Pompilio Zigrino
15/06/2008, 11:03
Para entender la actual crisis argentina, y la actitud adoptada por el gobierno nacional, es necesario tener presentes algunos aspectos psicológicos básicos que explican y justifican las posturas filosóficas y políticas dominantes.
Quien se identifica con el pensamiento de Marx, ve la realidad social como una lucha de clases, la burguesía y el proletariado, y culpa a la primera por todos los males de la sociedad. De ahí que, cuando ocurre algún conflicto como el existente entre el gobierno nacional y el campo argentino, el marxista verá la situación, justamente, bajo la visión de Marx, aunque la realidad poco tenga que ver con ello.
Incluso el actual gobierno, de tendencia izquierdista, habla generalmente de “ellos” y “nosotros”, dividiendo a la población en dos grupos: el grupo “perverso”, que sólo quiere obtener elevadas ganancias, y el otro sector, que debe padecer las consecuencias de este tipo de ambición.
Quienes se identifican y comparten una postura filosófica determinada, actúan, generalmente, de igual manera en iguales circunstancias. De ahí que no es de extrañar cierto paralelismo entre la actitud de Kirchner (ex presidente en ejercicio del poder), quien tiene como meta “hacer arrodillar a los campesinos”, y la actitud de Stalin, quien se propuso fines similares con los campesinos ucranianos en épocas pasadas.
Respecto de Stalin, Antonio I. Margariti escribió:
“Desde el principio comprendió que el gran obstáculo para su proyecto de megalomanía iban a ser los campesinos de las «tierras negras de Ucrania», una de las más feraces planicies del mundo junto con «la pampa argentina»”.
“Las razones del odio de Stalin fueron explicables. Los kulaks o pequeños campesinos propietarios de la tierra eran personas independientes. Quien tiene propiedad y puede explotarla para conseguir una renta se aferra a la tierra porque obtiene independencia económica y sólo con ella adquiere libertad política para no someterse a los caprichos del déspota de turno”.
“En consecuencia, decidió aplastarlos y «liquidarlos como clase social» mediante la expoliación de la producción rural y la obligación legal de seguir sembrando para asegurar la alimentación, a bajo costo, de los trabajadores de la industria pesada y los soldados del ejército rojo. Con la picardía propia de un «agitprop» (activista político que nunca se había ganado la vida trabajando), Stalin no quiso expropiar la propiedad sino quedarse con la renta agraria, de manera que podía convertirlos en siervos de la gleba”.
“Pero los campesinos ucranianos que explotaban la tierra de sus ancestros se resistieron a verse denigrados y despojados del fruto de su trabajo. Se opusieron tenazmente a entregarles el ganado y el cereal de sus campos. Organizaron la resistencia, escondieron las cosechas en silos subterráneos protegidos con telas embreadas con alquitrán y bloquearon los caminos para evitar el saqueo de sus productos”.
“Ello enfureció al déspota Stalin quien decidió recurrir a la fuerza bruta y desencadenó una violenta campaña propagandista contra el campo acusándolos de egoístas, ricos oligarcas, subversivos y enemigos del pueblo soviético. No pudo enviar al ejército rojo para reprimirlos porque estaban dispersos en una multitud de pequeños lugares y el ejército se agotaría en una infinita serie de minúsculas batallas. Entonces organizó fuerzas de choque compuestas por milicias dirigidas por comisarios políticos. Pero además dispuso matarlos de hambre. Comenzó por acusarlos de violar una ley absurda que establecía como delitos graves:
a) Suministrar datos falsos en declaraciones juradas
b) Vender clandestinamente los cereales y oleaginosas
c) Consumir en forma particular el propio ganado
d) Resistir la entrega de la producción al Estado
e) Negarse a sembrar o cosechar los productos exigidos por el Gobierno
“Casi diez millones de personas fueron deportadas a campos de concentración de Siberia, en los que pereció una tercera parte”. “El efecto no podía ser otro que un abandono masivo de las explotaciones rurales y una hambruna extendida por todo el país entre 1932 y 1933. Millones de personas murieron porque no había comida” (De www.economiaparatodos.com (http://www.economiaparatodos.com))
Es importante resaltar que una dictadura es una alternativa válida dentro de la propuesta marxista, ya que se promueve eliminar la “dictadura de la burguesía” para reemplazarla por la “dictadura del proletariado”, que es el control total de la sociedad a través del poder centralizado del Estado, algo que no es extraño al gobierno actual.
Para el marxista, no es legítima, o ética, la propiedad privada de los medios de producción. De ahí que todo impuesto, por excesivo que sea, es considerado como algo “justo”. Aunque el desaliento a la producción habrá de producir, en el corto plazo, una significativa disminución, con el consiguiente aumento de precios.
El presente escrito podrá parecer absurdo a quienes suponen que el pasado lejano poco tiene que ver con la actual realidad argentina. Sin embargo, existen muchas coincidencias conceptuales y metodológicas. Incluso un dirigente partidario del gobierno (D’Elia) propuso públicamente la formación de grupos armados para la “defensa de la democracia”. Comienza a vislumbrarse una posibilidad cierta de confrontaciones violentas.
