Pompilio Zigrino
31/07/2008, 10:45
Se habla del “modelo de país” que deberíamos buscar. También podríamos hablar del modelo de ser humano que mejor habría de adaptarse a tal modelo de país. Podemos pensar en una sociedad apta para el progreso y desarrollo de los que tienen capacidad creativa y de trabajo, o bien en una sociedad apta para los que tienen pocos deseos de trabajar y de prosperar.
El Diario Uno, de Mendoza, publica en su edición del 11/06/08 el resultado de una encuesta en la que participan 1.553 personas. El 56% manifestó que le gustaría, o que no tendría inconvenientes, en ser mantenido por el Estado sin prestar a cambio actividad laboral alguna. Por ser el Estado un intermediario, el “sueño argentino” implica simplemente la existencia del deseo de ser mantenido por el resto de la sociedad sin tener que trabajar.
Esta actitud se ve estimulada diariamente por los gobernantes que hablan de una “justa distribución de la riqueza” (el producto del trabajo del sector productivo) mientras que poco se habla de la “justa distribución del trabajo”. Se habla siempre de los derechos de cada individuo, pero pocas veces se habla de sus obligaciones, que son precisamente los derechos de los demás. Se pretende hacer creer al pueblo, con fines electorales, que existe un sector perverso (el sector productivo) que acapara todas las riquezas que la providencia ha otorgado a todos por igual.
En los alumnos secundarios vemos claramente cierta desigualdad que surge entre una minoría que trata de aprender y de capacitarse para una futura actividad laboral, y una mayoría que se ilusiona con la “justa distribución” que le prometen los políticos populistas para ver realizado el “sueño argentino”. Los más activos deberán prepararse para producir bienes suficientes que alcancen incluso para los que tienen pocas motivaciones para el estudio y el trabajo (y para los hijos de éstos).
Aunque esta tendencia sea injusta para algunos, tiene bastante aceptación, ya que se supone que algunos nacieron aptos para el trabajo y la actividad empresarial mientras que otros nacieron ineptos para ello. La actitud que compensaría esta “desigualdad natural” viene asociada a una frase de Louis Blanc, difundida por Karl Marx: “De cada uno según su capacidad; a cada uno según su necesidad”.
La “ética populista” obliga al emprendedor a trabajar con todo su vigor para compensar el trabajo deficitario del poco adepto al trabajo. Se acepta tanto la desigual obligación para la siembra como también el igualitario derecho a la cosecha.
El populismo, tan frecuente en los políticos argentinos, puede definirse como la actitud del que “generosamente” trata de distribuir los bienes ajenos buscando la seguridad social del que pretende vivir sin trabajar.
Justamente, si todos quisieran trabajar, y algunos no pudieran hacerlo, existiría la posibilidad, por parte del Estado, de ayudar al necesitado. Pero si la mayoría no quiere trabajar, el sistema se satura y la pobreza generalizada es la consecuencia inmediata.
La Argentina sigue retrocediendo año a año, década a década, siendo el populismo el pilar fundamental y común a los distintos movimientos políticos, incluso a algunos gobiernos militares. Las elecciones son ganadas, casi siempre, por el que muestra cierta benevolencia a favor de los pobres y antagonismo hacia los ricos, aceptándose que todos los problemas se solucionarán cuando podamos hacer realidad el “sueño argentino”.
Podemos distinguir entre los siguientes tipos de individuos:
a) El que no produce
b) El que no produce y se opone a que lo hagan los demás
c) El que produce
d) El que produce y se opone a que lo hagan los demás
Cada uno de estos grupos aspira a un modelo distinto de país. Así, el que no produce, espera en el socialismo la mejor alternativa. No deberá preocuparse por su porvenir, ni tampoco habrá de verse superado por otros, ya que el Estado le proveerá equitativamente (en teoría) de todos los bienes que necesita.
El que no produce e impide que otros lo hagan, generalmente es el político populista que trata de repartir lo que genera el sector productivo a quien calificará como el “iniciador de la desigualdad social” y “explotador de los trabajadores”. Cada empleado que gana menos que su empleador, en lugar de ganar lo mismo, como si fuera un socio, será considerado un explotado.
El ahorro productivo y la inversión, mediante los cuales se va formando el capital, será considerado como algo perverso (especulación) por lo cual el populismo lo desalienta y lo combate.
La sociedad a la cual debemos aspirar ha de ser una que contemple la posibilidad de que los que producen puedan llegar a tener éxito, de manera que los demás puedan adaptarse a esa situación (a pesar de que los populistas han convencido a un gran sector de la población de que son incapaces de desarrollarse individualmente y que no podrán tener éxito a menos que el Estado los proteja de los “explotadores”).
Ya en el siglo XIX aparecen algunos de los síntomas que habrían de provocar la aguda crisis argentina. Bajo el pseudónimo de Figarillo, Juan Bautista Alberdi escribe en 1855:
“Los medios de protección que la Constitución nos proporciona son, la libertad y los privilegios y recompensas conciliables con la libertad”.
“Los argentinos han sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir”.
“Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre fiestas, la jarana y la disipación”.
“Nuestro pueblo no carece de alimentos, sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental”.
“En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas”.
“Sobre todo se muere de pereza, es decir, de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso los mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición”.
“El origen de la riqueza son el trabajo y el capital, ¿qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas”.
“Es preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de los cuales surgen los tiranos y la guerra civil que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo” (Del “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”).
No existe mejor alternativa que descubrir las causas básicas de la crisis social de tal manera que podamos comenzar a combatirla alguna vez. Sin embargo, casi nadie recuerda a algún político que critique los defectos del pueblo argentino. Por el contrario, con irresponsabilidad lo alaba siendo éste el camino seguro para lograr gran cantidad de votos. La prédica de Juan Bautista Alberdi sería considerada impopular y políticamente incorrecta, y sería castigada con la indiferencia y la falta de apoyo por parte del electorado.
