ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
03/09/2008, 13:14
La lógica de los objetos sociales atiende a su coherencia interna, un modo de ensimismamiento distinto del de su exterioridad, privacidad que mitifica la falta de conciencia a la que llama ciencia y no siendo más que su nombre, su casilla, delatando su irracionalidad y su pereza. Por otro lado, la adecuación de los objetos sociales sintetizada con la propia lógica que genera abre la posibilidad, emerge su improbabilidad, en lugar de caer en indeterminaciones de funciones que se diluyen al no ser capaces de dar adecuación a esos objetos en su proceso.
Los objetos sociales no son objetos que en una exigencia de primacía del sentido repetitivamente grosera sean huérfanos de una cientificidad de otra época, restos de una momificación que olvidó que la falta de conciencia hace pasar el acontecimiento y la situación por su discurso y límite sin haberse dado cuenta de la pulsión de urgencia que había en ellos. Los objetos sociales emergen a la conciencia en la mediación que los hace posibles, reales, morales y, sí, científicamente viables.
El nihilismo y el pobre catálogo de herramientas que no ponen a prueba su verdad en la cuerda floja del brutal sesgo de las sociedades actuales hace del cientificismo no sólo una inutilidad, sino un insulto para la filosofía de la ciencia, su sociología y una vergüenza para los que ven la ciencia como algo más que el impulso al que una idiocia formal, negatividad de conciencia, inclina tomando como objeto su misma falta, ausencia y falsedad, pero a la que, no obstante, llama propiedad y, absurdamente, adaptación a la actualidad y a la ley natural. Por ello, me permito denunciar la ausencia de sentido ético en la sociología miserable, ignorante y petulante que defienden con ineptitud los que en su triste soledad, la de las falsas ideas propias despojadas de sentido, ponen en un uso a ciegas sin más objeto que su repetición; incapacidad para comprender que los zapatos que confecciona no son de una sola talla y en ésta tampoco radica su urgencia.
Insisto en que mis críticas a la racionalidad y la ciencia no son más que a su falta; o sea, a la racionalidad como pereza que toma la ignorancia por constancia y la estrechez causal como universalidad en su desprecio de la urgencia filosófica.
Los objetos sociales no son objetos que en una exigencia de primacía del sentido repetitivamente grosera sean huérfanos de una cientificidad de otra época, restos de una momificación que olvidó que la falta de conciencia hace pasar el acontecimiento y la situación por su discurso y límite sin haberse dado cuenta de la pulsión de urgencia que había en ellos. Los objetos sociales emergen a la conciencia en la mediación que los hace posibles, reales, morales y, sí, científicamente viables.
El nihilismo y el pobre catálogo de herramientas que no ponen a prueba su verdad en la cuerda floja del brutal sesgo de las sociedades actuales hace del cientificismo no sólo una inutilidad, sino un insulto para la filosofía de la ciencia, su sociología y una vergüenza para los que ven la ciencia como algo más que el impulso al que una idiocia formal, negatividad de conciencia, inclina tomando como objeto su misma falta, ausencia y falsedad, pero a la que, no obstante, llama propiedad y, absurdamente, adaptación a la actualidad y a la ley natural. Por ello, me permito denunciar la ausencia de sentido ético en la sociología miserable, ignorante y petulante que defienden con ineptitud los que en su triste soledad, la de las falsas ideas propias despojadas de sentido, ponen en un uso a ciegas sin más objeto que su repetición; incapacidad para comprender que los zapatos que confecciona no son de una sola talla y en ésta tampoco radica su urgencia.
Insisto en que mis críticas a la racionalidad y la ciencia no son más que a su falta; o sea, a la racionalidad como pereza que toma la ignorancia por constancia y la estrechez causal como universalidad en su desprecio de la urgencia filosófica.