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Ver la versión completa : Relativismo en ciencia



Pompilio Zigrino
20/12/2007, 09:44
El relativismo de la verdad, en el caso de la filosofía, no resulta tan llamativo dado que en esta rama del conocimiento se aceptan posturas diversas y contradictorias, con pocas exigencias para su aceptación, ya que poco se contemplan aspectos esenciales tales como la veracidad de un sistema filosófico o los efectos sociales que pueda tener determinada ideología. Por el contrario, en el caso de la ciencia resulta sorprendente encontrar dicha suposición, es decir, que sus resultados no dependan de su correspondencia con la realidad, sino que dependerían del contexto social de donde surgieron, o ideas similares. Mario Bunge escribió: “El relativismo epistemológico es la doctrina según la cual toda verdad es relativa al sujeto, el grupo social, o el periodo histórico. En otras palabras, no habría verdades objetivas universales” (De “Sistemas Sociales y Filosofía” – Ed. Sudamericana SA).

Podemos decir que la ciencia es la actividad cognoscitiva del hombre por medio de la cual describe la realidad con cierto margen de error, siendo la magnitud del error algo convencional para que una descripción sea considerada científica, o no. La descripción realizada involucra leyes naturales asociadas a los fenómenos descriptos. Cuando el error es eliminado, como un caso límite, decimos que hemos llegado a la verdad. En los otros casos, existen aproximaciones sucesivas a esa verdad. Max Planck escribió: “Hay un mundo real independiente de nuestros sentidos; las leyes de la naturaleza no las inventó el hombre, sino que vinieron impuestas por ese mundo natural. Son la expresión de un orden racional del mundo”.

Esta descripción de la ciencia es aceptada tácitamente por los físicos, químicos, biólogos, etc., ya que el objetivo principal de tal actividad es la aproximación sucesiva a la verdad. Sin embargo, varios pensadores, no científicos en su mayoría, no están de acuerdo con ello. Mario Bunge escribió: “Los errores, comunes o científicos, pueden ser detectados y corregidos a la luz de la razón o de la experiencia. Pero, cuando se niega el valor de la razón y de la experiencia, tal corrección se hace imposible, los errores se perpetúan, y la laboriosa pero excitante búsqueda de la verdad es reemplazada por el disparate barato y la retórica hueca. Lo que es peor, cuando aumenta el oscurantismo corren peligro la libertad y el progreso”.

En una determinada época existe el predominio de ciertas ideas y posturas filosóficas, de cuya influencia es difícil escapar, excepto cuando se puede desarrollar una postura propia. Mario Bunge escribe:

“La tercera ola romántica se superpuso parcialmente con la segunda. Comenzó a principios del siglo XX con la fenomenología, fue seguida por el existencialismo, y culminó con el «posmodernismo» y con el movimiento anticientífico y anti-técnico de nuestros días. Algunos de los nombres más conocidos de este complejo movimiento son Edmund Husserl y Martín Heidegger, Oswald Spengler y Jacques Ellul, Georg Lukács y Louis Althusser, Albert Camus y Jean-Paul Sastre, Karl Jaspers y Hans-Georg Gadamer, Michel Foucault y Jacques Derrida, Thomas S. Kuhn y Paul K. Feyerabend, Clifford Geertz y Harold Garfinkel, Barry Barnes y Bruno Latour”.

“Aunque muy diferentes entre sí, estos autores comparten todos o casi todos los siguientes rasgos característicamente románticos:

a) Desconfianza por la razón y, en particular, por la lógica y la ciencia

b) Subjetivismo: la doctrina según la cual el mundo es nuestra representación

c) Relativismo gnoseológico: negación de la existencia de verdades universales o transculturales.

d) Obsesión por el símbolo, el mito, la metáfora y la retórica

e) Pesimismo: negación de la posibilidad del progreso, especialmente en el campo del conocimiento.

