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Pompilio Zigrino
10/09/2008, 18:40
Por Carlos Castilla del Pino

Una de las peculiaridades de la actuación envidiosa es que necesariamente se disfraza o se oculta, y no sólo ante terceros, sino también ante sí mismo. La forma de ocultación más usual es la negación: se niega ante los demás y ante uno mismo sentir envidia.

La envidia revela una deficiencia de la persona, del self del envidioso, que no está dispuesto a admitir. Si el envidioso estuviera dispuesto a saber de sí, a re-conocerse, asumiría ante los demás y ante sí mismo sus carencias.

La dependencia unidireccional del envidioso respecto del envidiado persiste aún cuando el envidiado haya dejado de existir. Y esta circunstancia –la inexistencia empírica del sujeto envidiado y la persistencia, no obstante, de la envidia respecto de él-descubre el verdadero objeto de la envidia, que no es el bien que posee el envidiado, sino el sujeto que lo posee.

El envidioso acude para el ataque a aspectos difícilmente comprobables de la privacidad del envidiado, que contribuirían, de aceptarse, a decrecer la positividad de la imagen que los demás tienen de él (el envidioso tiende a hacerse pasar por el mejor «informado», advirtiendo a veces que «aún sabe más»). Pero adonde realmente dirige el envidioso sus intentos de demolición es a la imagen que los demás, menos informados que él, o más ingenuos, se han construido sobre bases equivocadas.

¿Cómo conseguirlo? Mediante la difamación, originariamente "disfamación". En efecto, la fama es el resultado de la imagen. La fama por antonomasia es «buena fama», «buen nombre», «crédito». La difamación es el proceso mediante el cual se logra desacreditar gravemente la buena fama de una persona.

Ahora vemos dónde está realmente el verdadero objeto de la envidia. No en el bien que el otro posee, sino en el (modo de) ser del envidiado, que le capacita para el logro de ese bien.

El envidioso es un hombre carente de (algún o algunos) atributos y, por lo tanto, sin los signos diferenciales del envidiado. Sabemos de qué carece el envidioso a partir de aquello que envidia en el otro. Pero, además, en este discurso destaca la tácita e implícita aseveración de que el atributo que el envidiado posee lo debiera poseer él, y, es más, puede declarar que incluso lo posee, pero que, injustificadamente «no se le reconoce». Ésta es la razón por la que el discurso envidioso es permanentemente crítico o incluso hipercrítico sobre el envidiado, y remite siempre a sí mismo. Aquel a quien podríamos denominar «el perfecto envidioso» construye un discurso razonado, bien estructurado, pleno de sagaces observaciones negativas que hay que reconocer muchas veces como exactas.

No sólo el sujeto envidioso es inicialmente deficiente en aquello que el envidiado posee, sino que el enquistamiento de la envidia, es decir, la dependencia del envidioso respecto del envidiado perpetúa y agrava esa deficiencia. Decía Vives: «Con razón han afirmado algunos que la envidia es una cosa muy justa porque lleva consigo el suplicio que merece el envidioso».

Una de las invalideces del envidioso es su singular inhibición para la espontaneidad creadora. Ya es de por sí bastante inhibidor crear en y por la competitividad, por la emulación. La verdadera creación, que es siempre, y, por definición, original, surge de uno mismo, cualesquiera sean las fuentes de las que cada cual se nutra. No en función de algo o de alguien que no sea uno mismo. Pues, en el caso de que no sea así, se hace para y por el otro, no por sí. Todo sujeto, en tanto construcción singular e irrepetible, es original, siempre y cuando no se empeñe en ser como otro: una forma de plagio de identidad que conduce a la simulación y al bloqueo de la originalidad.

El tratamiento eficaz de la envidia cree verlo el que la padece en la destrucción del envidiado (si pudiera llegaría incluso a la destrucción física), para lo cual teje un discurso constante e interminable sobre las negatividades del envidiado. Es uno de los costos de la envidia, un auténtico despilfarro, porque rara vez el discurso del envidioso llega a ser útil, y con frecuencia el pretendido efecto perlocucionario –la descalificación de la imagen del envidiado- resulta un fracaso total.

Su deficiencia estructural en los planos psicológico y moral aparece a pesar de sus intentos de ocultación y secretismo.

(Extractos de “Teoría de los sentimientos” de Carlos Castilla del Pino - Tusquets Editores – ISBN 84-8310-708-2)

Mari Paz Pascual
13/09/2008, 19:00
No había relacionado la envídia y la difamación con capacidad creadora. Recordando vivencias, recuerdo personas victímas inocentes de una persona que sentía envidia por su capacidad limpia, genial de creatividad.

Y no he conocido un envidioso/a con capacidades constructivas y espontaneidad. Los primeros se mueven como espiritus libres o su voluntad está libre los segundos, destruyen y no son libres ni con voluntad a la larga se les ve con claridad en su trayectoria que les delata y sus consecuencias que los persigue. No sé si se puede corregir este sentimiento desarmado de amor. Lo que se me ocurre es alejarme.

Pompilio Zigrino
05/11/2008, 16:51
Los aspectos intelectuales no tienen relación directa con los aspectos éticos del comportamiento. Al menos no se conoce relación...

Serg
10/11/2008, 21:53
Al menos no se conoce relación...

Hable por usted, no genericamente, porque yo si* he leido a Levinas al menos. A el se le ocurrio que si* existia una relacion.

Mari Paz Pascual
11/11/2008, 20:32
Los aspectos intelectuales no tienen relación directa con los aspectos éticos del comportamiento. Al menos no se conoce relación...
Si hay una relación demostrada científicamente por parte de la neurobiología, también se centran en este aspecto una rama de la psicología y otras ciencias a fines como la psicología social...

Se explica y se sabe que la emoción introduce al sentimiento este, es un fenómeno mental individual, a su vez genera pensamiento; es decir, influye el estado de ánimo, el humor en el flujo de pensamiento y este proceso es automático.

Por diferencia desde la teorización los sentimientos son entendidos a través de la empatía que permite reconocer sentimientos y emociones en el intelecto donde interviene el proceso de aprendizaje y acomodación, en suma son susceptibles de ser inteligibles.

Añadir cabe respecto a lo intelectual en relación a los aspectos éticos en el margen de los sentimientos, informo y afirmo que estos se trabajan también con el propósito de conseguir otro comportamiento distinto al anterior se consigue cambiando la actitud y se hace desde fuera, el pensamiento, hacia el interior transformando la emoción.

Es difícil porque el pensamiento no funciona en una única dirección. El principio el punto de partida en el pensamiento es la emoción pero ésta tiene como principio la acción. (vista a esta última desde un punto de vista sociológico sería la voluntad de la intención) este concepto es muy útil por lo que representa.