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Ver la versión completa : La fortaleza del conocimiento científico y su indeterminación



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
11/09/2008, 12:49
“todas estas clasificaciones y distinciones son relativamente poco importantes y superficiales. No estudiamos temas, sino problemas; y los problemas pueden atravesar los límites de cualquier objeto de estudio o disciplina “ (Karl R. Popper, Conjeturas y refutaciones; la naturaleza de los problemas filosóficos y sus raíces en la ciencia, pg. 97)

Conviene este texto que resume de manera extraordinariamente breve la revolución del fenómeno del conocimiento y la conciencia. La índole emergente del conocimiento en su síntesis sobre sus objetos es fundamental para centrar el aumento de conocimiento en su crítica. Esta era la primacía de sentido que exigía Popper, el conocimiento más valioso era el más fuerte, el más depurado y racional.

Sin embargo, la petición de principio de racionalidad y primacía no es sino supuesta como esperanza, la finalidad de los descubrimientos a los que se llega con la razón son supuestos los más importantes, confiamos en ellos pero desconocemos su conclusión. Este efecto espejo que pone el objeto al que mira reclama una crítica del mecanismo de visión.

La visión es racional porque sin duda ordena lo que se ve en una forma global que es ella misma ciega e irracional; viene determinada y exime la libertad de la racionalidad, la posiblidad de indeterminación. Es un pegote de visión que retomamos en una identidad, un objeto típicamente ideal, un chisme límite de la racionalidad.

La condición ética de Popper se basaba en esta esperanza religiosa en la que el mejor de los mundos era al que conduciría la ciencia. Sin duda, el compromiso ético de Popper era algo así como un supuesto básico sobre el sentido del conocimiento para la humanidad.

Conozco de sobra los méritos del conocimiento, pero me temo que el límite de la representación es su límite con respecto a su experiencia. El conocimiento se da en propensiones, discursos y establecimientos –la propuesta de Popper del mundo 3-, de manera que los momentos mentales, las posibilidades abiertas a la conciencia, son siempre procesos en un marco de mediación establecido en una esperanza. Toda la positividad de la inmediación es así negada en lo que en ella no sea racional, un uso que pone a su conveniencia.

Psicólogos del instituto Max Planck llegaron a la conclusión de que la elección era más acertada conforma se olvidaba del cálculo y se dejaba llevar por la intuición. La defensa de que la racionalidad es primaria se ha falsado en estudios sobre economía conductual, que se oponen a estos otros que comento.

Así que la crítica no es un momento final del conocimiento sino su mera posibilidad. La primacía del sentido no se puede derivar de dogmatismos, sino de esfuerzos por su consenso.

A pesar de que considero a Popper uno de los filósofos más importantes de la humanidad al que debo quizás más que a nadie en mi formación, su primacía epistemológica es no sólo un supuesto sino una tramposa indeterminación de ausencia de conocimiento. Se rinde ante el límite de su lógica.

Mari Paz Pascual
11/09/2008, 20:53
Tenía entendido que el conocimiento nos viene dado a través de los sentidos, no por la racionalidad ni la crítica a lo que es razonable para entender, es decir para reconocer lo que percibimos esta percepción la situamos fuera del contexto interno de la conciencia, se hacen evidentes los sentidos y las percepciones objetivas para el reconocimiento, cuidado porque el proceso de racionalización puede ser completamente obstructivo si toma el primer plano, para ello es necesario estar en una situación de fuera de sí o contemplativa. La conciencia se encarga de hacer los registros de la observación de los objetos para a posteriori ser examinada en un proceso de racionalización. NOTA: El conocimiento puede ser a posteriori o apriori, yo me decanto por el segundo

Este texto es una pequeña aportación en la comprensión del conocimiento científico

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
12/09/2008, 03:17
Estoy encantado de leerte y estamos de acuerdo. Popper fue quien me embrujó con lo brutal del conocimiento científico, que debiera llamar mejor sofisticado y artificial que butal, aunque sea lógicamente ridiculo y, sin urgencia, tautológico y sin sentido. Lo suyo, estrictamente, era filosofía de la ciencia en su lado más radicalmente epistemológico. La primacía se respetaba con pulcritud, pero atendía todavía más a una primacía superior que pasaba desapercibida a miradas poco atentas, la primacía metafísica, la posibilidad del aumento del conocimiento que se abría a nuevos órdenes de determinación

La ciencia formal –el negocio de la ciencia- era distinta del conocimiento científico en lo que en él había de descubrimiento y de profanación de los secretos de Dios, la negación de los supuestos con arreglo a leyes naturales, y sobre esta negación dar el siguiente paso, pivote de la falsación y el aumento de conocimiento o desensimismamiento. La distinción era entre lo que se creaba y quien vivía de lo creado -episteme vs técnica-. Aquí el problema está en que sólo cambia de nombre a la cosa en sí al encerrarla en su epistemología y primacía del sentido, ¡la secuestra para mantenerla en el sitio que la quiere, donde la mira, en sí!.