Casi todos los neo-románticos escriben en prosa imprecisa, a menudo impenetrable, lo que es otra característica romántica. (Recuérdese el desprecio que sentía Nietzsche por la «ofensiva simplicidad estilística» de John Stuart Mill, así como la manía de Heidegger y sus imitadores, p.ej. Derrida, por construir oraciones ininteligibles y por lo tanto intraducibles)”.

“Más aún, estos autores no se interesan por problemas morales y, por consiguiente, no ofrecen una ética propia: predican ya el individualismo moral (egoísmo), ya el colectivismo moral (conformismo). Por último, temerosos de que se los tome por premodernos, algunos de estos escritores se llaman a sí mismos posmodernos, idiotismo éste que cuadra al irracionalismo”.

“Son bárbaros: desean destruir la cultura moderna mientras siguen gozando de las ventajas técnicas que ella acarrea. Aunque constituyen un continente heterogéneo, básicamente los «posmodernos» sólo difieren entre sí por la intensidad de su odio por la razón y la ciencia (a la que identifican con un positivismo que ningún filósofo viviente profesa). No debiera sorprender que no hayan producido ningún hallazgo digno de mención. Ni siquiera han propuesto nuevos errores tan importantes e interesantes que su negación constituiría valiosas verdades. En particular, la contribución de los «posmodernos» a la ciencia social es inexistente”.

La actitud del científico, que adhiere a la definición dada en un principio, implica una postura filosófica implícita (si bien no puede asegurarse que mayoritariamente la acepten). En esa postura se supone que el mundo exterior existe en forma independiente de que lo contemplemos, o no. Mario Bunge escribió: “El realismo es pues necesario para la supervivencia animal, así como para entender y alterar el mundo de una manera racional. Si alguna vez hubo animales subjetivistas, murieron jóvenes por estar expuestos a un mundo que negaron, o bien fueron designados profesores de filosofía”.

El criterio de la verdad es esencial para que una descripción sea considerada científica, o no. Si no se acepta la posibilidad de una verdad objetiva, se está negando la propia existencia de la ciencia, de ahí que varios intelectuales deberían preguntarse si “creen”, o no, en la existencia de la ciencia; actividad que ha sido realizada exclusivamente por los “buscadores de la verdad”. Mario Bunge escribió: “En la ciencia que yo conozco se da por sentado que una proposición verdadera en una cultura vale en todas. Si una opinión sólo vale para los miembros de algún grupo social, entonces es ideológica o estética, no científica. Aun cuando una idea se origine en un grupo especial, debe ser universalizable para que se la considere científica. A menos que se admita este criterio o indicador de verdad (junto con otros), es imposible distinguir ciencia de ideología, seudo-ciencia, o anti-ciencia. No debe sorprender por lo tanto que los constructivistas-relativistas, empezando por Paul Feyerabend, niegan las diferencias entre ciencia y no-ciencia”.

Como toda postura filosófica adoptada, existen esfuerzos individuales y colectivos para defenderla e incluso para promoverla socialmente. Uno de esos esfuerzos implicó, incluso, suponer que algunos resultados de la geometría dependen del tipo de ser humano que triunfó en la selección natural. Así, el teorema de Pitágoras tiene validez para nuestra especie, pero si hubiese triunfado alguna variante genética distinta, tal teorema podría no tener validez.

Si bien la ciencia, como actividad humana, tiene defectos y limitaciones, debemos tratar de mejorarla, en lugar de desprestigiarla. Recordemos que hacia el año 1900, el promedio de vida en los países adelantados sólo llegaba a los 50 años, aproximadamente. El mayor orgullo de la ciencia experimental es haber podido elevar notoriamente esa edad promedio. Pero el éxito de unos se transforma en la tristeza de otros, cuando el sentido competitivo dado a sus vidas predomina sobre el sano afán de la búsqueda de la verdad, objetivo relegado aún en sus propias vidas.

No se ha de buscar la verdad objetiva cuando no se cree en su existencia, pero por ello no debería cometerse la insensatez de inculcar socialmente creencias infundadas que llevan al individuo a tener una imagen distorsionada de lo que es la verdadera ciencia. Esto nos hace recordar el caso del hombre medieval que sabía mucho menos que los antiguos griegos, creyendo que la Tierra era plana aún cuando Eratóstenes muchos siglos antes había calculado su diámetro con bastante precisión.

