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Rodolfo Carmona
10/12/2007, 06:39
Y es ahora mediodía. A pesar de que el reloj marque las tres de la madrugada y una oscuridad cerrada enlute el ventanal. Pero tiene hambre de luz el corazón de la noche. Ofrezcamos pues, aunque no sea verdad, el delirio del mediodía a las estrellas.

Lejos de aquí transcurre la vida. Se azacana en sus ritos acostumbrados: continúa el erizo oculto en la floresta y un gato atraviesa la calle callada. Una pareja se ama como si fuera la última vez que sus pieles se ríen a deshora, como si fuera la primera vez que floreciera el azahar sobre sus sexos.

Lejos de aquí transcurre la vida. Y sé que lejos de aquí hallaré tu lectura. Y sin embargo es en este aquí donde todo comienza, donde se juntan con nocturnidad y alevosía las palabras. Y acuden éstas a la cita con la impuntualidad de quien no se juega nada en el intento. Es en este aquí el lugar exacto donde –por fin– desanudar un yo para anudar un nosotros.

Y es ahora mediodía. Digan lo que digan Cronos y el Olimpo entero. Y sus ucases me los paso por el forro. Y es ahora cuando todos los dioses nos envidian. Allá ellos en su paraíso. Acá, nosotros, con los brazos y lo pies metidos en fango: pero vivos.

Espera el limonero el primer rayo del alba. A su lado el naranjo lame sus cicatrices. Todo aguarda. La vida misma aguarda los tres primeros versos del sol. Aguardamos nosotros la llegada de un milagro, de un genio que convierta lo cotidiano en un prodigio continuo, en un acontecer de oro a pesar de la niebla. Esperamos.

Y tal vez el milagro sea precisamente esa espera. Ese anhelar la magia a cada instante. Si perdemos eso, lo habremos perdido todo. Y lo sabemos.

Grita la noche disfrazada de mediodía. Grita la noche desnuda y tiritante. Se oyen sus gritos en esta estancia donde un hombre no duerme, donde unas manos acarician un abecedario silencioso a cualquier hora.

Ahora la luna se atreve a la entelequia de ser sol. Todavía el ensueño es más real que lo real. En este segundo la locura se enamora del siquiatra que le trata. Dos sorbos de café, un cigarrillo, Olhos nos olhos de María Bethania…el tiempo pasa.

Los espejos nos cuentan que todo es pasajero, que la eternidad no es más que el rostro enmohecido de Dios, que lo que hoy tenemos puede desvanecerse mañana por la mañana, que el alma humana descansa en la más absoluta provisionalidad. Y debemos estar dispuestos a ganarlo todo ayer para perderlo todo hoy.

Los espejos reflejan la otra realidad que no sale en los noticieros; porque sólo muestra nuestro rostro, ese rostro que jamás reconocemos en las tragedias y horrores de los otros. Nos pensamos tan almibarados, tan lejos del crimen y la sinrazón, que da miedo nuestra ceguera.

Todos los brujos y chamanes limpian nuestros ojos enlegañados y andan a filo de cuchillo por los favores de algún santo. Todos los brujos y chamanes reparten una de cal y otra de arena a los incautos, a los que no creen en la mentira sagrada; esa mentira que abre el ventanal de lo remoto. Por eso elijo a mi diosito lejos de las catedrales y las mezquitas.

Elijo a mi diosito en los bazares, en los prostíbulos, en lo sitios donde uno se mancha sin remedio. Escojo a mi diosito a la orilla de cualquier mar, en esos lugares donde amarse sin temor, ni lejanía. Adopto a mi diosito en un nombre de mujer. Y ahí me atrinchero.

Pero tristemente todos preferimos enamorar a enamorarnos. Como si pudiéramos vivir ninguneando, calculando como vulgares corredores de bolsa la cuenta corriente del amor. Hasta que este, invicto y cargado de alamares, tarde o temprano nos arrolla.

Las palabras si no emocionan no sirven para nada, se convierten en relojes atrasados, en objetos inútiles. No nos engañemos. La literatura es algo más que contar una historia.

Malditas las flores que ahora duermen, que no atienden la llamada del amante, que se ensimisman al relente de la oscuridad. Malditas estas flores desaromadas que nos dejan en el más absoluto desamparo, en esa frontera donde ni tú ni yo somos posible. Ojalá alguien las olvide como seco presente en las páginas señaladas de un libro que nadie vuelva a leer.

Canta el ruiseñor con sus tres notas más de un millón de sinfonías. Reverbera el rumor de una fantasía sobre el metal de los altares. Y se pierde sin llegar a ningún lado. Se pierde. Y con él se pierden las plegarias, las súplicas, las esperanzas. No es moco de pavo la cosa.

El tiempo va regalando todas las horas anteriores a esta en los mercados de segunda mano. Yo no pienso comprarle ninguna. Yo me quedo con esta. Por mucho que sea un andar entre ascuas, un camino sin ida, un retorno sin vuelta.

Llegaron los adioses, el velo del invierno, la última estación de metro. Nos alcanzó el resabor amargo del desamor y sus resacas. A partir de aquí, la soledad.

Una soledad tan veraz como esta lluvia de cascotes, de alfileres minúsculos sobre la piel de esta noche que soñó ser inflamado mediodía.

Por cierto, no olvides saludarme si me ves.

idem
10/12/2007, 09:15
De principio a fin, Rodolfo, me ha gustado de principio a fin...
Pero esta frase, sobre todo, esta frase....ufffff:

"Es en este aquí el lugar exacto donde –por fin– desanudar un yo para anudar un nosotros".

Besos;
Idem

dragonfly
10/12/2007, 10:31
Ni sé cómo decribirlo... me ha erizado la piel...
Fabuloso Rodo, fabuloso
Bienvenido al foro... qué manera de entrar eh?...
Saludo cordial

elrector
10/12/2007, 10:39
Emana sentimientos y se captan al leer cada una de sus líneas.