Cochero
10/09/2008, 20:22
El blanco pañuelo le insinuaba al viento
en la tarde gris del Julio secreto,
cuando entre lágrimas bosquejadas
y un aroma de “a más ver” discreto
murmuré al acorde que se asomaba,
que no te vería
tal vez por mucho tiempo.
Se tiñó el océano de azul tormento
y una estrella presta
se precipitó por peñascos de nubes,
cuando la sospecha de la angustia naciente
me inquietó hasta los huesos,
y entre sollozos de pergaminos sonámbulos
el silencio imperante se ocupó del resto.
¿Qué error cometes conmigo mi Dios;
ahora y nuevamente?
¿A quién hice tanto daño
que sufro en carnes hasta hartarme
esta pena que a nadie deseo?
La respuesta se perdió de repente
hacia el fondo de la puesta más tortuosa,
y neutros ángeles de vuelos caídos
me resignaron su condena descolorida.
El blanco pañuelo ahora parecía desierto,
sin anhelos, sin glorias, sin encantos,
sin doncellas que le flechen
su devenir abstracto y futuro.
El lienzo desprendía nostalgias
que una a una caían en mis manos,
como serpentinas de finales de fiesta
que se quedaron sin dueño,
en algún espectáculo sin anfitrión;
ni sueños.
¿A quien suplico ahora por mi aliento?
¿En qué medicina ahogo mis penas
y donde arrincono mi espera?
No me quedan escondrijos mi amor,
y te me has ido como el viento…
en la tarde gris del Julio secreto,
cuando entre lágrimas bosquejadas
y un aroma de “a más ver” discreto
murmuré al acorde que se asomaba,
que no te vería
tal vez por mucho tiempo.
Se tiñó el océano de azul tormento
y una estrella presta
se precipitó por peñascos de nubes,
cuando la sospecha de la angustia naciente
me inquietó hasta los huesos,
y entre sollozos de pergaminos sonámbulos
el silencio imperante se ocupó del resto.
¿Qué error cometes conmigo mi Dios;
ahora y nuevamente?
¿A quién hice tanto daño
que sufro en carnes hasta hartarme
esta pena que a nadie deseo?
La respuesta se perdió de repente
hacia el fondo de la puesta más tortuosa,
y neutros ángeles de vuelos caídos
me resignaron su condena descolorida.
El blanco pañuelo ahora parecía desierto,
sin anhelos, sin glorias, sin encantos,
sin doncellas que le flechen
su devenir abstracto y futuro.
El lienzo desprendía nostalgias
que una a una caían en mis manos,
como serpentinas de finales de fiesta
que se quedaron sin dueño,
en algún espectáculo sin anfitrión;
ni sueños.
¿A quien suplico ahora por mi aliento?
¿En qué medicina ahogo mis penas
y donde arrincono mi espera?
No me quedan escondrijos mi amor,
y te me has ido como el viento…