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lcv
27/01/2008, 16:35
Por donde pasó el de la sonrisa amplia



Cuando se cuenta la historia de la Revolución Cubana indiscutiblemente hay que referirse a la eminencia gris del proceso revolucionario en su última etapa. ¿Quién adquirió tal definición y en qué condiciones podemos sustentar lo anterior?

Hablando en términos psicológicos es aquella persona en la que el líder se apoya buscando consenso.

Vendrás del sol. Y en la brisa al ir del trueno a las rosas, un vuelo de mariposas evocará tu sonrisa

En el contexto cubano es Camilo Cienfuegos la eminencia gris. Vale la pena recordar el 8 de enero de 1959 cuando el Ejército Rebelde, comandado por Fidel Castro, entraba en La Habana. Era el octavo día de victoria.

Ese día Fidel le habló al pueblo en el polígono del campamento militar de Columbia. La pequeña tribuna se estremecía al clamor de las masas. Una paloma se posó en el hombro del jefe revolucionario acentuando su leyenda de paz.

Su discurso fue extenso. Los aplausos perennes. Esbozó la injusticia de siglos, la sangre derramada y el futuro a forjar en la nueva Patria. En una pausa, le pregunta:

- ¡¿ Voy bien, Camilo?!...

Y la pregunta, corta, se quedó en la historia. Fidel se afirmaba en Camilo para saber cómo marchaba su oratoria.

Si brújula de tu pecho para mis pasos tuviera, por los caminos que fui, por esos mismos volviera.

¿Quién era este hombre que significa tanto para los cubanos?

¿Qué vínculos lo unían con el Che?

¿Cómo era su amistad con el Guerrillero Heroico?

Camilo procede de los estratos más humildes de la nación cubana, tuvo que trabajar para ganarse el pan para vivir. Se enroló directamente con el Movimiento 26 de Julio y fue el último expedicionario del Yate Granma.

Sentía una gran admiración por Martí y no pocas fueron las veces que llevó a sus soldados a Dos Ríos para rendirle homenaje.

Entre Camilo y Che surgió una amistad que con el paso del tiempo llegó a convertirse en epopeya.

Se hacían bromas y se "tomaban el pelo" entre ellos. Lograron una identificación plena que era imposible separarlos.

Luchó como cuando niño atacaba a los gigantes con la escopeta de palo.

Muchas son las anécdotas que reflejan el nivel de amistad que se profesaban:

En cierta ocasión el Che sorprendió a Camilo durmiendo a pierna suelta y sospechando que fuera un enemigo, lo despertó a punta de fusil. Un tiempo después, el Che salió imprudentemente del campamento a explorar el terreno, regresó por un claro del bosque frente a la posición de Camilo y con un casco militar puesto.

Camilo cogió el fusil de un compañero y le mandó rápido el primer fogonazo, sobre todo para dar la alarma.

El Che tuvo que sacar un pañuelo blanco y gritar que no disparara.

Luego, riéndose, Camilo le decía:

"¡Cabrón! Tú me cogiste prisionero dormido, pero yo te obligué a rendirte".

Si Prometeo se robó el fuego para dárselo al hombre, Camilo se robó su propio nombre para dárselo a la Revolución.

Su imaginación era fructífera y se le ocurrían juicios muy bonitos. Cuando la reacción trató de enfrentar a los cristianos y revolucionarios, tuvo una idea original. Al cura Sardiñas, que había estado alzado con los revolucionarios, lo vistió con una sotana verde olivo y estrellas de comandante de la Revolución.

Era un cura de la estirpe de Hidalgo y Morelos. El padre Sardiñas llevó con mucha dignidad hasta el fin de sus días aquella sotana verde olivo, símbolo de nuestro pueblo uniformado.

Camilo y Che se cruzaban bromas de manera continua. Hubo un día en que el Che se cayó de la hamaca y dio cuatro vueltas de carnera loma abajo. Cuando vio a Camilo riéndose se dio cuenta que le había zafado la soga. Buscó el desquite. Una noche le fue a zafar la soga de la hamaca y no pudo desenredar el nudo gordiano que hacía Camilo, perdió la paciencia y le cortó la soga con el cuchillo.

Camilo era así: bromista, pero responsable; cumplía con su deber y sabía tomar partido por la justicia.

Jamás fue dueño de su sonrisa, nunca se cansó de repartirla.

Se cuenta que el Che castigaba, pero lo hacía con justeza. No dictaba sanción sin antes averiguar para no cometer una injusticia.

Una vez Camilo le manda a un muchacho carne de gato pero el que se la lleva parece que temía que no se lo comiera, y le dijo que era jutía.

Cuando regresa, Camilo le pregunta que si le había gustado el gato. "¿Gato?", dice el muchacho. "¿No era jutía?". Talvés la cosa se hubiese quedado así, pero estaba el Che y dice: "¿Metiendo mentiras?" "Póngale un día de castigo por no decir la verdad".

Otra anécdota es: El Che visitaba la zona de Yaguajay para discutir con Camilo los pasos a seguir. La presencia del guerrillero argentino provocó la lógica curiosidad y muchos pobladores del lugar se acercaron para verlo; se asomaban por todos lados.

En medio de la conversación, antes de iniciar la reunión que sería privada, Camilo, al notar la curiosidad de los campesinos, le comentó al Che:

- Ya sé a lo que me voy a dedicar cuando triunfemos. Te voy a meter en una jaulita y recorrer el país cobrando cinco kilos la entrada para verte. ¡Me hago rico!.

Era un hombre que parecía trivial pero en la inmediatez del relámpago siempre entregaba- dijo Efigenio Ameijeiras- su héroe humano.

Para Vilma Espín era la historia pura. Solo hay que leer su nombre: Camilo Cienfuegos. Fue un héroe de cien fuegos.

Buscó el horizonte en el ánima del fusil, el beso en los ojos de las mujeres, como el que va a morir temprano.

Cuando el desleal Hubert Matos atentó contra la Revolución y hubo de frenársele, hasta allá fue Camilo y sin armas en las manos detuvo al traidor. Habló al pueblo. De regreso a la capital del país, su avión desapareció y nos vimos privados de la sonrisa amplia, del sombrero alón, de un hombre que salió del pueblo. Pero como dijo Fidel: "En el pueblo hay muchos Camilo".

Cuando los traidores entraron en el templo, parsimonioso entre los conjurados sacudió el polvo de los fusiles.