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jorgesalaz
25/11/2008, 03:41
La Duda
La carretera ascendía en una curva pronunciada. La luz reflejada en el asfalto saltaba en pequeñas chispas a causa del aguanieve. El motor de su Audi A5 ronroneó al imprimir más potencia en la subida. Iba por la parte interna de la curva, a su derecha, el alto recorte de la montaña. Al frente un pesado camión llevaba tres gigantescos troncos amarrados con cadenas aseguradas con grilletes. Redujo por mera precaución velocidad a su marcha. Fue entonces cuando notó la enorme piedra obstruyendo la ruta del transporte. El vehículo trató de esquivar la roca pasándose al otro carril por el espacio que dejaba el Audi y la piedra. El remolque con los troncos, dio un coletazo como un gran cocodrilo empujando al auto contra la pared rocosa. Los seguros de las cadenas se abrieron y su cargamento lo arrastró montaña abajo, cediendo el barandal junto al profundo precipicio. El no sintió nada desde el primer golpe.
Despertó lúcido e indemne en un piso blanco algodonoso. Jirones de niebla pasaban perezosos a baja altura. Volteó hacia todas direcciones y observó el mismo paisaje blanco. Sin embargo, no sentía frío. Se puso en pié ágilmente y escuchó una especie de carraspeo seguida de una voz senil: ¡Acércate Ricardo, hijo! Y lo vio a unos metros de él. Le recordó al Moisés de Miguel Ángel ó a uno de ésos dibujos de Zeus en el Olimpo. Sus largas y blanquísimas barbas llegaban hasta su pecho. Un semblante que denotaba una infinita sabiduría acompañada de una bondadosa expresión a más de su majestuosa potestad sentado en aquel trono de níveo mármol le daban un aire de divinidad. Su voz, sí, ahora la identificaba, era algo parecida a la de su padre. Yo… -exclamó. -Usted… ¿Dónde estoy? -¿No lo imaginas? -Contestó el personaje. -Iba en mi auto, perdí el conocimiento… eh… no sé, estoy confundido… -¡Vaya! -Dijo el anciano ¡Ya lo creo que no entiendas tu situación! Verás, te lo diré en la forma más directa posible. Ustedes le llaman a esto “El Cielo” y yo… humildemente te lo digo, soy… Dios. ¿Entiendes? -¿Dios, el Cielo? ¿Entonces estoy muerto? –Puede ser que lo estés, muchacho. Respondió Dios. -Bien, dijo Ricardo, -convencido de que todo era un sueño. –Si tú eres Dios, ya sabrás que yo no creo en ti… -Su voz fue bajando de tono a medida que terminaba la frase. ¡Ay hijo!, ¿en verdad creías que no creías? –contestó divertido el venerable Señor. ¡Tú has sido uno de mis mejores propagandistas! ¿Nunca te diste cuenta? Te diré que he seguido con atención todas tus discusiones, tus polémicos escritos contra los que viven comercializando mi imagen y he admirado tu honestidad intelectual, la rectitud de tus intenciones y los valores en que apoyas tu vida. –Espera, espera… -dijo Ricardo. –Primero necesito saber si realmente existes. –¡Já já já ¡–Se carcajeó el Señor en forma estentórea golpeando con fuerza sus rodillas con ambas manos –¡Sí que eres divertido, terco, me agradas mucho! Vamos a ver, hijo ¿Qué quieres que haga para convencerte de que existo? –Acaba con el hambre en el mundo, con la guerra, con la injusticia, con las drogas… -respondió desafiante el joven. –Jójójó ¡Mira, que tenemos aquí a un redentor! –contestó sonriente El Señor –Hijo, mira, tu eres un gran estudioso de la ciencia y sabrás cuales son los procesos que utiliza la Naturaleza, como le dicen los hombres para seleccionar a los más aptos de cada especie. ¿No pensabas en eso al comer un buen filete? ¿Acaso no te dabas cuenta de que era de una vaca que murió para que tú comieras? ¿Y que a su vez ella mató muchos vegetales para alimentarse? Todo, todo lo que has consumido en tu vida ha sido resultado del sacrificio de muchísimas especies, entre ellas tus propios padres, no, hijo, yo no puedo cambiar el curso de las cosas. Soy Todopoderoso, pero intervenir en el Ciclo de la Vida sería lo más injusto que pudiera hacer por mis criaturas. Seguro has leído sobre un naturista que ayudó a una mariposa a salir de su capullo porque sintió compasión hacia ella cuando notó el esfuerzo que hacía para romper su envoltura. Hizo una pequeña rasgadura con una afilada navaja y ¿el resultado? Una débil mariposa de vuelo incierto voló por los aires para ser presa de inmediato por un veloz pájaro que la devoró en un instante. Si aquél amante de la Naturaleza hubiera sido un observador más acucioso, habría notado que tal esfuerzo es necesario para que se fortalezcan las alas y se desarrollen en todo su esplendor. Así que, hijo mío, olvídalo no te daré ese gusto. En lugar de ello te llevaré a un viaje por lo más pequeño que hay. Nos reduciremos de tamaño e iremos al interior de un cuerpo, de una célula, de un átomo, de un electrón y así verás la magnificencia de mi Crea… -¡Todo eso ya lo sé! -atajó Ricardo impaciente. –Lo he leído en revistas científicas. Al final encontraremos que son partículas de energía girando velozmente alrededor de un núcleo. No me dices nada nuevo, algo que yo no sepa, algo que me convenza de que esto no es un simple sueño, o un coma o que sé yo… -Bueno, pues no me dejas más recurso que apelar a tu Fe… -Jájájá, ahora tú me haces reír, Venerable Señor. La Fe es un invento de los curas para conservar el poder de su Iglesia en tu nombre. ¡Una patraña! –Bien –acotó El Señor. –Iremos entonces a lo grande, quiero que veas el Sistema Solar, Las galaxias, cruzaremos a través de ciertos pasadizos intergalácticos, mira, uno de mis hijos predilectos, tú lo conoces, Stephen Hawking ha descubierto muchísimas cosas que explican al entender de los humanos el origen de los astros.