Espartacus
21/04/2008, 17:29
Ese espejo, que desde lejos me llama,
junto a robustos, difuminados por azules,
guerreros del viento,
justos, preparados para batallar
eternos.
Cuentos de viejos y olvido,
casonas hechas con antiguo barro
y una canción como telón de fondo,
acompañando guitarras y deseos,
danzando en la oscuridad
decorada por un candil infinito de estrellas.
Se le escapan los miedos
al gentío que reía en madrugadas,
cuando un nubarrón cubría la luna,
mientras a lo lejos,
el mismo espejo
con sogas de abismos tenues,
venía bajando por las montañas.
Cerritos que acarician el cielo,
ése cielo que me miraba tácito,
con gotas de amanecer y rocío.
Golondrinas grises de gracia y sueños,
me juntaban la brisa como almohada
dejándola a mi ventana,
para acunarme con ella
en cada noche desolada.
El sol no quiere esconderse nunca,
quiere seguir mirando las distancias,
quiere vivir otro rato al menos
para abrazarse de nuevo a cada aleteo,
a cada suspiro de esteros y rosas.
Se va sometiendo a la oscuridad
pero estoico, lucha soberbio
con espadas de rayos
y escudo centellante de verano.
El sol no quiere esconderse,
ni, yo tampoco
El espejo me llama,
allá en las distancias a lo lejos...
divagando entre secretos paisanos,
escondiendo el dolor en los montes,
entre arbustos sedientos de lluvia,
incendiando de pasión y luces
el despertar sonámbulo
de luciérnagas.
Ese espejo que desde lejos llama,
derramando en llanuras y laderas,
el último llanto del día...
junto a robustos, difuminados por azules,
guerreros del viento,
justos, preparados para batallar
eternos.
Cuentos de viejos y olvido,
casonas hechas con antiguo barro
y una canción como telón de fondo,
acompañando guitarras y deseos,
danzando en la oscuridad
decorada por un candil infinito de estrellas.
Se le escapan los miedos
al gentío que reía en madrugadas,
cuando un nubarrón cubría la luna,
mientras a lo lejos,
el mismo espejo
con sogas de abismos tenues,
venía bajando por las montañas.
Cerritos que acarician el cielo,
ése cielo que me miraba tácito,
con gotas de amanecer y rocío.
Golondrinas grises de gracia y sueños,
me juntaban la brisa como almohada
dejándola a mi ventana,
para acunarme con ella
en cada noche desolada.
El sol no quiere esconderse nunca,
quiere seguir mirando las distancias,
quiere vivir otro rato al menos
para abrazarse de nuevo a cada aleteo,
a cada suspiro de esteros y rosas.
Se va sometiendo a la oscuridad
pero estoico, lucha soberbio
con espadas de rayos
y escudo centellante de verano.
El sol no quiere esconderse,
ni, yo tampoco
El espejo me llama,
allá en las distancias a lo lejos...
divagando entre secretos paisanos,
escondiendo el dolor en los montes,
entre arbustos sedientos de lluvia,
incendiando de pasión y luces
el despertar sonámbulo
de luciérnagas.
Ese espejo que desde lejos llama,
derramando en llanuras y laderas,
el último llanto del día...