial, y por ello es tan sutil. Su margen de conciencia es lo descubierto de ella misma en lo que se ha ampliado.

Miremos una cuestión, lo que se precipita es lo que menos se sabe. Se precipita lo que está determinado. La indeterminación es contraria a la expectativa porque no la contiene. La expectativa tiene poco saber porque ya viene elegida; es, en este sentido, quien fuerza y sale beneficiada con el ritmo del trato. A más rapidez, a menos conciencia, más gana.

Las condiciones estéticas se hacen más sutiles al hacer más posible su indeterminación. En el caso de los estados afectivos son más indeterminados al permitir una elección que no depende sólo de su orden motor; están, insistimos en ello, menos determinados. El orden motor, más volitivo e inmediato, se amplía en el orden afectivo, se hace un tanto más sutil y tiene un margen nuevo que lo amplía. Pero esa novedad no la ha puesto la conciencia, es ciega, no sabe; no tiene nada de ético.

Aunque no lo queramos así su estética se ha sutilizado, pero es necesariamente dada. La inmediación de una expectativa continua es campo para biólogos y no filósofos de la mediación. En cierto modo, todo es inmediación, incluso la conciencia, pero el conocimiento y sus condiciones de máxima sutilidad llevan el proceso a una situación límite que rompe el orden de sus términos. Hay un punto en el que lo dado es crispado en una especie de orden inverso. Lo que era dado (1) es, a su vez, dado a una indeterminación de ese estado (2). Los mismos dados lo son sólo en la suposición de la identidad de su continuidad, pero ya no son los mismos sino que su conciencia los puede hacer distintos. Si la expectativa quiere ser ciega a pesar de poder ejercer su conciencia entonces su conocimiento no sabe y se precipita. Se insistió, por ello, en la densidad del tiempo que se espesa y casi no puede fluir. Así, en los estados inmediatos el tiempo afianza sus cadenas y la conciencia llega tarde y toma su simultáneo por sí mismo. Son los estados indeterminados los que permiten hacer intensa, máxima, la distancia mínima con el momento simultáneo.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
06/02/2009, 07:51
Veamos que la acción inmediata es siempre precipitada. Si mirásemos y no viésemos habría un problema serio con nuestra visión; si pensásemos y no pudiésemos comunicar el pensamiento habría un problema serio con la finalidad del lenguaje; si quisiésemos andar y sólo oyésemos no llegaríamos a ningún sitio, etc., etc. La acción inmediata es una respuesta orgánica, como respirar.

Conozco un fumador que mientras duerme se olvida de respirar, y tiene que acompañarse durante el sueño de una máquina que haga de su conciencia. La precipitación es un concepto algo más complejo que la función de la máquina, pero puede hacer de aclarador de mis densidades.

La ignorancia de la precipitación la muestra que muchas personas que padecen sinestesia lo desconocen totalmente y viven su descoordinación de sensaciones como algo totalmente normal. La precipitación desconoce el margen de su ignorancia; sólo sabe el de su inmediación o su campo de determinación.

En la precipitación, como hemos visto, pasa esto: al haber más actividad inmediata, hay menor conciencia de ella; al haber menos conciencia, el tiempo pasa a saltos continuos, sin apenas condición de urgencia; aunque el tiempo se haga largo no es más que su pasión se ha hecho continua, nos hemos hecho sujetos del tiempo; pero su continuidad no era más que subjetiva, pasión del tiempo; cuando la conciencia quiere actualizarse en aquello que no era sólo pasión, reconoce inmediatamente un ritmo continuo retrasado, no había un mismo sujeto en el tiempo, sino sólo pasión de tiempo.

El tiempo se presta especialmente a vivirse según grados de conciencia; es intensivo. Digamos que su simultaneidad no es más que conciencia incompleta, filosofía ingenua. El tiempo mentado, el tiempo subjetivo, no es simétrico con el supuesto tiempo objetivo. El tiempo en este tema es lo que a menos conciencia, a más vacío de ella, más nos indetermina; se hace, y esto lo puede experimentar cualquiera, determinado. Aunque parezca dialéctica tosca no es por ello menos cierto que o indeterminamos el tiempo o nos indetermina él.