-Si, sí Señor y entonces dirás que tu soplo divino echó a andar todo el proceso. ¡Eso es lo que dicen los modernos curas científicos! Y volvemos al punto, sé todo sobre ti y no hay nada que me pueda convencer de tu existencia. ¡Y ni me hables de tu hijo Jesús que enviaste al sacrificio por los hombres, pero que al mismo tiempo eres tú mismo y también ese ente que llaman el Espíritu Santo para confundir aún más a la gente que vive en la incultura, eso que tú llamas Fe! -¡Mira Ricardo! –Sentenció El Señor, me agotas la paciencia. Estoy a punto de convertirme en el Dios colérico que pintan en el Antiguo Testamento. –Se levantó de su trono, dio dos pasos hacia él y lo tomó de la mano suave, pero firmemente -¡Observa! –le dijo apartando unas nubes y dejando ver a una pareja de mediana edad sentados en la banca de un parque. ¡Papá! ¡Mamá! –gritó Ricardo. –No te escuchan, le advirtió el Señor. Hace tiempo son mis huéspedes. Tú sólo tenías 12 años cuando murieron en aquel accidente… Y sí, dirás que fui injusto, pero te repito, yo no gobierno esos actos –Yo, yo quiero estar con ellos –dijo suplicante Ricardo. –No te lo puedo conceder, -le respondió el Señor- ahora regresarás pero te voy a hacer un regalo… -Abrió el Señor una ventana entre las nubes y Ricardo observó caminando por un sendero del parque cercano a su casa a una joven mujer de cabello rubio, alta, esbelta, con rítmico paso y balanceo de caderas, ojos de un azul intenso, su blusa desabotonada en la parte superior dejando asomar unos senos blancos hermosos, que con su cintura, nariz, labios, cejas, formaba un conjunto encantador del que no podía desprender su mirada. Iba empujando una carriola con la bebé más linda que hubiera visto jamás. De otro rumbo del parque llegó él mismo, Ricardo, un poco más robusto, más recio, llevando de la mano un apuesto niño de unos tres años, sonriente, que corrió hacia la bella señora exclamando: ¡Mamá! ¡Mira el globo que me compró mi Papá! Ricardo (el del parque) se acercó a su esposa y le dio un largo beso en sus labios. Por su mente pasó un pensamiento fugaz, una sensación de déjà vu. ¿Esta escena ya la había vivido? Pensó. Se encogió de hombros, la tomó del talle y siguió caminando a su lado.
Es tiempo de que vuelvas, Ricardo. En verdad, fue un placer haberte conocido. Sigue siendo como eres, auténtico, honesto y terco… –Le dijo El Señor.
Ricardo movió sus manos, tocó y estrujó la sábana, con gran dificultad abrió los ojos y encontró un par de ojos de un azul intenso enfocados en los suyos. Mechones de cabello rubio salían de los lados de su cofia de enfermera. Su boca, su cara toda le era extrañamente familiar. –Ricardo, ¿me escuchas? Decía anhelante. -Si, sí contestó en un susurro Ricardo. El Doctor entró avisado por el llamado de la enfermera e inició el protocolo indicado para alguien que regresa de un coma de tres meses. En los días siguientes platicó largamente con los médicos hasta que ellos se aseguraron que su recuperación física y mental era normal, pero más disfrutó la compañía de Irene, su ángel guardián, la bella enfermera que cuidó de él en toda su postración. Su mente empezó a forjar grandes proyectos y en todos estaba incluida Irene, a quién jamás dejaría.
La junta de médicos concluyó que la recuperación de Ricardo era sorprendentemente rápida y que se le podía dar de alta. El doctor Mancilla que había llevado desde el principio su caso, dijo: Sin embargo aún no entiendo cómo describe Ricardo tan fielmente, con tanto detalle, algo que él no pudo haber visto. Cómo quedó el camión atravesado en la carretera, en que posición estaban los troncos desparramados en la escena, el estado de su auto, en donde se estacionó la patrulla y en donde la ambulancia. Dice que él lo vio desde lo alto y no tiene otra explicación para ello.
Ricardo, elegante con su frac, salió de la iglesia sonriente acompañado de una de las más hermosas novias que hubieran pasado por ahí. Irene iba sonriente. Le costó un poco de trabajo convencer a Ricardo de casarse por la iglesia, pero al final él cedió y el hecho ya estaba consumado. Sabía que le esperaban muy felices años al lado de éste hombre tan leal, tan honesto, tan generoso. Ricardo alzó los ojos al cielo y pensó, esbozando un gesto de aceptación y agradecimiento: De todos modos, aún tengo mis dudas, Señor…