Esperando estar completamente equivocado al respecto, sugiero, sin embargo, estar atento para evitar que ocurran nuevamente catástrofes como las que ocurrieron en la ex URSS, y que el silencio de unos, y la complicidad de otros, trata de encubrir.
Quien se identifica con el pensamiento de Marx, ve la realidad social como una lucha de clases, la burguesía y el proletariado, y culpa a la primera por todos los males de la sociedad. De ahí que, cuando ocurre algún conflicto como el existente entre el gobierno nacional y el campo argentino, el marxista verá la situación, justamente, bajo la visión de Marx, aunque la realidad poco tenga que ver con ello.
Incluso el actual gobierno, de tendencia izquierdista, habla generalmente de “ellos” y “nosotros”, dividiendo a la población en dos grupos: el grupo “perverso”, que sólo quiere obtener elevadas ganancias, y el otro sector, que debe padecer las consecuencias de este tipo de ambición.
Quienes se identifican y comparten una postura filosófica determinada, actúan, generalmente, de igual manera en iguales circunstancias. De ahí que no es de extrañar cierto paralelismo entre la actitud de Kirchner (ex presidente en ejercicio del poder), quien tiene como meta “hacer arrodillar a los campesinos”, y la actitud de Stalin, quien se propuso fines similares con los campesinos ucranianos en épocas pasadas.
Respecto de Stalin, Antonio I. Margariti escribió:
“Desde el principio comprendió que el gran obstáculo para su proyecto de megalomanía iban a ser los campesinos de las «tierras negras de Ucrania», una de las más feraces planicies del mundo junto con «la pampa argentina»”.
“Las razones del odio de Stalin fueron explicables. Los kulaks o pequeños campesinos propietarios de la tierra eran personas independientes. Quien tiene propiedad y puede explotarla para conseguir una renta se aferra a la tierra porque obtiene independencia económica y sólo con ella adquiere libertad política para no someterse a los caprichos del déspota de turno”.
“En consecuencia, decidió aplastarlos y «liquidarlos como clase social» mediante la expoliación de la producción rural y la obligación legal de seguir sembrando para asegurar la alimentación, a bajo costo, de los trabajadores de la industria pesada y los soldados del ejército rojo. Con la picardía propia de un «agitprop» (activista político que nunca se había ganado la vida trabajando), Stalin no quiso expropiar la propiedad sino quedarse con la renta agraria, de manera que podía convertirlos en siervos de la gleba”.
“Pero los campesinos ucranianos que explotaban la tierra de sus ancestros se resistieron a verse denigrados y despojados del fruto de su trabajo. Se opusieron tenazmente a entregarles el ganado y el cereal de sus campos. Organizaron la resistencia, escondieron las cosechas en silos subterráneos protegidos con telas embreadas con alquitrán y bloquearon los caminos para evitar el saqueo de sus productos”.
“Ello enfureció al déspota Stalin quien decidió recurrir a la fuerza bruta y desencadenó una violenta campaña propagandista contra el campo acusándolos de egoístas, ricos oligarcas, subversivos y enemigos del pueblo soviético. No pudo enviar al ejército rojo para reprimirlos porque estaban dispersos en una multitud de pequeños lugares y el ejército se agotaría en una infinita serie de minúsculas batallas. Entonces organizó fuerzas de choque compuestas por milicias dirigidas por comisarios políticos. Pero además dispuso matarlos de hambre. Comenzó por acusarlos de violar una ley absurda que establecía como delitos graves:
a) Suministrar datos falsos en declaraciones juradas
b) Vender clandestinamente los cereales y oleaginosas
c) Consumir en forma particular el propio ganado
d) Resistir la entrega de la producción al Estado
e) Negarse a sembrar o cosechar los productos exigidos por el Gobierno
“Casi diez millones de personas fueron deportadas a campos de concentración de Siberia, en los que pereció una tercera parte”. “El efecto no podía ser otro que un abandono masivo de las explotaciones rurales y una hambruna extendida por todo el país entre 1932 y 1933. Millones de personas murieron porque no había comida” (De www.economiaparatodos.com (http://www.economiaparatodos.com))
Es importante resaltar que una dictadura es una alternativa válida dentro de la propuesta marxista, ya que se promueve eliminar la “dictadura de la burguesía” para reemplazarla por la “dictadura del proletariado”, que es el control total de la sociedad a través del poder centralizado del Estado, algo que no es extraño al gobierno actual.
Para el marxista, no es legítima, o ética, la propiedad privada de los medios de producción. De ahí que todo impuesto, por excesivo que sea, es considerado como algo “justo”. Aunque el desaliento a la producción habrá de producir, en el corto plazo, una significativa disminución, con el consiguiente aumento de precios.
El presente escrito podrá parecer absurdo a quienes suponen que el pasado lejano poco tiene que ver con la actual realidad argentina. Sin embargo, existen muchas coincidencias conceptuales y metodológicas. Incluso un dirigente partidario del gobierno (D’Elia) propuso públicamente la formación de grupos armados para la “defensa de la democracia”. Comienza a vislumbrarse una posibilidad cierta de confrontaciones violentas.
Esperando estar completamente equivocado al respecto, sugiero, sin embargo, estar atento para evitar que ocurran nuevamente catástrofes como las que ocurrieron en la ex URSS, y que el silencio de unos, y la complicidad de otros, trata de encubrir.