Templar
08/02/2008, 18:55
Hoy revizando las news me encontré con este relato que llamo la atención sobre un "autoliberado" de las FARCS ... que valor del tipo.
Por cierto Shetland o cualquier colombiano, una pregunta; En verdad pasa eso de las "Vacunas"?
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MARÍA PÉREZ-PLÁ • CORRESPONSAL
El Universal
Viernes 08 de febrero de 2008
BOGOTÁ.— Ricardo Correa sólo tuvo una idea en la mente en todo momento: escapar. Al principio no supo qué querían de él los seis hombres armados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que lo interceptaron el pasado 23 de enero en área rural de Toledo, municipio donde se crió y trabaja como jornalero, situado al noreste del país cercano a la frontera con Venezuela.
“Pensé que podía ser que ellos querían que yo me uniera a sus filas”, explicó ayer en conversación telefónica con EL UNIVERSAL mientras esperaba una cirugía menor en la cabeza por una herida que sufrió al escapar, siete días despúes de haber sido capturado.
Al caer la noche de aquel 23, los seis hombres se convirtieron en 40 y uno de ellos le explicó con exactitud por qué estaba ahí. “Ellos me dijeron que iba en calidad de secuestrado”. De nada sirvió que Ricardo les explicara que a pesar de trabajar como jornalero y su padre tener finca y comerciar con ganado, los ingresos “tampoco daban para eso”. Su sorpresa fue mayor cuando le dijeron la cantidad que pedían por él: 100 mil dólares.
“Ahí pensé que no podía ser posible que todo lo que habían trabajado mis padres toda su vida venirlo a entregar así, y supe que no duraría mucho con ellos”.
Desde ese momento Ricardo no tuvo tiempo para flaquear; todas las noches estudiaba cuidadosamente su alrededor y a los captores para trazar su plan de fuga. “Yo me la pasaba rogándole a Dios que me diera la posibilidad de escaparme y de que los guerrilleros no me pudieran alcanzar”, aseguró Correa.
Más rabia le daba pensar que las FARC ya venían acosando a su padre desde hace algún tiempo para que les hiciera una “colaboración” económica; esto es, el pago de una extorsión que en Colombia se conoce popularmente como “vacuna”.
“Por nuestra zona no es costumbre pagar vacuna a esta gente y habíamos logrado evadirlos; creo que optaron por secuestrarme para presionar a mi familia”, dice Ricardo con un hablar relajado pero contundente. La noche del 30 de enero llegó su oportunidad. Varios factores jugaron a su favor: el cansancio de los propios guerrilleros después de varios días de largas caminatas por el monte, sumado al hecho de que ya se habían familiarizado con Ricardo y se sentían “tranquilos”, por lo que apenas tres dormían cerca de él. Con sigilo, se zafó de la lazada que lo amarraba a un árbol y echó a correr.
Unas horas después, cuando se sintió a salvo, descansó, para volver a emprender la caminata a ratos de día y a ratos de noche “para no ser detectado por los guerrilleros”.
Ricardo supo en todo momento que su vida dependía de la astucia con la que enfrentara la situación, por eso escogió con cuidado su camino. “El corredor que yo utilicé no permitía que ellos me siguieran”, aseguró.
Todo fue bien, a excepción de que los primeros días apenas encontró nada para comer, pero continuó resuelto en su huída pues tenía agua potable casi todo el trayecto. El plan perfecto de Ricardo estuvo a punto de desmoronarse cuando para cruzar un precipicio se colgó de unas ramas y al caer en el otro lado se golpeó fuertemente la cabeza.
“La cortada no es que fuera demasiado grande, pero se infectó y se me inflamó la cara y aunque la larva ya se ha muerto, me tienen que hacer una pequeña cirugía para limpiar todo”, explicó desde su habitación en una clínica de Cúcuta al noreste del país.
En el momento de la huída, Ricardo no sabía dónde se encontraba, pero después de caminar un par de días logró ubicarse y tomó rumbo a la población de Gibraltar entre montañas y ríos.
Decidió no pedir ayuda en ninguno de los pequeños caseríos que encontró a su paso pues temía que hubiera informantes de las FARC que lo delataran. Sin embargo, para poder sobrevivir, tomó algunos plátanos y yucas de las cosechas.
Fue entonces cuando la herida en la cabeza empezó a causarle problemas. Además de inflamarse, empezó a sufrir de fiebre y escalofríos.
El martes 5 de febrero, después de seis días de caminata, “llegué como pude al hospital de Gibraltar”. Ardía en fiebre y casi no podía ver.
Lo primero que hizo, antes de atenderse, fue llamar a su esposa, quien lo daba por desaparecido, sin sospechar que había sido secuestrado. “Yo no creo que pueda volver a esa zona, el peligro sigue siendo inminente”, sostuvo Correa.
