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Ver la versión completa : El orden social en su finalidad



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
01/08/2008, 06:34
El orden de lo social depende de los objetos que lo posibilitan, los que permiten la socialización. Estos son económicos, legales, institucionales, lingüísticos, educativos, científicos, técnicos, artísticos, morales, sexuales, militares, religiosos, etc. Ese orden lo estudian los sociólogos en la conformación de la sociología como una teoría sobre la realidad que tiene su definición en el estudio de su objeto: el problema de lo social.

El orden de lo social se desdobla en el tipo de relación establecida entre su forma de dar uso a sus objetos: su proceso. El orden anterior al que rinde cuentas es el de sus objetos, no uno superior supuesto y afirmado desconociéndolo.

Los objetos sociales guardan una estrecha relación con su creación como objetos no sólo naturales, sino del conocimiento. A pesar de que haya un orden que rija su naturalidad, otro orden superior, el de su conciencia, trabaja en lo que parece por encima de ellos, trascendiéndolos en su emergencia. El conocimiento anda en los órdenes posteriores, intencionalmente finales, no contenidos en los anteriores. El conocimiento no es una mera sucesión de repeticiones, es básicamente sintético desde el infinito curso de la variabilidad de las representaciones. El orden de lo social se pretende transitoriamente, en el ejercicio de su conciencia, final: su modo de trascendencia. Cualquier formulación matemática que se enfrente a esto, sólo podrá determinarse en su conclusión, en su final; su insuficiencia trata de lo no contenido, lo siempre nuevamente puesto: lo irracional. Así no pueden salir los cientificistas del atasco de la inteligencia artificial. Cuando se comprendan los órdenes en su relación dejarán de enfocar el problema hacia su recreación y pensarán en el objeto de creación.

Se insiste en los órdenes inferiores como la determinación de los posteriores. La conciencia es creadora en su forma de relación de objetos que la novedad de su conciencia abre a su desdoble: vista desde donde estaba y dónde se la va a poner, en su intencionalidad.

No hay manera, sino es en su ridícula recreación, de poner lo que no está. El conocimiento puede crear una infinidad de nuevos objetos que se dan a sí mismos complicando pavorosamente su función.

Admito las leyes naturales y la importancia de conocer los límites teóricos, a priori, de la cientificidad de la sociología. La irracionalidad del supuesto delata su objeto: su intención.

La ética cobra sentido, ahora sí, desde sí misma. Fin en sí. Esta ética la propusieron Schopenhauer, de quien la tomaron Schrödinger y Popper, y el increíble filósofo Peirce. La aguda noción de evolución de estos hombres no es nada final, es sólo su dirección. Así es fácil darles sentido. Su definición es su proceso.