La filosofía de Popper era un reto continuo a la fortaleza que descubría. El falsacionismo –una modificación de falibilismo- sabía que ningún conocimiento era cosa en sí, sino que él mismo, el conocimiento, era la relación de la cosa, su desensimismamiento; la cosa en sí en la posible reducción máxima a un mínimo esencial, las teorías con mayor contenido, lo que hace continuamente la ciencia, un disparate ensimismado que niega, en su ignorancia, las relaciones en otros –no digo socialmente, sino ontológicamente, aun siendo lo social la ontología de posibilidad de los hombres como hombres y no como humanos-.

Si tengo tiempo traeré un extracto de un ensayo de Quine, “Objetos proposicionales”, que es una emocionante propuesta de conciliación de brillante claridad. Filosóficamente, el finalismo es el olvido de la ignorancia y la precipitación del conocimiento, las condiciones límite que empujan y derraman la propensión a la efectividad, el agotamiento de posibilidades, la condición efectiva del retraso y olvido. Esto, más que una cuestión problemática o urgente, es alarmante; es la posibilidad de conciencia en la que radica la ética de la responsabilidad. El rastro evolutivo de esta posible ética se da en la mirada a las relaciones entre los seres, y la ética de lo humano sí reclama su primacía. La ciencia sin ello no puede exigir la primacía basada en la fortaleza epistemológica de un sinsentido. La ciencia siempre debe ser para algo y ese algo no debe ser una ideología sino una urgencia. El problema, como sostengo en el foro de sociología, es que los problemas no se agotan por haberles propuesto una teoría que alcance a una solución, sino que los procesos son movimientos que hacen paradas en la irrupción de la conciencia en la posibilidad de su reproducción. Si los procesos se toman como continuos sin emergencia son lineales, pero la emergencia no es lineal, es nueva e impredecible, claramente, una nueva condición.

No quería insinuar con mi texto una primacía apriorística ni un empirismo meramente informativo –positivo-, sino la importancia de la insuficiencia, del límite. La aprioridad del conocimiento, que usted conviene y yo he defendido con frecuencia, se debe revisar en lo que lo desvele menos apriorístico y más inmediato, en lo que hemos logrado profanar de nuestro olvido. (Recuerden el reto del pragmatismo de la conciencia y el descubrimiento de los objetos de la intencionalidad).

Wilde hablaba del enfriamiento del intelecto lanzándolo allá a lo lejos junto a su argumentación –discurso, proceso histórico-. ¡El intelecto no sabe nada de la vida y la urgencia!. Pero parece que las propensiones sí tienen un sentido para hacer posible la vida, no su primacía. No hay duda de que los estados más indeterminados son más posibles que los determinados y que los más deterrminados son menos posibles que los indeterminados. Esto en biología y la entropía es muy importante. La improbabilidad es más artística y creativa, pero no dice nada del talento del artista y creador ni de cómo de buena será la obra; está en proceso de creación; ¡Nietzsche!.

Como habrás leído, mi crítica a la razón o la ciencia no es a sus innegables posibilidades sino a que nos hagan creer que son en sí, como si fuesen unos brujos con las soluciones mágicas para los problemas. ¡Eso habrá que verlo!. La pretensión de mi crítica sé que puede parecer lo que no es. Debiera estar claro que admiro la ciencia pero no la acepto en sí. Igual pasa con la razón y su afán legislador de méritos e imperio del juicio. Esta pretensión es un dogmatismo en cuanto el supuesto es una exigencia.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
12/09/2008, 07:34
“La creencia de que existen entidades como la física, la biología o la arqueología, y de que estos "estudios" o "disciplinas" se distinguen por el tema que investigan me parece un residuo de la época en que se creía que una teoría debía partir de una definición de su objeto propio de estudio. Pero sostengo que los objetos de estudio, o tipos de cosa, no constituyen una base para diferenciar disciplinas. Las disciplinas se diferencian en parte por razones históricas y por razones de conveniencia administrativa (como la organización de la enseñanza y de los equipos), y en parte porque las teorías que construimos para resolver nuestros problemas tienen una tendencia a constituir sistemas unificados.” (Karl R. Popper, Conjeturas y refutaciones, pg. 97)