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Saludos a todos
Templar
Por cierto Shetland o cualquier colombiano, una pregunta; En verdad pasa eso de las "Vacunas"?
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MARÍA PÉREZ-PLÁ • CORRESPONSAL
El Universal
Viernes 08 de febrero de 2008
BOGOTÁ.— Ricardo Correa sólo tuvo una idea en la mente en todo momento: escapar. Al principio no supo qué querían de él los seis hombres armados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que lo interceptaron el pasado 23 de enero en área rural de Toledo, municipio donde se crió y trabaja como jornalero, situado al noreste del país cercano a la frontera con Venezuela.
“Pensé que podía ser que ellos querían que yo me uniera a sus filas”, explicó ayer en conversación telefónica con EL UNIVERSAL mientras esperaba una cirugía menor en la cabeza por una herida que sufrió al escapar, siete días despúes de haber sido capturado.
Al caer la noche de aquel 23, los seis hombres se convirtieron en 40 y uno de ellos le explicó con exactitud por qué estaba ahí. “Ellos me dijeron que iba en calidad de secuestrado”. De nada sirvió que Ricardo les explicara que a pesar de trabajar como jornalero y su padre tener finca y comerciar con ganado, los ingresos “tampoco daban para eso”. Su sorpresa fue mayor cuando le dijeron la cantidad que pedían por él: 100 mil dólares.
“Ahí pensé que no podía ser posible que todo lo que habían trabajado mis padres toda su vida venirlo a entregar así, y supe que no duraría mucho con ellos”.
Desde ese momento Ricardo no tuvo tiempo para flaquear; todas las noches estudiaba cuidadosamente su alrededor y a los captores para trazar su plan de fuga. “Yo me la pasaba rogándole a Dios que me diera la posibilidad de escaparme y de que los guerrilleros no me pudieran alcanzar”, aseguró Correa.
Más rabia le daba pensar que las FARC ya venían acosando a su padre desde hace algún tiempo para que les hiciera una “colaboración” económica; esto es, el pago de una extorsión que en Colombia se conoce popularmente como “vacuna”.
“Por nuestra zona no es costumbre pagar vacuna a esta gente y habíamos logrado evadirlos; creo que optaron por secuestrarme para presionar a mi familia”, dice Ricardo con un hablar relajado pero contundente. La noche del 30 de enero llegó su oportunidad. Varios factores jugaron a su favor: el cansancio de los propios guerrilleros después de varios días de largas caminatas por el monte, sumado al hecho de que ya se habían familiarizado con Ricardo y se sentían “tranquilos”, por lo que apenas tres dormían cerca de él. Con sigilo, se zafó de la lazada que lo amarraba a un árbol y echó a correr.
Unas horas después, cuando se sintió a salvo, descansó, para volver a emprender la caminata a ratos de día y a ratos de noche “para no ser detectado por los guerrilleros”.
Ricardo supo en todo momento que su vida dependía de la astucia con la que enfrentara la situación, por eso escogió con cuidado su camino. “El corredor que yo utilicé no permitía que ellos me siguieran”, aseguró.
Todo fue bien, a excepción de que los primeros días apenas encontró nada para comer, pero continuó resuelto en su huída pues tenía agua potable casi todo el trayecto. El plan perfecto de Ricardo estuvo a punto de desmoronarse cuando para cruzar un precipicio se colgó de unas ramas y al caer en el otro lado se golpeó fuertemente la cabeza.
“La cortada no es que fuera demasiado grande, pero se infectó y se me inflamó la cara y aunque la larva ya se ha muerto, me tienen que hacer una pequeña cirugía para limpiar todo”, explicó desde su habitación en una clínica de Cúcuta al noreste del país.
En el momento de la huída, Ricardo no sabía dónde se encontraba, pero después de caminar un par de días logró ubicarse y tomó rumbo a la población de Gibraltar entre montañas y ríos.
Decidió no pedir ayuda en ninguno de los pequeños caseríos que encontró a su paso pues temía que hubiera informantes de las FARC que lo delataran. Sin embargo, para poder sobrevivir, tomó algunos plátanos y yucas de las cosechas.
Fue entonces cuando la herida en la cabeza empezó a causarle problemas. Además de inflamarse, empezó a sufrir de fiebre y escalofríos.
El martes 5 de febrero, después de seis días de caminata, “llegué como pude al hospital de Gibraltar”. Ardía en fiebre y casi no podía ver.
Lo primero que hizo, antes de atenderse, fue llamar a su esposa, quien lo daba por desaparecido, sin sospechar que había sido secuestrado. “Yo no creo que pueda volver a esa zona, el peligro sigue siendo inminente”, sostuvo Correa.
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Saludos a todos
Templar