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Ver la versión completa : De la anomia de Durkheim a la de Bauman



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
26/03/2008, 07:41
“Mi planteamiento es que las formas específicamente postmodernas de violencia tienen origen en la privatización, desregulación y descentralización de los problemas de identidad. El desmantelamiento de los marcos colectivos, institucionalizados y centralizados de la construcción de la identidad que tiene lugar en el mundo postmoderno podrá haberse producido por designio o por efecto; habrá sido bien recibido o lamentado. Pero, sin duda, tiene ese efecto, que –como señaló Peter Wagner- el sitio desde el cual se podría haber acometido una intervención en nombre de los intereses comunes que anulen las animosidades localizadas, “previamente sostenida por el Estado, se considera inexistente o vacío”.” Zygmunt Bauman, La Sociedad Individualizada

Traje en el mes de diciembre del pasado año una cita de otra obra de Bauman en la que se hacía referencia a una malinterpretación del sentido durheimiano de crisis moral. De manera que si “La anomia es… un factor regular y específico … Difiere … en cuanto depende, no de la manera de estar ligados los individuos a la sociedad, sino del modo como ella los reglamenta” (Emilie Durkheim, El sucidio) es buena parte del sentido reglamentador que Séneca proponía, también, y de acuerdo con Bauman y mis ideas, “La anomia, al franquear las necesidades de la medida que conviene, abre la puerta a las ilusiones, y, por consiguiente, a las decepciones. Un hombre que es arrojado bruscamente por debajo de la condición a la que estaba acostumbrado, no puede dejar de exasperarse al sentir escapársele una situación de que se creía dueño, y su exasperación se vuelve naturalmente contra la causa, cualquiera que sea, real o imaginaria, a la que se atribuye su ruina” (Emile Durkheim, El Suicidio).

Es clara la función de ajuste social del diagnóstico de anomia en su sentido normalizador. Se trata del Durkheim conservador y educador, el que, como decía el forista Seneca, trataba la enfermedad social como lo haría un médico. Pero en el sentido del “desafío” de Bauman, o mis malinterpretaciones, lo moral, que no la moral, es esencialmente emergente por la naturaleza misma de allí de donde surge: las síntesis sociales y el impulso moral.

Las referencias de los problemas sociales, el momento justamente anterior a las las síntesis, si es que queremos hacer filosofía curativa y racional, descansa en el empeño de no dejar de problematizar la causalidad social por una inercia irracional que se consume en su discurso.

El desencanto típico de la anomia se enfrenta con su causa en una lucha como la que proponen en la escuela de Frankfurt, que critiqué hace meses por corromper el auténtico sentido de Durkheim. Los problemas sociales no se resuelven de “buenas a primeras” ni por el método de los contrarios, como ya nos avisaba el mismo Durkheim. El pensamiento hegeliano-marxista que tanto inspiró a dicha escuela tomó de Hegel y Marx su base fundamental, el método de análisis y curación: la dialéctica. En la dialéctica olvidan que la emergencia, o su contradicción, no radica sólo en sus términos y relaciones, sino en lo que la misma síntesis aporta de nuevo, siendo así no sólo reproductora, sino creativa y emergente. Estas síntesis son las que deben inquietar al filósofo al ser motivo de responsabilidad intelectual y ética.

El posmodernismo de Bauman se debe más a sus fuentes que a la ideología que persigue. Comparten la tendencia marxista que maduró gracias a mirar a Marx desde Weber, pero que olvidó que era todavía demasiado marxista. Como ironizó Popper parafraseando a Rolf Hochhuth: “los marxistas se han limitado a interpretar el marxismo de diversas maneras; lo que importa, no obstante, es transformarlo”.