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apostolvs
10/05/2008, 09:56
EL INMENSO PODER DE LA ORACIÓN



Dios concede a algunas personas el carisma de poder comunicarse con las almas que han pasado el umbral de la muerte. Conozco personalmente varios casos de algunas personas que han visto a familiares difuntos que venían a visitarlas. Es un fenómeno que se reproduce con cierta frecuencia. Mucho más raros son los casos de personas que pueden hablar directamente con estas almas. Un ejemplo singular es el de María Simma, una mujer austíaca que durante la mayor parte de su vida estuvo en contacto directo con las ánimas del Purgatorio. Estas almas venían a su encuentro para pedirle oraciones y sacrificios que les permitieran completar su purificación final y ascender al encuentro de Dios.



De esta página quiero destacar esencialmente una circunstancia que pocos toman en consideración: el enorme valor de las oraciones y sacrificios que hacemos por los demás. María Simma nos confirma que incluso el más pequeño acto de caridad puede resultar tan inmenso a los ojos de Dios que sea suficiente para salvar la propia alma o la de otra persona a la que va dirigida la obra piadosa.


En las apariciones de Fátima, la Santísima Virgen María nos pide que recemos diariamente el Rosario. Probablemente el Rosario es, después de la Eucaristía, la oración más poderosa, y un instrumento muy eficaz para colaborar en la salvación de las almas.


El mismo Jesucristo nos indica que la oración es tan potente que puede hacer huir hasta al más poderoso de los demonios del infierno. (San Marcos 9, 16-29)

Es evidente que hay una desproporción entre el inmenso valor que tiene una oración, y el escaso aprecio que le concedemos.

El profeta Daniel fue arrojado al foso de los leones por negarse a dejar de rezar sus oraciones tres veces al día, a pesar de la prohibición del rey Darío. (Daniel 2)


Jesús nos dice: Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis. (San Mateo 21, 22)

Jesucristo oraba mucho, incluso noches enteras. (San Lucas 6, 12)

San Pablo nos apremia a estar en oración constante. (Romanos 12, 12; Efesios 6, 18; Filipenses 4, 6; Colosenses 4, 2)

El apóstol Santiago nos dice textualmente que: La oración ferviente del justo tiene mucho poder. (Santiago 5, 6)

Y San Pedro nos indica el valor de la oración y también el del sacrificio hecho por amor: Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración. Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados. (1 Pedro 4, 7-8)


Estas palabras reinciden en lo dicho anteriormente: un pequeño acto de caridad es suficiente para compensar muchas maldades.

Este hecho debería llenarnos de alegría. Por un lado sabemos que la oración y los sacrificios pueden servirnos para limpiar nuestros propios pecados. Y al mismo tiempo nos indica el enorme poder que tienen para otras personas a las que van dirigidas las oraciones.

Las almas del Purgatorio ya no pueden beneficiarse de sus propias oraciones, pues al morir se les acabó el tiempo de merecer. Ahora sólo nosotros podemos ayudarlas. Acordarse de estas pobres almas es un acto de caridad que cualquier cristiano mínimamente concienciado debe realizar regularmente a lo largo de su vida. Por otro lado, Jesucristo nos advierte claramente que:


con la medida con que midáis se os medirá. (San Mateo 7, 2)


Por consiguiente, si no rezas aquí, en el mundo terrenal, para liberar a tus hermanos sufrientes del Purgatorio, no esperes un trato diferente cuanto tú mismo te encuentres en esa situación. Los teólogos están de acuerdo en que el dolor más duro que puede sufrirse en la Tierra es el más suave del Purgatorio, esto puede darte una idea de la situación en la que se encuentran estas almas. La oración y los actos de penitencia son los medios que tenemos para ayudarlas a liberarse. Y los teólogos también están de acuerdo en que son muy pocas las almas que pasan directamente de este mundo al Cielo. Por lo tanto, es casi seguro que tú mismo te encontrarás en esta misma situación algún día y tendrás tanta necesidad de oraciones y sacrificios como tienen ellas ahora. Si no rezas y haces sacrificios por caridad con tus hermanos del Purgatorio que tanto lo necesitan, al menos hazlo por tu propio interés, pues Dios es justo y tratará a cada persona según hayan sido sus obras.



pax



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