Soy consciente de que el breve texto que traje puede parecer un uso inapropiado de su sentido. Por ello, lo amplío en lo que lo antecede en la obra original. Se trata, al igual que en el pragmatismo de Peirce, de ajustar la maquinaria perceptual y conceptual en su aproximación límite a sus condiciones –su condición incondicional y la falta de conciencia de las herramientas falsificadoras que no se dan a sí- y vuelta a la cosa en sí y su olvido en el mantenimiento del curso de su verdad.

Curiosamente, Popper hace una cesión a la sociología del conocimiento y su dependencia institucional acompañándola de condiciones que se imponen desde fuera por una lógica tramposa que en la rapidez discursiva del fenómeno y nuestro retraso con respecto a ella toma en su verdad. (“Algo que se mueva de un extremo a otro de un granito de arena con la velocidad del rayo o de la luz nos parecerá estar en reposo” (G.C. Lichtenberg, Aforismos, 32; años 1772-1773)

La legalidad del orden de los problemas y su marco puede reclamarse en la lógica de su objeto. Se engloba en una misma lógica si se mantiene, como objeto, con condiciones de posibilidad epistemológica y de acción, como en el orden social. El objeto encuentra más determinación en él mismo que en la brutal determinación del orden natural que hace abstracción de diferencias cruciales y, al ignorarlas, olvida que su nivel de justificación está en otro sitio, en el plano del que sacó su molde, ahora simetría, y en la posibilidad fenomenológica del descubrimiento de su intencionalidad, el despliegue de su acción en el cauce de su comprensión, donde ésta es posible.

En sociología los problemas son morales y su reclamo son los problemas más que la verdad de su descripción, su reclamo es su urgencia. El engaño de la primacía del sentido es hacernos olvidar la pulsión de la urgencia, pues dice poder descubrir con alguna pócima de hechicero –alguna teoría y abstracción- los remedios para lo que define como nuestros males.

Si los discursos, sean los que sean, se descubren todos en su insuficiencia final, algo han de tomar como verdad indudable, tremenda falta de conciencia. En sociología la filosofía primera no es la ciencia, la instituida, ella no es la perspectiva monadológica sin relación con aquello que describe, cual cosa en sí; eso es un engaño, no puede hacer una regresión que llegue a su final, se debe cubrir el rostro de supuestos y otros afeites.

Es cierto, no obstante, que podemos con ayuda de la ciencia, dar paso al estudio de órdenes menos morales y con menor impacto de la conciencia, como la conciencia misma en el cerebro y sin su efecto, los que carecen de la indeterminación que engloba, los determinados y finales o los que no tienen más que una misma y petrificada voluntad. Así, tiene cierto sentido una sociología que retrasa y niega el ritmo del cambio, una sociología naturalista que, al tratar al hombre como mero objeto, no requiere de su comprensión pues no es su caso. De ahí los recelos de los sociólogos hacia la sociobiologia.

El ajuste de la ciencia debe pensar filosóficamente sus posibilidades y no obviar las diferencias en el límite de su generalización. Eso, sin duda, es una fuente de indeterminación que reside en la insistencia del elemento ciego o de ignorancia.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
12/09/2008, 12:31
“Sostengo la tesis siguiente. Tanto el estado de comprensión subjetivo alcanzado finalmente, como el proceso psicológico que conduce a él han de ser analizados en los objetos del tercer mundo en que están enraizados. De hecho, sólo se puede hacer un análisis en esos términos. El proceso o actividad de comprensión consta fundamentalmente de una sucesión de estados de comprensión. (…) Para decirlo en otras palabras: la actividad de comprender consiste esencialmente en operar con objetos del tercer mundo.” (Karl. R. Popper, Conocimiento objetivo, Procesos psicológicos del pensamiento y objetos del tercer mundo, pg. 200)

Pues bien, vamos ahora no de la mano de mi lectura de la comprensión fenomenológica, sino del significado no psicologista de Popper. Si recordamos el objeto veremos con facilidad que no hay diferencia. Es más, se llega a alinear con el Husserl de Investigaciones lógicas, según él, influido por Frege.