Con hacer el siguiente experimento mental es fácil comprender un conflicto: mírese en un reloj el correr de lo segundos; piénsese cómo se podría rellenar esos segundos con actividades; háganse esas actividades y comprueben la diferencia entre la perfecta concepción del tiempo y el de su ejecución. La idea clave aquí es comprender el tiempo. El tiempo no es una condición perfecta sino que puede ser pensada así, perfectamente. El tiempo abstracto, el perfecto, no es el tiempo comprendido. El tiempo comprendido es el margen de acción del tiempo. La elegancia del tiempo perfecto es crispada en el tiempo posible. En el tiempo posible no entra todo lo concebible del tiempo, toda su indeterminación, sino las condiciones de posibilidad del tiempo.

El tiempo como objeto es el tiempo posible, no el tiempo de la física, sino las condiciones del tiempo en su acción. De nada vale concebir tiempos delirantes que en bien poco se parecen a los posibles. El tiempo posible es el que pierde uno frente a la televisión, el que tarda en asearse antes de ir al trabajo, en conversar con unos amigos o escuchado la radio en un atasco. El tiempo es claramente objeto de solidaridad, y la solidaridad es una condición inmediata de la acción, un significado propio que en su continuidad es expectativa inmediata que nos precipita a cumplir con su significado.

La inmediación es típicamente orgánica. La conciencia y la inmediación no son sino dos caras de una misma moneda. Los estados más posibles son los más indeterminados y los más determinados los menos posibles. La función de la conciencia está en su complejidad: amplía márgenes, tiende a comprenderlos. La mediación pone en relación órdenes no desde lo más bajo, lo inmediato, sino desde lo superior a ello, su conciencia. El tiempo en la mediación no depende de lo que en ella es orgánico, sino sintético; no es un tiempo vaciado por la precipitación del organismo ciego de conciencia, sino el tiempo de una conciencia que se ha desposeído en los objetos con los que se relaciona.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
13/02/2009, 05:04
Jss, no tengo claro que sepa lo que se dice cuando se trata de lo objetivo. En cualquier caso, me sirvo de la posible duda para aclarar. No es lo objetivo de nuestro amigo Pompilio y todo ese cientificismo que habla de la indeterminación de los conceptos, o su sola determinación, es decir, su exacta indeterminación. La conciencia invierte el trato, lo crispa y el conocimiento lo profana.

El juicio de valor del carácter aberrante no quita su efectividad ni, en modo alguno, su urgencia.

El pragmatismo es el ejercicio sutil, el cuidado conceptual, perceptual y noumenal. Espero poder ampliar esta línea en la que Mari Paz mostró interés. El sujeto en el trato sociológico adquiere una proporción distinta que lo indetermina. No soy yo el que va a hacer ciencia de ello, que bien se puede, sino reflexión filosófica sobre ese tipo de trato. La implicación del grado ético hoy en día es una determinación no solo especulativa. La empatía es el tipo de absoluto que precipita a no ser comprendido. En el cientificismo, el objeto precipitado como primacía, se estrecha entre márgenes no sólo no éticos sino extraños. No hay que tener muchas luces para ver que la filosofía urge en este sentido.

No hablé de Nietzsche caprichosamente, sino en lo que su reflexión era crucial. La moral son condiciones del valor de las acciones con unos límites que en el pragmatismo se hacen complejos. Nietzsche hace una crispación de lo que es inicial, casi mítico, como lo que le pasa a uno cuando se enreda con el lenguaje que usa. Desprejuicia su alcance en un exceso de valor, la valentía indeterminada de la voluntad de poder que quiere mirar más allá de lo que puede ver. La debilidad que criticaba como fuente de la moral la opuse en su condición de lo moral y no en su mera objetivación, la moral.

