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Gaetano
12/04/2008, 22:52
Nada debe ponerse en manos de los incompetentes, ni el país ser manejado por los ignorantes

Un chapuzón de chapuzas! Eso es lo que luce la acción del Gobierno por estos días posteriores a la Semana Santa. Desde una insólita Ley de Pesca, con un acompañante más insólito aún: un fulano Instituto Socialista de Pesca (¿o será de Pesca socialista, si es que algo así existe?) hasta la chapuza mayor: el Currículo bolivariano, que en los pocos días desde que apareció ha provocado más agitación que la clausura de RCTV.

Pero comencemos por el principio. ¿Qué es una chapuza? Según el DRAE, de gran auxilio en estos casos, una chapuza es "una obra hecha sin arte ni esmero". Bolivariana, pues. Como todo lo que nos ha acompañado desde que este régimen irrumpió en nuestras vidas. Lástima que nos vayan saliendo tan caras las chapuzas.

La primera chapuza, la original, la madre de todas las otras, fue, por supuesto, la educación que esta gente recibió. O mejor, que no recibió. Eran los tiempos de aquellas gloriosas mañanas de cualquier jueves. ¿Recuerdan, la de los alrededores de la Universidad Central?

Unos cuantos muchachos, demasiado revolucionarios como para andar entre libros y trabajos, con sus capuchas de ocasión, parando a cualquier camioneta pick up de cualquier empresa, prendiéndole candela -el trofeo de la semana- y luego ¡al almuerzo! Y hasta el siguiente jueves. Y así por años y años... ¡hasta que llegó la revolución!

Y con la revolución (¿?) llegó el ministerio, la alcaldía. En fin, los reales. La revolución también trajo a una fauna. La misma que en los 80 plagó a Nicaragua. Con una diferencia, sin embargo. A aquella la bautizaron los sandalistas, por la pinta de mochileros que tenían. Después de todo la revolución sandinista era más limpia que talón de lavandera. Esta no. Esta es petrolera y gastadora. Ahora la fauna es de hoteles cinco estrellas y gastos pagos. Puro viático, y del bueno.

Esta fauna quiere, antes de morirse, ver cumplidos sus sueños. Eso sí, bien lejos de donde disfrutarán de sus jubilaciones, en la ahíta Europa comunitaria o en EEUU imperialista. Son como gatos y perros, que tienen siempre el cuidado de defecar lejos de donde comen y duermen. La revolución es para negros, indios y mestizos. Jamás para la gente seria y bien comida.

Y así se encontraron el hambre con las ganas de comer. Los asesores de la revolución, excrecencia de universidades españolas y colleges americanos, con estos pitufos que el vulgo bautizó encapuchados. Y de ese encuentro han salido todos estos portentosos proyectos revolucionarios. El último de los cuales, no faltaba más: ¡el Currículo bolivariano!

Acompañado por su hermano siamés: la Operación puerta franca en las universidades. Lo asombroso fue cómo se les pasó por alto el carácter contrarrevolucionario de todo el asunto. En efecto, si algo caracterizó el sistema educativo de las revoluciones del siglo XX fue su obsesión por la excelencia. Cómo sería que el comunismo chino, luego del desastre que fue la Revolución cultural de Mao Zedong, se ha esmerado tanto por recuperar el terreno perdido que sus jóvenes inundan las mejores universidades de Occidente. La nueva China es, antes que nada, un proyecto universitario del más alto nivel.

Empeñarse, entonces, en crear una educación a la medida de los encapuchados, con asesoría revolucionaria extranjera, es la mejor forma de entregar la riqueza petrolera al imperio, digo si queda algo después de tanto dispendio. Porque esa es otra: la visión capucha (por encapuchados) de un país libre y exitoso no es otra que la de la miseria de las calles cubanas. Pero al igual que le está comenzando a pasar a la Cuba de Raúl, el destino final de la chapuza revolucionaria siempre será el que hoy vemos campear en el antiguo mundo socialista.

La peor traición del Currículo bolivariano no es, como mucha gente cree, la serie de necedades que quieren hacer pasar por Historia, ni la de las metras socialistas o la perinola revolucionaria. No, lo peor es poner a los niños y jóvenes venezolanos en manos de incompetentes que de nada saben; es eliminarles las ciencias duras -las sempiternas Tres Marías del Bachillerato- y hacer pasar por identidad cultural la carencia de palabras y la ruindad del vocabulario. La lucha, por tanto, es contra ese intento.

Nadie debe graduarse de lo que no sabe. Nada debe ponerse en manos de los incompetentes, ni el país ser manejado por los ignorantes. De no lograrlo, la ruina de Venezuela será imparable. Por eso, por eso mismo, la lucha contra este Currículo tiene que ir hasta el fondo. Y ya.