Espartacus
29/02/2008, 19:00
Tengo un gran amigo que vivió muchísimos momentos agradables con un "canino" amigo, le dediqué éste escrito y le emocionó, por eso lo traigo.
Recuerdo que alguna vez, alguien
le dejó "de costado" un nombre cualquiera.
Quizás ése "cualquiera", le calzaba perfecto.
Era tibieza en su piel de escarcha,
y el gemido satisfecho de saberse amado,
de vez en cuando.
Retacón de miembros, le decíamos.
pero de saltar altivo.
Correteaba con los niños en siestas lejanas,
mientras yo observaba feliz, cuando él sencillamente
de su libertad se abusaba.
Sin importar su ánimo ó carencias
acompañaba mi paseo acostumbrado,
hacia cualquier destino, hacia cualquier llegada.
Y sus ojos pequeños,
De mi mirar tranquilo siempre se contagiaba.
Solíamos meditar en silencio
hora tras hora, pensando en...nada.
Recuerdo que el mundo le era chico,
o "nos" era chico...porque nada había de separarnos.
Se transformaba en saeta
al salir disparado buscando al amo.
Pero si parecía una fiesta, si...¡qué fiesta!
y qué macabro destino
nos estaba esperando.
Me desperté alguna noche, abatido
con una oscura pesadilla bajo el brazo.
Sentí un hosco vacío, un hueco desacalorado...
ya no había latidos ni mirar lejano,
ya no quedaba alegría, ni juego; ni salto...
Anoche se escapó el mundo pequeño, y
¿quién se robó la tibieza de mis manos;
quién se atrevió a cerrarle los ojos?;
mis ojos,
mi gemido,
mi meditar,
y ése paseo acostumbrado...?
Recuerdo que alguna vez, alguien
le dejó "de costado" un nombre cualquiera.
Quizás ése "cualquiera", le calzaba perfecto.
Era tibieza en su piel de escarcha,
y el gemido satisfecho de saberse amado,
de vez en cuando.
Retacón de miembros, le decíamos.
pero de saltar altivo.
Correteaba con los niños en siestas lejanas,
mientras yo observaba feliz, cuando él sencillamente
de su libertad se abusaba.
Sin importar su ánimo ó carencias
acompañaba mi paseo acostumbrado,
hacia cualquier destino, hacia cualquier llegada.
Y sus ojos pequeños,
De mi mirar tranquilo siempre se contagiaba.
Solíamos meditar en silencio
hora tras hora, pensando en...nada.
Recuerdo que el mundo le era chico,
o "nos" era chico...porque nada había de separarnos.
Se transformaba en saeta
al salir disparado buscando al amo.
Pero si parecía una fiesta, si...¡qué fiesta!
y qué macabro destino
nos estaba esperando.
Me desperté alguna noche, abatido
con una oscura pesadilla bajo el brazo.
Sentí un hosco vacío, un hueco desacalorado...
ya no había latidos ni mirar lejano,
ya no quedaba alegría, ni juego; ni salto...
Anoche se escapó el mundo pequeño, y
¿quién se robó la tibieza de mis manos;
quién se atrevió a cerrarle los ojos?;
mis ojos,
mi gemido,
mi meditar,
y ése paseo acostumbrado...?