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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
07/10/2008, 05:22
Hace unos días hablamos de los objetos del tiempo, aquellos que daban dimensión a su posibilidad de acción social y suponían su patrón de configuración. Ahora tenemos la ocasión de abrir la conciencia a otros elementos tan importantes para la configuración de la acción social como son los objetos de espacio.

El espacio social está configurado por las aceras, las calles, las carreteras, los vehículos en los que nos trasportamos, ascensores, coches, autobuses, trenes, aviones, etc. Esta dimensión espacial hace posible ubicarnos en sitios distintos, algunos impensables hace no demasiado. Pero existe un tipo de espacio menos ligado a la tradición espacial. Somos conscientes de la erradicación de cierta frontera espacial, de acontecimientos que suceden a miles de kilómetros de nosotros de igual manera que si sucediesen en la casa de enfrente. El espacio se ha desubicado y ha pasado a estar integrado en el cauce social.

Sigue habiendo una limitación, como negatividad, en sentido clásico; así es en la necesidad de recorrer ciertos metros para desplazarnos de un lugar a otro, pero lo importante es la integración en nuestras conciencias de que el espacio ya no sólo se mide. La expectativa del espacio ha cambiado en relación directa con los mecanismos que han hecho posible este cambio.

La desubicación del espacio se problematiza en cuanto el espacio ya no es uno y el mismo sino es en referencia a otro modelo distinto; es decir, las tallas no son universales sino que conviene tener conciencia del patrón bajo el que discrimina quien discrimina.

Hace décadas ciertos productos de importación eran auténticas joyas exóticas, realmente atípicas por su rareza y su difícil disponibilidad; eran algo lejano que no estaba al alcance. Ahora con ir a cualquier comercio on-line se puede solicitar cualquier producto de cualquier sitio. Hay mayor dificultad legal, como en el caso de estupefacientes y armas, que meramente espacial.

A pesar de la gran densidad de tráfico de ciertas ciudades uno puede atravesar dicha ciudad en poco más tiempo de lo que uno tarda en cepillarse los dientes. Si esto es así en una ciudad, su misma referencia espacial, es mucho más acusada en un vuelo de Londres a Sidney.