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Gaetano
04/02/2008, 17:27
No pocas veces la vida y la tragedia de los pueblos latinoamericanos se reflejan, en tono menor, en los guiones de la televisión o el cine estadounidense.

Es como si los grandes ríos de esta parte del mundo buscaran encontrarse en medio de la selva con las pequeñas quebradas que surcan un bosque en Michigan. No es necesario añadir que la realidad de nuestro disparatado y mágico mundo apenas es reflejada por los guionistas gringos en, quizás, 10% de su verdadera y potencial cualidad de asombro.

En este punto específico no cabe duda de que hemos derrotado abiertamente los aparatos ideológicos del imperialismo. Existe una flacura mental de los escritores estadounidenses, una flojera imaginativa y un estreñimiento emocional que les ha impedido advertir el filón que significa, para Hollywood, el asesinato del principal héroe de nuestra Independencia, como lo es, por gracia y audacia, nuestro Simón Bolívar. ¡Menudo desprecio y ofensa!... y qué mayúscula falta del sentido de la oportunidad de los inquietos productores de los estudios de Los Ángeles.

Véanse, por ejemplo, las posibilidades escénicas que promete para un exitoso productor como Jerry Bruckheimer, el mismo de la famosa y admirada serie CSI (Crime Scene Investigation), el hecho de que Simón Bolívar haya sido asesinado ante tantos testigos y que, durante años, ese crimen haya permanecido en la oscuridad. Basta sentarse un rato a conversar con Bruckheimer para convertir esa injusticia de la oligarquía perversa en una miniserie que, sin duda, provocaría desde el primer momento una inagotable sed de curiosidad en la audiencia mundial.

Imaginemos que Bolívar llega a Cartagena y tiene un simple malestar: no es nada del otro mundo pero sus colaboradores saben que la mano siniestra de Santander (el Raúl Baduel de la época) está detrás de un posible complot ligado a las próximas elecciones. Pero Bolívar, lamentablemente, no cuenta con el servicio secreto cubano, no hay G-2 que lo proteja. Apenas lo rodean algunos venezolanos (de poco fiar) y unos edecanes extranjeros que en el fondo trabajan para el imperialismo. De manera que la mesa está servida para que intervenga el inspector Clouseau, el de la Pantera Rosa, y ayude a aclarar el misterio.

Pero el inspector Clouseau es un disparate andante, y todo lo que hace termina en un desastre. Por alguna razón, que nadie sabe, los venezolanos identifican al disparatero inspector Clouseau con el general Pérez Arcay, quien trabaja en una pequeña oficina cuya puerta se abre directamente hacia el despacho presidencial. Nada más injusto porque el alto oficial sólo se remite a revisar antiguos textos de Bolívar escondidos por la oligarquía.

A veces redacta una carta de apoyo para Carlos, el Chacal, pero no va más allá.

En todo caso, se cree que la necesidad de investigar los huesos de Bolívar, y de abrir su sarcófago, no es más que una petición de los santeros cubanos que manejan los miedos presidenciales.

Pero, si no ayudaron a Fidel, ¿cómo pueden ayudar a Hugo?