prometeo6002
04/02/2008, 14:08
Tengo una ansiedad de ti más lejana que cualquier promesa,
un vicio de nombre irreconciliable con otra virtud,
qué lejana historia se me habrá sembrado donde me haces falta,
donde no se sana ni de los alumbrados milagros del desorden
ni del quejido que bramó la tarde cuando comprendió que se le va el sol,
soy tan antiguo como el regio polvo de la Gran Esfinge,
como el agua nieve que ahora corre hasta ser Limay,
como el tren de olas que vive en el Morro y en tu Patagonia
vuelve a levantar, las mismas burbujas con que se demora
toda mi nostalgia en llegar al verde donde el tiempo dice
que no va ha pasar.
Tengo una ansiedad de ti más lejana que la sobremesa,
y la madrugada es tentar eterno lo memorable de la pulcritud,
hasta cuando entonces buscaré la letra que te pinte alta,
sin que te dibuje aquellas lentejuelas que no se te amolden
o te funda en vano la tempera áurea que desde la cuna amasó el crisol,
eres cual la sombra que debía seguirte y casi lo finge,
porque va torneada con la sutileza que prestó al bonsái,
puedes enseñarle la perennidad que hay en la begonia
o el intenso espacio que desnuda el credo que anda por la flora
al viento la paciencia toda con que te predice
que se va ha posar.
Tengo una ansiedad que grita Alejandra
desde hace siglos cuando miro el mar.
un vicio de nombre irreconciliable con otra virtud,
qué lejana historia se me habrá sembrado donde me haces falta,
donde no se sana ni de los alumbrados milagros del desorden
ni del quejido que bramó la tarde cuando comprendió que se le va el sol,
soy tan antiguo como el regio polvo de la Gran Esfinge,
como el agua nieve que ahora corre hasta ser Limay,
como el tren de olas que vive en el Morro y en tu Patagonia
vuelve a levantar, las mismas burbujas con que se demora
toda mi nostalgia en llegar al verde donde el tiempo dice
que no va ha pasar.
Tengo una ansiedad de ti más lejana que la sobremesa,
y la madrugada es tentar eterno lo memorable de la pulcritud,
hasta cuando entonces buscaré la letra que te pinte alta,
sin que te dibuje aquellas lentejuelas que no se te amolden
o te funda en vano la tempera áurea que desde la cuna amasó el crisol,
eres cual la sombra que debía seguirte y casi lo finge,
porque va torneada con la sutileza que prestó al bonsái,
puedes enseñarle la perennidad que hay en la begonia
o el intenso espacio que desnuda el credo que anda por la flora
al viento la paciencia toda con que te predice
que se va ha posar.
Tengo una ansiedad que grita Alejandra
desde hace siglos cuando miro el mar.