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Blacutt
27/12/2007, 15:04
LOS SALUDOS COMERCIALIZADOS DEL AÑO NUEVO
(Mario Blacutt Mendoza)

El saludo tradicional de “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo” se ha convertido en un cliché tan redundante, que los comerciantes han descubierto un nuevo modo de ganar dinero: imprimen tarjetas de felicitación, con lo que el cliché pierde inclusive la personalidad afectiva que antes le otorgaba el remitente, cuando escribía el cliché con puño y letra propios.

Los ejecutivos de las empresas han llevado este modus operandi a niveles celestiales, ciertamente, pues son sus secretarias las que hacen las listas en las que se incluyen los nombres de quienes recibirán las tarjetas impresas de antemano

¡Qué decir de los políticos, ministros y ramas anexas! Sus deseos de felicidad toman rumbos perdidos, en la mayoría de los casos, pues el que supuestamente las envía ni siquiera sabe quien será el recipiente

¡La tecnología está comercializando la afectividad y con ello, la está destruyendo!

Pero algo queda todavía, pues el Año Nuevo no es un simple reemplazo de hoja en el calendario. En realidad es un símbolo de la eterna sed de cambio que el ser humano tiene ante los avatares de todos los días

Después de las frustraciones de un año que pasa, el Año Nuevo es la dimensión prometida donde encontraremos la panacea definitiva para nuestros sueños enfriados y nuestras mustias esperanzas

Es, ¡por fin! la senda vital que nos llevará a la cumbre misma donde, en medio de nieve tibia, la brisa de la cima infinita nos arropará con una manta definitiva de felicidad

El Año Nuevo es El Dorado que la incertidumbre humana persigue sin, al parecer encontrarlo jamás.

Sin embargo, los personajes de algunas novelas me trajeron la realidad a la realidad misma. El primero dijo en su lecho de muerte que él había sido feliz….. pero que nunca se dio cuenta de que lo era

Seguramente todos recuerdan a otro personaje, también en el lecho de muerte, que al mirarse las manos se percata de que las tiene vacías, que nada se lleva, porque nada deja

¿Y el tercero? Murió corroído por el arrepentimiento de no haber arriesgado y sus palabras lo reflejaron: “pensar que yo pude haberlo hecho…”.

Buscamos la felicidad del mismo modo cómo un científico loco busca un elefante: usando una lupa para encontrarlo; siempre visualiza los insectos pero no al elefante mismo

Por lo general estamos tan ensimismados en la tarea de ser felices, acumulando cosas materiales que no nos percatamos que lo somos

Los filósofos orientales y los de nuestros pueblos originarios (cuya asidua lectura me está convirtiendo en un pequeña autoridad en la Cosmovisión Andina) tienen el secreto para la constancia perpetua de saber que somos felices: la identificación del hombre con respecto al Cosmos en la relación de parte-todo y no de sujeto-objeto, en los primeros, y el sentido de Reciprocidad, en los segundos

Ambos fueron conocidos por los griegos como "Estados de Gracia", no en el sentido místico, sino en el de la plena identificación del ser con el universo.

Visualizamos la felicidad sólo como el sentido de experimentar placer y dejamos de lado el hecho de que el mayor grado de felicidad no está en la experimentación del placer, sino en la anulación del dolor

Sobre este particular, me gustaría preguntar a cualquier hombre de aventuras de alcoba, cuál sería su elección si tuviera que es***** entre pasarla bien con una rubia despampanante o que le calmen el dolor de muelas

A medida que las hojas del almanaque continúan con su tarea de strip tease, al desvestirse de los años para mostrarse desnudas el 31 de diciembre, nos damos cuenta de que basta un dolor de muelas para recordarnos de lo felices que somos cuando nada nos duele

Al saludar al nuevo año, en la semipenumbra de la atmósfera que me rodea, veo cómo La gota china de las horas, trae la fila india de los recuerdos….y cómo se pierde, lánguida y etérea, a lo lejos, a lo lejos…

Al saludar a todos en al Año Nuevo, les recuerdo que no se olviden de la responsabilidad primera: la de ser feliz, antes de que sea demasiado tarde

No necesitamos que nuestros deseos sean impresos por la afectividad comercializada.

Blacutt