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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
07/10/2008, 07:06
La desubicación del espacio se problematiza en cuanto el espacio ya no es uno y el mismo sino es en referencia a otro modelo distinto; es decir, las tallas no son universales, sino que conviene tener conciencia del patrón bajo el que discrimina quien discrimina.

No vemos un texto en función del tamaño de las letras del mismo, sino que lo vemos también en función de la posibilidad de que distingamos unas letras de otras, en función de que haya suficiente espacio entre unas letras y otras como para poder distinguirlas.

La distinción, criterio básicamente intelectual agudizado por la conciencia de la complejidad de la identidad, modelo que es objeto de discernimiento, se remite a la supervisión de esa identidad en la posibilidad de su diferencia. Así decía, brillantemente, el escritor Borges: “pensar consiste, básicamente, en olvidar diferencias”.

La distinción en los procesos de percepción fue ya defendida por un positivista como Mach desde posturas no sólo filosóficas, sino metafísicas como las de Schopenhauer. No es el juicio como un órgano independiente de quien lo ejecuta, dejémonos ya de esa jerga de los objetos puros, en sí, con contenidos dirigidos a proyectos que defienden lo que ocultan para que todo cuadre, un grosero modo de ad-hocismo.

Muchas de mis últimas afirmaciones me separarían gravemente de algunos de mis maestros, como Popper. Defiendo, no obstante, que el sentido de la falsación era hacer posible la continuidad no esimismada, sino descubierta del aumento de conocimiento. El problema aquí vendría, como debiera estar claro, en la legitimidad del criterio, su sentido y la necesidad de aceptarlo, la exigencia de primacías que conduce a caer en la falta de sensibilidad propia de la ausencia de juicio. Las primacías no son sino reclamos de síntesis definidas, enjuiciadas a priori, que eliminan la posibilidad de su distinción. Su verdad no puede ser definitiva sino en su muerte. ¿Quién es, entonces, nihilista?