Al haber iniciado en cierto modo estas reflexiones en un ambiente sociológico, el objeto de mi trato es lo que es más característico de él. Como creo que Mari Paz llevaba cierta razón en mi precipitación filosófica y no sociológica, paso el debate a su sitio. Quien tenga relación con estas cuestiones sabrá que la filosofía no se enquista del todo. Cuanta más teoría sociológica se haga, cuanto más seria es, más parece filosofía. En los foros a veces se desproporcionan los temas. Cualquiera puede ver que no trato con manuales de teoría sociológica ni con historias de las filosofías. Sé que cierta erudición asusta a algunos, casi tanto que parece que saber fuese un desmérito. Esas cosas hablan por sí solas. La propiedad, en cuanto se trata con cierto rigor, es sólo ingenuidad, si no falsedad.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
16/02/2009, 06:06
Le he de repetir de nuevo que preste más atención a lo que escriben los demás y mucho menos a lo que se le pasa por la cabeza. El movimiento especulativo de los conceptos en su aproximación a la urgencia, en este caso de la temporalidad de la conciencia, es el sentido del pragmatismo que defiendo.

Si se ha de decir algo de Nietzsche es por su rasgadura en el enfoque evolutivo de la moral. Aproxima la ética de la voluntad de poder en una crispación de la moral que debilita; se mediatiza en la ñoñez y la chapucería.

No hay duda de que se debe enfocar mi crítica desde la ética del otro que recupero en su valor, en su margen primera y primariamente sociológico. Su crítica a la compasión de Schopenhauer la crispo en su incomprensión. Lo inmediato del trato es un saber sin conciencia, un saber que no es conocimiento, y cuando lo es olvida lo que de ello sea ético.

Esta es la última vez que trato con usted que sólo parece incordiar en los temas con sus frases relámpago. No es la primera vez que retiro el saludo a alguien. En su caso, no veo que aporte nada a mis temas o en los que he coincidido con usted. Si quiere brillar suba la intensidad de lo que se le aparece por la cabeza.

Serg
16/02/2009, 13:27
Lo inmediato del trato es un saber sin conciencia, un saber que no es conocimiento, y cuando lo es olvida lo que de ello sea ético.
.

Me agrada esto, en lo que toca al tema. Pero aunque es una postura fertil, solo recuerdo que de esa forma explicita la haya tratado(y no completamente) Levinas o Lacan. A quien acude usted para ella? Me gustaria ver como desde la sociologia se le acercan.

Respecto de lo que aca ocurra, pensando en Nietzsche, recuerdo unas frases muy agudas...dejeme ver...aca esta. El Nietzsche que alguna vez dice "Antes la muerte que la mediocridad!"(Voluntad de poder, paragrafo 1047), por otro lado (y mas maravillosamente aun) decia:
"El odio contra la mediocridad es indigno de un filosofo, es casi un punto de interrogacion sobre su <derecho a filosofar>. Precisamente porque el es la excepcion debe tomar bajo su proteccion la regla, y debe respetar a todo mediocre su valor." (Ibid., paragrafo 888 ).

(ya me estoy volviendo estoico, jeje)
cuidese

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
16/02/2009, 14:24
Bueno, por cómo oriento estos temas, más que sociología de manual, es claramente filosofía sobre la esencia de lo social. La ética de Schopenhauer y, más en general, su metafísica de la voluntad son la lógica de la evolución del proceso. Pero en la voluntad no hay lógica. No es la verdad lo que interesa a la urgencia; le interesa al conocimiento, que debe ser cuidado por la conciencia, que sí anda en esa extraña agonía del sujeto.

¿Conoce usted el ensayo de Badiou sobre Nietzsche y la antifilosofía?; es como un forzamiento o crispación extática. La temporalidad se hace, en ese caso, intensiva. Es el descubrimiento que da de comer a los que esperan alimento para sus pobres almas. Es ética y no estética, un hambre de una falta sin nombre, sitio o rostro.