El Diario Uno, de Mendoza, publica en su edición del 11/06/08 el resultado de una encuesta en la que participan 1.553 personas. El 56% manifestó que le gustaría, o que no tendría inconvenientes, en ser mantenido por el Estado sin prestar a cambio actividad laboral alguna. Por ser el Estado un intermediario, el “sueño argentino” implica simplemente la existencia del deseo de ser mantenido por el resto de la sociedad sin tener que trabajar.
Esta actitud se ve estimulada diariamente por los gobernantes que hablan de una “justa distribución de la riqueza” (el producto del trabajo del sector productivo) mientras que poco se habla de la “justa distribución del trabajo”. Se habla siempre de los derechos de cada individuo, pero pocas veces se habla de sus obligaciones, que son precisamente los derechos de los demás. Se pretende hacer creer al pueblo, con fines electorales, que existe un sector perverso (el sector productivo) que acapara todas las riquezas que la providencia ha otorgado a todos por igual.
En los alumnos secundarios vemos claramente cierta desigualdad que surge entre una minoría que trata de aprender y de capacitarse para una futura actividad laboral, y una mayoría que se ilusiona con la “justa distribución” que le prometen los políticos populistas para ver realizado el “sueño argentino”. Los más activos deberán prepararse para producir bienes suficientes que alcancen incluso para los que tienen pocas motivaciones para el estudio y el trabajo (y para los hijos de éstos).
Aunque esta tendencia sea injusta para algunos, tiene bastante aceptación, ya que se supone que algunos nacieron aptos para el trabajo y la actividad empresarial mientras que otros nacieron ineptos para ello. La actitud que compensaría esta “desigualdad natural” viene asociada a una frase de Louis Blanc, difundida por Karl Marx: “De cada uno según su capacidad; a cada uno según su necesidad”.
La “ética populista” obliga al emprendedor a trabajar con todo su vigor para compensar el trabajo deficitario del poco adepto al trabajo. Se acepta tanto la desigual obligación para la siembra como también el igualitario derecho a la cosecha.
El populismo, tan frecuente en los políticos argentinos, puede definirse como la actitud del que “generosamente” trata de distribuir los bienes ajenos buscando la seguridad social del que pretende vivir sin trabajar.
Justamente, si todos quisieran trabajar, y algunos no pudieran hacerlo, existiría la posibilidad, por parte del Estado, de ayudar al necesitado. Pero si la mayoría no quiere trabajar, el sistema se satura y la pobreza generalizada es la consecuencia inmediata.
La Argentina sigue retrocediendo año a año, década a década, siendo el populismo el pilar fundamental y común a los distintos movimientos políticos, incluso a algunos gobiernos militares. Las elecciones son ganadas, casi siempre, por el que muestra cierta benevolencia a favor de los pobres y antagonismo hacia los ricos, aceptándose que todos los problemas se solucionarán cuando podamos hacer realidad el “sueño argentino”.
Podemos distinguir entre los siguientes tipos de individuos:
a) El que no produce
b) El que no produce y se opone a que lo hagan los demás
c) El que produce
d) El que produce y se opone a que lo hagan los demás
Cada uno de estos grupos aspira a un modelo distinto de país. Así, el que no produce, espera en el socialismo la mejor alternativa. No deberá preocuparse por su porvenir, ni tampoco habrá de verse superado por otros, ya que el Estado le proveerá equitativamente (en teoría) de todos los bienes que necesita.
El que no produce e impide que otros lo hagan, generalmente es el político populista que trata de repartir lo que genera el sector productivo a quien calificará como el “iniciador de la desigualdad social” y “explotador de los trabajadores”. Cada empleado que gana menos que su empleador, en lugar de ganar lo mismo, como si fuera un socio, será considerado un explotado.
El ahorro productivo y la inversión, mediante los cuales se va formando el capital, será considerado como algo perverso (especulación) por lo cual el populismo lo desalienta y lo combate.
La sociedad a la cual debemos aspirar ha de ser una que contemple la posibilidad de que los que producen puedan llegar a tener éxito, de manera que los demás puedan adaptarse a esa situación (a pesar de que los populistas han convencido a un gran sector de la población de que son incapaces de desarrollarse individualmente y que no podrán tener éxito a menos que el Estado los proteja de los “explotadores”).
Ya en el siglo XIX aparecen algunos de los síntomas que habrían de provocar la aguda crisis argentina. Bajo el pseudónimo de Figarillo, Juan Bautista Alberdi escribe en 1855:
“Los medios de protección que la Constitución nos proporciona son, la libertad y los privilegios y recompensas conciliables con la libertad”.
“Los argentinos han sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir”.
“Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre fiestas, la jarana y la disipación”.
“Nuestro pueblo no carece de alimentos, sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental”.
“En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas”.
“Sobre todo se muere de pereza, es decir, de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso los mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición”.
“El origen de la riqueza son el trabajo y el capital, ¿qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas”.
“Es preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de los cuales surgen los tiranos y la guerra civil que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo” (Del “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”).
No existe mejor alternativa que descubrir las causas básicas de la crisis social de tal manera que podamos comenzar a combatirla alguna vez. Sin embargo, casi nadie recuerda a algún político que critique los defectos del pueblo argentino. Por el contrario, con irresponsabilidad lo alaba siendo éste el camino seguro para lograr gran cantidad de votos. La prédica de Juan Bautista Alberdi sería considerada impopular y políticamente incorrecta, y sería castigada con la indiferencia y la falta de apoyo por parte del electorado.