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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
29/02/2008, 09:17
El problema es este: cómo son las cosas y cómo son para nosotros.

El radicalismo realista de Popper es su presunción de que el mejor de los mundos es al que lleva el conocimiento objetivo en su sentido científico. El tercer mundo se expande de la manera más fiable minorizando sus fallos. El conocimiento no es positivo sino negativo, conocemos más sabiendo lo que no conocemos, dialécticamente, determinando ese conocimiento. La mejor forma de determinarlo es arrancándolo de sí, hacerlo público. Pero el carácter público es el del mundillo científico, que va a ser capaz de trabajar en las determinaciones del aumento de conocimiento en el sentido del conocimiento objetivo: el conocimiento en tanto que conocimiento, la representación pura (1) con la que pactamos aceptando el pagaré de su transitoriedad.

Kuhn, o Fayerabend, nos dicen que hay más cosas entre la tierra y el cielo de las que sueña la ciencia. La limitación a priori del conocimiento la admite todo el mundo, difieren en el sentido del conocimiento. Ahora, arrancar la mismisidad del conocimiento se hace socialmente problemática. ¿Cómo cambia el conocimiento además del conocimiento mismo? ¿Qué lo determina además de su sentido de conocimiento objetivo?. Los paradigmas se hacen formales, configuran la solución a los problemas determinando, de esta manera, su solución. Nuestro mundo de cosas entre el cielo y la tierra es un vivir al día con ellas.

Heidegger reflexionó profundamente sobre la complejidad ontológica del estar a la mano, aunque más que ontológica es antropológica en sentido filosófico. Así se debe leer a Heidegger para que tenga sentido, en su actualización. El ser determina la actualización deshaciéndose en su agotamiento. El paso de la historia sobre la frágil conciencia del hombre. El Dasein hegeliano y heideggeriano se entiende como problema desde sí mismo. El problema del espíritu y el ser no se agota en su espacialidad, sino que se determina deshecho, desapropiado, enajenado. La configuración espacial es más física que mental. La esencia mental es fenomenología pura. El espíritu no se conoce dónde sino en qué, en su propio ser desplegado en el dasein. El tiempo es la eticidad trascendente que se posibilita en su fenomenología, que es a priori, pero no sintéticamente. ¿Es realmente el espacio una condición formal sintéticamente a priori? ¿Por qué no se llamó en vez de "Ser y tiempo" "Ser, tiempo y espacialidad"? Porque su sentido ético e histórico no es sociológico ni estético sino escatológico. La pregunta por el ser no busca atrapar al dasein para darle uso, sino para comprenderse y justificar inútilmente su existencia.

El sentido ético de Popper es que podría y debería ser el mejor de los mundos, no que lo es. Fayerabend dirá, madure usted y hágase cargo del dolor y déjese de fantasmas y oraciones. Las personas de verdad (2) no son las verdaderas (1) sino las que son de verdad, como dice Fayerabend: “las que hacen el amor”. Lo racional es su esperanza aunque no comprenda la urgencia de su irracionalidad. Su último término sólo tiene sentido en el final de su historia, en su muerte. La dialéctica no se supera nunca definitivamente sino en el optimismo hegeliano, similar al popperiano. Descubrí el hegelianismo de Popper en un viaje de vuelta de Valladolid y, entonces, vi su debilidad. Schopenhauer no era anticuado, era filosofía como ética, al revés que la suya. Para Popper la continuidad es la sucesión de los problemas, para Schopenhauer el dolor universal, sin él solo hay nada. La ética de Popper es optimista, racional, reproductora; la ética del hombre está dejada de la mano de Dios.