ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
20/11/2008, 08:36
Como consecuencia de la incomprensión de mis textos e ideas vamos a establecer una distinción crucial entre lo que se toma como consciencia y lo que denomino conciencia.
La consciencia dependiente de la actividad cerebral, una especie de auto-conciencia, es una indeterminación de estados orgánicos que creen ser independientes de su sustento o de los que en ellos es efecto. En términos de Spinoza, es “confundir ser conscientes de los efectos e ignorantes de las causas que los provocan”. Esto tiene su campo de estudio en psicología, fisiología, medicina, etc, etc. En resumen, pretenden determinar los estados psicológicos, o sea, recrear el psicologismo.
Sin duda que esto tiene su interés en filosofía, lo podríamos llamar filosofía de la mente, un tema fascinante. Ahora bien, la conciencia, no la consciencia, es una capacidad lógica de relación que permite la intencionalidad, es decir, hace posible la unidad de representaciones a partir de sus momentos lógicos. Su ejercicio consistirá en reunirlos en torno al proceso en el que se involucra.
La conciencia es una ordenación de la fenomenología que se encuadra en la limitación trascendental de su posibilidad, la suspensión del torrente fenoménico en la recreación lógica de las condiciones mínimas necesarias para ser lógica y no fenoménicamente expresadas, es decir, el conocimiento de estas mismas condiciones se abstrae de sí mismo.
Su tradición se encuentra principalmente en el pensamiento de Edmund Husserl y la escuela fenomenológica que derivó de él. No obstante, mi uso siempre lo he situado en mi interpretación de Kant y mi crítica a la inversión de su determinación en manos de la importante indeterminación de Hegel.
A pesar de que la determinación kantiana, su cuidado, es una orientación científica, la misma no imposibilita la dialéctica de la estética trascendental sino que es la posibilidad de incondicionar su ética, la del conocimiento.
Desde los grados de objetivación de la voluntad de Schopenhauer, la conciencia emerge en su dependencia volitiva, biológica; pero no es una teleología final, sino una ordenación conforme a la posibilidad de su conocimiento, que abre la posibilidad de su reordenamiento.
La pretensión se psicologizar la conciencia por los que critican eso mismo -subjetivismo- sólo exhibe la pobre noción que tienen de estos complejísimos problemas.
La consciencia dependiente de la actividad cerebral, una especie de auto-conciencia, es una indeterminación de estados orgánicos que creen ser independientes de su sustento o de los que en ellos es efecto. En términos de Spinoza, es “confundir ser conscientes de los efectos e ignorantes de las causas que los provocan”. Esto tiene su campo de estudio en psicología, fisiología, medicina, etc, etc. En resumen, pretenden determinar los estados psicológicos, o sea, recrear el psicologismo.
Sin duda que esto tiene su interés en filosofía, lo podríamos llamar filosofía de la mente, un tema fascinante. Ahora bien, la conciencia, no la consciencia, es una capacidad lógica de relación que permite la intencionalidad, es decir, hace posible la unidad de representaciones a partir de sus momentos lógicos. Su ejercicio consistirá en reunirlos en torno al proceso en el que se involucra.
La conciencia es una ordenación de la fenomenología que se encuadra en la limitación trascendental de su posibilidad, la suspensión del torrente fenoménico en la recreación lógica de las condiciones mínimas necesarias para ser lógica y no fenoménicamente expresadas, es decir, el conocimiento de estas mismas condiciones se abstrae de sí mismo.
Su tradición se encuentra principalmente en el pensamiento de Edmund Husserl y la escuela fenomenológica que derivó de él. No obstante, mi uso siempre lo he situado en mi interpretación de Kant y mi crítica a la inversión de su determinación en manos de la importante indeterminación de Hegel.
A pesar de que la determinación kantiana, su cuidado, es una orientación científica, la misma no imposibilita la dialéctica de la estética trascendental sino que es la posibilidad de incondicionar su ética, la del conocimiento.
Desde los grados de objetivación de la voluntad de Schopenhauer, la conciencia emerge en su dependencia volitiva, biológica; pero no es una teleología final, sino una ordenación conforme a la posibilidad de su conocimiento, que abre la posibilidad de su reordenamiento.
La pretensión se psicologizar la conciencia por los que critican eso mismo -subjetivismo- sólo exhibe la pobre noción que tienen de estos complejísimos problemas.