Aunque muchos sociólogos desconozcan esta faceta de la sociología y el arte, con leer bien a Kant –o a Aristóteles o Baltasar Gracián- se muestra el ritmo de las formas de condicionan lo que parece que se adelanta del retraso y recreo. Como dije sobre la expectativa, es un buen caso de reclamo de la filosofía ante esa neurociencia descerebrada y cientificista.

Mari Paz Pascual
16/02/2009, 14:48
Jss, no tengo claro que sepa lo que se dice cuando se trata de lo objetivo. En cualquier caso, me sirvo de la posible duda para aclarar. No es lo objetivo de nuestro amigo Pompilio y todo ese cientificismo que habla de la indeterminación de los conceptos, o su sola determinación, es decir, su exacta indeterminación. La conciencia invierte el trato, lo crispa y el conocimiento lo profana.

El juicio de valor del carácter aberrante no quita su efectividad ni, en modo alguno, su urgencia.

El pragmatismo es el ejercicio sutil, el cuidado conceptual, perceptual y noumenal. Espero poder ampliar esta línea en la que Mari Paz mostró interés. El sujeto en el trato sociológico adquiere una proporción distinta que lo indetermina. No soy yo el que va a hacer ciencia de ello, que bien se puede, sino reflexión filosófica sobre ese tipo de trato. La implicación del grado ético hoy en día es una determinación no solo especulativa. La empatía es el tipo de absoluto que precipita a no ser comprendido. En el cientificismo, el objeto precipitado como primacía, se estrecha entre márgenes no sólo no éticos sino extraños. No hay que tener muchas luces para ver que la filosofía urge en este sentido.

No hablé de Nietzsche caprichosamente, sino en lo que su reflexión era crucial. La moral son condiciones del valor de las acciones con unos límites que en el pragmatismo se hacen complejos. Nietzsche hace una crispación de lo que es inicial, casi mítico, como lo que le pasa a uno cuando se enreda con el lenguaje que usa. Desprejuicia su alcance en un exceso de valor, la valentía indeterminada de la voluntad de poder que quiere mirar más allá de lo que puede ver. La debilidad que criticaba como fuente de la moral la opuse en su condición de lo moral y no en su mera objetivación, la moral.

Al haber iniciado en cierto modo estas reflexiones en un ambiente sociológico, el objeto de mi trato es lo que es más característico de él. Como creo que Mari Paz llevaba cierta razón en mi precipitación filosófica y no sociológica, paso el debate a su sitio. Quien tenga relación con estas cuestiones sabrá que la filosofía no se enquista del todo. Cuanta más teoría sociológica se haga, cuanto más seria es, más parece filosofía. En los foros a veces se desproporcionan los temas. Cualquiera puede ver que no trato con manuales de teoría sociológica ni con historias de las filosofías. Sé que cierta erudición asusta a algunos, casi tanto que parece que saber fuese un desmérito. Esas cosas hablan por sí solas. La propiedad, en cuanto se trata con cierto rigor, es sólo ingenuidad, si no falsedad.

Estoy completamente de acuerdo y a decir muy interesantes las aclaraciones, por lo que subrayo, añado también que al mismo tiempo dependiendo de la complejidad de la pregunta al objeto, puede parecer y a veces ser más filosófico que sociológico la diferencia vendría después en la exposición del resultado. (el proceso depurativo de la carga teórica, sustantiva y de valorativa)

