Espartacus
08/02/2008, 12:58
Bueno!, èste si es mìo, (bien fresquito ademàs...).
Y aquì el pobre tonto,
que se merece el morir,
aun se preocupa
y deja a su imaginaciòn volar
desbocada,
preguntàndose en silencio desmedido
a si mismo: ¿Còmo estaràs?.
El que extraña tu proximidad,
y el roce en la vereda.
El sentarse a esperar
y verte aproximar, ¡tan exquisita!
de aqui nomàs, a la vuelta.
¡Dios mìo!, què congoja...
y que hojas tan amarillas.
Aquì el artìfice,
de mùltiples heridas inoportunas,
que pesan
¡claro que pesan!
y que no distinguen el tiempo,
porque solo èl, puede aplacarlas
a veces...
¡Mirad mi ompulosidad!, parecìa gritarnos
èse mirlo de la tarde.
Oh, ¡què magnìfico final!,
para una mirada que despide...
y què mirada màgica
para la canciòn màs sentida del Otoño.
Aquì el tonto
el màs estridente de los ilusos,
se marcha,
como èse ramillete seco sobre el rìo,
que con suavidad insolente
se lleva mi aliento,
tal vez como las esperanzas
de mi extravìo sueño,
de encontrarte en distancias,
en distancias y olvido...
Y aquì el pobre tonto,
que se merece el morir,
aun se preocupa
y deja a su imaginaciòn volar
desbocada,
preguntàndose en silencio desmedido
a si mismo: ¿Còmo estaràs?.
El que extraña tu proximidad,
y el roce en la vereda.
El sentarse a esperar
y verte aproximar, ¡tan exquisita!
de aqui nomàs, a la vuelta.
¡Dios mìo!, què congoja...
y que hojas tan amarillas.
Aquì el artìfice,
de mùltiples heridas inoportunas,
que pesan
¡claro que pesan!
y que no distinguen el tiempo,
porque solo èl, puede aplacarlas
a veces...
¡Mirad mi ompulosidad!, parecìa gritarnos
èse mirlo de la tarde.
Oh, ¡què magnìfico final!,
para una mirada que despide...
y què mirada màgica
para la canciòn màs sentida del Otoño.
Aquì el tonto
el màs estridente de los ilusos,
se marcha,
como èse ramillete seco sobre el rìo,
que con suavidad insolente
se lleva mi aliento,
tal vez como las esperanzas
de mi extravìo sueño,
de encontrarte en distancias,
en distancias y olvido...