dragonfly
25/11/2008, 18:05
Uuuuu me encantó jorgito, y el final está fenomenal... no sé por qué cuando lo leí pensé en Arielo (Dios lo ampare) jajajaja... deberías escribir más a menudo mi jorge, ya había perdido la constumbre de leer tu escritos y los extrañaba.
Besoooo... grandeeeeeeeee ♥

ALEJANDRANATALY
07/01/2009, 15:26
Jajajaja

Excelente relato.

Pobre Dios. Eso de tratar de convencer a las masas... Qué suerte tuvo el incredulo de salir ileso y vivir para contarla. Algunos clamarían "milagro!", otros son jocosos y se dan el gusto de, aún así, dudar. jeje.

Saludos. Escribies muy bien.

marcknus
07/01/2009, 19:18
!Qué dolor!...uaiiiii los troncos digo...cayendo.....uiiiiiiiii pero va, va pa' delante
el relato. En lo personal, lo disfruté. Aunque no niego que un toque más
sureño entrelineas también, quizá, no..no está bueno. Pero...Uiiiiii!cómo duele!
el camión, los troncos, la caída, uff!!! saludos. no abandone la ardua tarea.

karlacris
02/03/2009, 16:11
Lindo cuento... sobre todo el final... sigue teniendo sus dudas!!!!