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Pompilio Zigrino
14/07/2008, 11:29
Así como el cuerpo enfermo requiere de un diagnóstico preciso, buscando su mejoría, toda sociedad requiere de un diagnóstico similar si se busca la solución de sus problemas y falencias. El subdesarrollo económico es uno de esos problemas sociales sobre el cual se presentan diversos diagnósticos a los que les siguen varias soluciones posibles. Al igual que en el caso del médico y del enfermo, equivocarse en el diagnóstico equivale a prolongar la etapa prevaleciente de la enfermedad renunciando al logro de una buena salud.

Se ha dicho que una Nación marcha sobre tres ruedas principales: economía, política y cultura. De ahí que, para que el accionar sea eficaz, las tres ruedas deben girar en conjunto; aspecto en el que existe bastante coincidencia. Sin embargo, para algunos es prioritaria la economía, mientras que para otros lo es la política o la cultura. Es decir, se supone que, mejorando una de ellas, según alguna de las prioridades mencionadas, el mejoramiento de las otras dos le seguirá como una consecuencia necesaria.

Se ha denominado estructuralismo a la postura de quienes sugieren que la economía constituye la estructura básica de la sociedad, mientras que la política y la cultura son apenas su superestructura: “una armadura o disfraz que está al servicio de la estructura económica para protegerla o para justificarla” (según Mariano Grondona).

En el estructuralismo de izquierda se supone que, necesariamente, existe una explotación desde el empresario hacia sus empleados. También se supone que, en la actualidad, la explotación se produce desde los países desarrollados hacia los subdesarrollados, lo que ha sido descripto mediante la “teoría de la dependencia”. De ahí que la “solución” de los problemas sociales ha de provenir, posiblemente, del colapso económico de los países ricos (apoyado por el terrorismo internacional).

Esta “solución” parte de la culpabilidad exclusiva de un solo sector. De ahí que pocas intenciones de cambio y de mejora existen en las poblaciones afectadas por el atraso económico. Si la culpa es de los demás, no hay razones por las cuales uno deba mejorar. También se sugiere a todo ciudadano que adopte una postura antagónica hacia los EEUU, de lo contrario será considerado como un colaborador de ese país, negándose autenticidad a cualquier tipo de nacionalismo o patriotismo que pueda existir. Incluso podrá ser acusado de “entreguista” al que promueva la mejora social a partir de la cultura o de la religión.

El estructuralismo de centro (desarrollismo) afirma que es posible lograr el desarrollo, pero manteniendo la idea de la prioridad de la economía sobre la cultura y la política.

El estructuralismo de derecha, por otra parte, sugiere la libertad económica absoluta, con una mínima participación estatal, ya que brindará las condiciones necesarias para la solución de todos nuestros males. Incluso algunos pensadores liberales afirman que el propio mercado genera una ética que pronto abarcará los demás aspectos de la vida social. Esto es algo opuesto a lo que sucede en cualquier empresa exitosa, ya que ese éxito se debe a la existencia previa de un personal capacitado que fue seleccionado adecuadamente.

Mariano Grondona escribió: “El estructuralismo de izquierda cree en el Estado y desconfía del mercado. El estructuralismo de centro apela a ambos, pragmáticamente. El estructuralismo de derecha cree en el mercado y desconfía del Estado. Todos ellos buscan a su manera el desarrollo económico, al que consideran el lado prioritario del triángulo del desarrollo” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico” – Editorial Ariel-Planeta SA).

En el institucionalismo predomina la política sobre la economía y la cultura. Se supone que el marco legal adecuado, junto a una democracia estable, son los requisitos básicos para lograr el desarrollo económico y cultural. Sin embargo, como todos sabemos, aun cuando existan leyes justas y precisas, de poco valdrán si en la sociedad no existe una mínima intención de respetarlas, tal como sucede frecuentemente. Publio Cornelio Tácito dijo: “El Estado más corrompido es el que más leyes tiene”.

La restante postura, el culturalismo, considera prioritario el comportamiento ético individual promoviendo a la educación como elemento básico para el resurgimiento de la sociedad. Esta prioridad se hace evidente considerando que el nivel económico se establece a partir del trabajo y del ahorro productivo, aspectos que requieren de una previa base ética. También el respeto a las leyes requiere de tal atributo moral individual.

El individuo es la base de la sociedad antes que algunas de sus realizaciones, tales como la economía o la política.