Hay quienes sostienen que la ciencia surge de las ideas que prevalecen en la sociedad, y no de los científicos. De ahí que los filósofos, al influir sobre la sociedad, serían los promotores indirectos de la actividad científica. Quizá esta creencia justifique aquello de que “la ciencia es una construcción social”. Sin embargo, ya en épocas de Kant y de Voltaire, la física newtoniana influyó en las ideas y en el pensamiento de los filósofos quienes en su mayoría la adoptaron.

(Sigue)

Pompilio Zigrino
20/12/2007, 09:45
Es oportuno citar algunas opiniones de Steven Weinberg, Premio Nobel de Física, quien escribió:

“Los físicos llevan consigo una filosofía operativa. Para la mayoría de nosotros, esta filosofía es un crudo realismo, una creencia en la realidad objetiva de los ingredientes de nuestras teorías científicas. Pero esto ha sido aprendido a partir de la experiencia de la investigación científica y raramente de las enseñanzas de los filósofos”

“Desde entonces, de cuando en cuando he tratado de leer los trabajos en curso sobre la filosofía de la ciencia. He encontrado que algunos de ellos están escritos en una jerga tan impenetrable que sólo puedo pensar que pretendían impresionar a aquellos que confunden la oscuridad con la profundidad”.

“No estoy solo en esto; no conozco a nadie que haya participado activamente en el avance de la física en el periodo de posguerra cuya investigación haya recibido ayuda significativa del trabajo de los filósofos”.

“Es sencillamente una falacia lógica pasar de la observación de que la ciencia es un proceso social a la conclusión de que el producto final, nuestras teorías científicas, es el que es a causa de las fuerzas sociales e históricas que actúan sobre este proceso. Un grupo de escaladores podrá discutir sobre cuál es la mejor vía hacia la cima, y estas discusiones pueden estar condicionadas por la estructura histórica y social de la expedición, pero al final encuentran o no una buena vía hacia la cima, y cuando lo hacen la reconocen. (Nadie pondría a un libro sobre escalada el título «La construcción del Everest»)”.

“Sospecho que Gerald Holton está cerca de la verdad al ver el ataque radical a la ciencia como un síntoma de una hostilidad más amplia hacia la civilización occidental, una hostilidad que ha envenenado a los intelectuales occidentales desde Oswald Spengler en adelante. La ciencia moderna constituye un blanco obvio para esta hostilidad; el gran arte y la gran literatura han surgido de muchas civilizaciones del mundo pero, desde Galileo, la investigación científica ha estado abrumadoramente dominada por Occidente”.

“A la postre, esta cuestión desaparecerá. El método y el conocimiento científico moderno se han difundido rápidamente a países no occidentales como Japón e India y, de hecho, se está extendiendo por todo el mundo. Podemos prever el día en que la ciencia ya no podrá ser identificada con Occidente sino que será considerada como posesión compartida del género humano” (De “El Sueño de una Teoría Final” – Ed. Crítica)

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
20/12/2007, 11:20
Aconsejo a los interesados que juzguen a los autores por sus obras, no por lo que otros dicen de ellas sin dar señales de que las entendiesen.

Estos textos en el foro de filosofía con clara intención antifilosófica y antiespeculativa están muy bien diagnosticados por los filósofos mencionados por Brunge. Cualquiera que haya leído mis aportes puede imaginar la réplica que podría escribir a esto.

Sr. Zigrino. ¿aún tiene usted ganas de que le saque los colores? ¿para qué trae esto aquí si se lo voy a criticar aun cuando no se entere de qué le hablo? Esto, en el foro de filosofía, no tiene sentido. En lugar de dar razones y mostrar su rango intelectual, prefiere hablar por boca de otros. En los temas de los últimos meses está la réplica a este aporte. Hágame una crítica propia de toda esa gente y se le tendrá más respeto. Mientras tanto, sólo es un copista, un burócrata.