Se agradece la argumentación el esmero y la atención

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
18/02/2009, 07:08
Me refiero al mismo pragmatismo del que hablo. Si las proposiciones se separan mucho de la percepción se desvinculan de ella, si no tienen conceptos están reducidas a su inmediatez y su condición teorética límite es el margen en que se hacen posibles como verdad. Es cierto que no es tanto un problema de si es filosofía o sociología sino de cuál es su caso. Así, el percepto no se desliga del concepto ni del límite de su verdad, trabajan conjuntamente en su proceso de aplicación. Este modo de acción es un remitirse, una y otra vez, a la crispación por venir. Las condiciones del hombre en general hacen que tenga que hacer un enorme esfuerzo para alcanzar lo meritorio. La negatividad del descubrimiento se basa en su falta de contenido, en donde reposa la raíz de esa falta. Urge cuidar de su conciencia y mover las fichas del tablero con esa sutileza. Urge, pues, el margen de aplicación de lo perceptual, conceptual y noumenal.

En ocasiones me he situado en una posición relativista que yo mismo he anunciado. En este mismo tema he apostado por un tiempo conceptual, mucho más pragmático que aquel al que no se le da más importancia que como condición general, abstracta y pura. No negamos lo que no es nuestro trato, sino que defendemos nuestro caso.

En sociología ha pesado mucho la cultura de autores como si sólo hubiese historia en sus teorías, como si el ritmo del progreso de sus teorías tuviese que ser como el de otras teorías más rápidas. He de decir que es una suposición de primacías que no ha de hacer del juicio y la acción el mismo trato. ¿Cómo se puede tratar la temporalidad sin atender sobre qué se cierne el tiempo o sus condiciones?.

El problema del discurso es tremendamente filosófico y se asienta con facilidad en su condición social. No en vano, he comentado en varias ocasiones la situación de la sociología de la ciencia y la del conocimiento. Las condiciones de verdad en la cuerda floja de los conceptos se hacen, parafraseando a Wilde, malabaristas. El arte, en cualquier forma que tome, presta no sólo condiciones estéticas sino las que se hacen inmediatas con su verdad. El artista crispa el objeto de su obra haciéndose forma en el influjo que causa en los demás. De nuevo, debemos acudir a lo que en los conceptos es plástico y no sólo verdad.

Me llamó a atención cuando leí El interaccionismo simbólico de Blumer que toma posiciones similares a mi pragmatismo (no es casual el tremendo influjo de Peirce en todo el pragmatismo, incluyendo a Dewey y Mead). Pero él encuentra la urgencia en la problemática científica, en la descripción del objeto, y no en lo que lo irracionaliza. No es un problema baladí. Rechaza el formalismo por el mismo relativismo en el que se enraíza su significado. De nuevo, se mira el irracionalismo al revés. La voluntad indetermina de manera distinta a como lo hace la conciencia. A partir de la conciencia operan los símbolos de una manera que su arbitrareidad es la confusión del sujeto. Como dije, la voluntad no se confunde porque sabe; es el sujeto el que se ve superado, pero ha de responder y actúa ante la limitación de tiempo de la urgencia, la característica de la precipitación y su falta de conciencia.

El límite de la racionalidad requiere de modelos que den cuenta de la acción de ese límite. El esquema racional que persigue a todo precio el cientificismo es, llanamente, incomprensión de su situación. El hombre no es una loca acción porque su continuidad se formaliza para ajustarse a ese origen. Los estados de conciencia conocen unos límites distintos de los de la inmediación. El problema de la formalización no es tanto si en lo gestaltico hay interpretación como que no todo sea interpretación en ello. El conocimiento cae con facilidad en asumir la propiedad del sujeto que lo sustenta. Las condiciones del tiempo, en lo que permanece frente al olvido, son condiciones de largo alcance. La voluntad no descansa y el sujeto se indetermina, no tanto por una voluntad que es anterior a él como por el tiempo de los objetos con los que se ha fundido su conciencia, suplantándola.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
19/02/2009, 07:22
Si el otro es una condición inmediata de la que se sirve su precipitación, el fundamento de la solidaridad, es importante entender si la urgencia es dada, condiciones impuestas, o tomada, condiciones mediatamente elegidas. La conciencia ha de ser la puesta en relación para que la indeterminación no crispe la posibilidad ética en estética. Si lo tomado es retornado como dado no hacemos sino facilitar la indeterminación, promoverla como forma. Debe ser visto el ejercicio de conciencia como ejercicio de cuidado.

