ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
08/09/2008, 13:54
A pesar de que se ha afirmado que la sociología ha de buscar su cientificidad y que es lo que hacen los sociólogos más eminentes, opongo a esa idea la de que la ciencia no tiene más interés para la sociología que como objeto social; lo contrario, insisto, no es el caso.
Si bien es cierto que hay interés sociológico por la ciencia como objeto social, la sociología de la ciencia, no lo es que la urgencia sociológica se caracterice por su búsqueda del status científico. Esa inmoralidad es la vergüenza del cientificismo, su inhumanidad y embrujo, la acción social en su incomprensión y las maneras desalmadas de los zombis con cabezas sin peso.
Uno de los diagnósticos más comunes en la sociología eminente es que la ciencia se ha deslegitimado socialmente con su primacía del sentido y consecuente desorientación social; ya no es, sino para sus burócratas, más que un producto de uso. La ciencia en la actualidad, como moneda de cambio social, es llamada tecnología y tiene poco que ver con la verdad. Por esa falta de objeto y adecuación se la ha despojado de su primacía.
La vida moderna tiene, sin duda, necesidades que reclaman la reflexión científica, pero no en sus casillas y hablando de axiomatizar. Problemas como el divorcio o la pobreza reclaman, nos urgen, a comprender. El timo que orquestan aquellos que dicen que se hace lo que no se hace y que debemos hacer lo que la ciencia dice no entienden qué pinta aquí la ciencia ni por qué no se la admira y rinde culto. Es consecuencia de pensar los problemas en sus casillas. Así, se les niega su sitio, su razón y se la confunde con su reproducción. Desaparece su conciencia en su indeterminación y se hace líquida.
Me temo que la orientación social de algunos esté en su exigencia de primacía, su petición de principio y en términos caducos y sin sentido como bien y verdad absolutos. Eso sí que tiene sentido social, ¡qué desvergüenza!. Esa ciencia es un terrible dogmatismo. Con Wilde, cojo esa verdad y la tiro por la ventana; no la quiero para nada.
“La filosofía humana es, en general, la filosofía de un individuo corregida por la filosofía de los demás” (G.C. Lichtenberg)
Si bien es cierto que hay interés sociológico por la ciencia como objeto social, la sociología de la ciencia, no lo es que la urgencia sociológica se caracterice por su búsqueda del status científico. Esa inmoralidad es la vergüenza del cientificismo, su inhumanidad y embrujo, la acción social en su incomprensión y las maneras desalmadas de los zombis con cabezas sin peso.
Uno de los diagnósticos más comunes en la sociología eminente es que la ciencia se ha deslegitimado socialmente con su primacía del sentido y consecuente desorientación social; ya no es, sino para sus burócratas, más que un producto de uso. La ciencia en la actualidad, como moneda de cambio social, es llamada tecnología y tiene poco que ver con la verdad. Por esa falta de objeto y adecuación se la ha despojado de su primacía.
La vida moderna tiene, sin duda, necesidades que reclaman la reflexión científica, pero no en sus casillas y hablando de axiomatizar. Problemas como el divorcio o la pobreza reclaman, nos urgen, a comprender. El timo que orquestan aquellos que dicen que se hace lo que no se hace y que debemos hacer lo que la ciencia dice no entienden qué pinta aquí la ciencia ni por qué no se la admira y rinde culto. Es consecuencia de pensar los problemas en sus casillas. Así, se les niega su sitio, su razón y se la confunde con su reproducción. Desaparece su conciencia en su indeterminación y se hace líquida.
Me temo que la orientación social de algunos esté en su exigencia de primacía, su petición de principio y en términos caducos y sin sentido como bien y verdad absolutos. Eso sí que tiene sentido social, ¡qué desvergüenza!. Esa ciencia es un terrible dogmatismo. Con Wilde, cojo esa verdad y la tiro por la ventana; no la quiero para nada.
“La filosofía humana es, en general, la filosofía de un individuo corregida por la filosofía de los demás” (G.C. Lichtenberg)