Umbras Monstrator
02/04/2008, 02:47
¿A qué le temes?
¿A que diga la verdad y quedes parado en la esquina
sintiendo el viento que se cuela por tus ropas
y te hace darte cuenta
cuán solo estás?
O quizás le temas a mi venganza
porque es fría como el centro del fuego,
como ese fuego azul de las velas encendidas,
y dulce como la piel de Afrodita;
sí, le debes de temer a mi venganza,
sí, casi seguro.
Y estarías en lo cierto,
¡ah! si hasta puedo oler tu miedo
desde este rincón del mundo,
hasta aquí llega tu sudor de pesadillas,
tu repugnante baba sibilante
que se te vuelca por la comisura
cuando tiemblas.
Los humanos tenemos miedos
pero algunos tenemos menos que los otros
¡y yo tengo tantos menos que tú!;
por algo será,
supongo que porque yo he hecho bien las cosas,
yo no cargo con muertos en mis hombros
ni con injusticias en mi espalda,
yo no he quebrantado mi palabra
ni he abusado de ningún débil,
yo no he impregnado mis manos de sangre inocente
ni he intentado lavarlas
cuando ya limpias;
yo no estoy loca.
¿Tienes idea a qué le temes?
Algo me dice que ni tú lo sabes
has hecho tanto daño en esta vida
que no sabes de dónde vendrá el disparo,
te darás vuelta ante el menor crujido
y será tu vida endemoniadamente perseguida,
te volverás un neurótico del desapego a lo humano
y pensarás que todos
son tus asesinos.
Y qué patético final para un hombre,
ni te digo para una mujer,
serás una rata en un laberinto gigante
que se espanta las moscas invisibles a todos
menos a sus ojos.
No tendrás hijos
más que aquellos que parirá tu desencanto,
te revolcarás en las arenas de filamentos
de mentes que corrompiste con tus juicios,
y llegarán muy tarde tus culpas
y tus disculpas serán obsoletas,
no hallarás perdones ni debajo de la almohada
y noche tras noche te perseguirán los cuervos
y cuando abras los ojos verás uno por la ventana
posado justo en la rama de enfrente;
y no podrás cortar esa rama
porque estará muy lejos de tus manos,
tan lejos de ellas estará la rama
como la paz, de tu alma.
¿A que diga la verdad y quedes parado en la esquina
sintiendo el viento que se cuela por tus ropas
y te hace darte cuenta
cuán solo estás?
O quizás le temas a mi venganza
porque es fría como el centro del fuego,
como ese fuego azul de las velas encendidas,
y dulce como la piel de Afrodita;
sí, le debes de temer a mi venganza,
sí, casi seguro.
Y estarías en lo cierto,
¡ah! si hasta puedo oler tu miedo
desde este rincón del mundo,
hasta aquí llega tu sudor de pesadillas,
tu repugnante baba sibilante
que se te vuelca por la comisura
cuando tiemblas.
Los humanos tenemos miedos
pero algunos tenemos menos que los otros
¡y yo tengo tantos menos que tú!;
por algo será,
supongo que porque yo he hecho bien las cosas,
yo no cargo con muertos en mis hombros
ni con injusticias en mi espalda,
yo no he quebrantado mi palabra
ni he abusado de ningún débil,
yo no he impregnado mis manos de sangre inocente
ni he intentado lavarlas
cuando ya limpias;
yo no estoy loca.
¿Tienes idea a qué le temes?
Algo me dice que ni tú lo sabes
has hecho tanto daño en esta vida
que no sabes de dónde vendrá el disparo,
te darás vuelta ante el menor crujido
y será tu vida endemoniadamente perseguida,
te volverás un neurótico del desapego a lo humano
y pensarás que todos
son tus asesinos.
Y qué patético final para un hombre,
ni te digo para una mujer,
serás una rata en un laberinto gigante
que se espanta las moscas invisibles a todos
menos a sus ojos.
No tendrás hijos
más que aquellos que parirá tu desencanto,
te revolcarás en las arenas de filamentos
de mentes que corrompiste con tus juicios,
y llegarán muy tarde tus culpas
y tus disculpas serán obsoletas,
no hallarás perdones ni debajo de la almohada
y noche tras noche te perseguirán los cuervos
y cuando abras los ojos verás uno por la ventana
posado justo en la rama de enfrente;
y no podrás cortar esa rama
porque estará muy lejos de tus manos,
tan lejos de ellas estará la rama
como la paz, de tu alma.