Para relacionarlo con mi habitual crítica al cientificismo, se puede ver qué sociología miserable hace indeterminación de su objeto. Pero no es un mero objeto, como un estado inmediato sin conciencia, sino un estado impulsado en una precipitación de la que cuidamos. En lugar de hacer determinación objetiva, abstracta y ensimismada hacemos comprensión, cuidado de los márgenes del proceso.

El afinamiento pragmático pone la conciencia no sólo en lo que ya conoce de su trato sino también en lo que lo amplía y no es igual. El falibilismo, de esta manera, es una condición teorética de ruptura de continuidad.

Peirce mostró admiración por el conservadurismo, pero esta sencilla aclaración facilita que la acción del cuidado no se entregue a lo dado sino lo crispa en su aproximación a la urgencia, vista ahora como cosa en sí. La predisposición moral del pragmatismo que se responsabiliza del cuidado de la acción la estrecha entre márgenes perceptuales, conceptuales y noumenales. La acción fluye empíricamente y no está enlatada en una cosa en sí sin contenido, sino precipitada en lo que creamos en ella.

Durkheim también mostró admiración por cierto orden en la tradición. Su conservadurismo sí es entendido dialécticamente, es decir, la normativización es un reclamo que debe supervisarse en función del efecto solidario y no sólo de los rigores del deber; es, como defiendo, más normalización que normativización.

En días anteriores defendí que Durkheim no era dialéctico sino su objeto es inmediato con su síntesis –social-. Se engendra en un proceso que se lleva a cabo solidariamente y no por fuerzas extrañas a él, como la obsesión materialista e histórica de los hegelianos y marxistas.

La voluntad sabe más que la historia. La argucia de la razón, prácticamente lo mismo que el mito de cientificista, es el recreo del ojo que ve lo que mira, y el sujeto quien se atribuye la creación de su visión, como si fuese algo distinto de su inmediatez. De modo que Durkheim no se precipita como el prehistórico Comte a hacer sofistería en forma de filosofía de la historia. La moral es la moral escrita por el hombre y no por Dios, cosa en sí absoluta. Es el sentido en el que Durkheim desprejuicia la acción de su juicio, dando su justo peso a la creación de la síntesis y no sólo a su dictado.

marcknus
20/02/2009, 22:25
Sin embargo tengo la impresion de que si sustituyo el termino tiempo por el termino conciencia, en su exposiciçon no habrçia perdida de consistencia.
Como si se tratara de un tiempo evocado y preconciente. saludos

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
21/02/2009, 05:32
Parece que sería así. Pero esa preconciencia, que creo gustaría a serg en su reverso, la propongo como objeto a profanar. Si su evocación es pretensión objetiva, es la acción quien la indetermina. Ahí está la urgencia, no en el tiempo en cuanto tal. (Además de que creo que Bunge no entiende a Wittgenstein, ni a muchos otros, su inmoralización atiende a lo que descuida. La lógica de unos es un vacío, una falta de conciencia; la de otros, por el contrario, es la aproximación a la urgencia).

El sentido sociológico en el que lo tomé, la conciencia es muy importante porque es el cuidado, lo que hace posible el paso sutil de lo dado a lo tomado. Epistemológicamente es acción de conocer, filosofía creativa.

Lo intensivo del tiempo como posibilidad es pragmáticamente lo mismo que lo intensivo de la conciencia. Desde la indeterminación de la síntesis la olvida y se hace problemática, en mi opinión, peligrosamente irracional, conduciendo a desproporcionar el conocimiento, un claro mérito, entonces, hecho pasión e indeterminación.

La acción solidaria del tiempo, que imita su alineación formal, se hace colectivamente relevante.