Pompilio Zigrino
01/12/2007, 12:09
La acción humana depende no sólo de las características individuales heredadas, sino también de la influencia social recibida desde las primeras etapas de nuestra vida. Respecto de tal influencia podemos considerar los siguientes factores principales:
a) Influencia del ámbito familiar y social
b) Influencia de los medios masivos de comunicación
c) Influencia del ámbito educativo
Así, el individuo tiene una actitud característica (Ac), mientras que su familia, como grupo, tendrá cierta actitud predominante; los medios masivos y el ámbito educativo también la tendrán. Luego, podemos describir este fenómeno de la “inducción de la personalidad” teniendo en cuenta el aspecto hereditario (Ao) y la mencionada influencia recibida ΔA:
Ac = Ao + ΔA
En realidad, con esta fórmula no se hará ningún cálculo, sino que la emplearemos para describir la idea con mayor precisión.
En una sociedad habrá individuos más influyentes que otros y habrá individuos más influenciables que otros. Así, cada uno recibe desde cada grupo ciertos valores culturales, incluso esperanzas, miedos, etc. De la misma manera en que los objetos que están en un mismo ambiente tienden a la uniformidad térmica, existirá una tendencia hacia una actitud generalizada de la sociedad, o del grupo social. Y así cada grupo adquiere su “personalidad”.
Debido a que cada individuo tiene una actitud característica propia, la educación, o influencia, que recibe, ha de ser la que le permitirá lograr un cambio progresivo en dicha actitud. El cambio será favorable para una mejor adaptación al orden natural o bien podrá ser desfavorable para ese logro. Además, la educación deberá ser integral, y no especializada, por cuanto una misma actitud será mostrada en todas y en cada una de las acciones cotidianas. De ahí que debe educarse al individuo en forma general y no parcial, como podría ser la educación vial, la educación sexual, etc. Debe educarse a partir de lo emotivo para que tenga predominio el comportamiento ético.
Uno de los mayores problemas que afrontan los niños y los adolescentes en la actualidad, es la educación basada en la supuesta existencia del relativismo, en sus tres formas básicas: moral, cognoscitivo y cultural. No existirían el Bien ni la Verdad absolutos, es decir, de validez universal, de ahí que tampoco deberían buscarse ni enseñarse. El hombre pierde así dos importantes objetivos que podrían darle sentido a su vida. Tanto el sentido de la vida desde lo intelectual y desde lo ético perderían su razón de ser, por lo que tan sólo le quedaría al individuo refugiarse en un consumo orientado a satisfacer a su cuerpo. Friedrich Nietzsche dijo: “La verdad, como la moral, es una cuestión relativa; no hay hechos, sólo hay interpretaciones”.
También el marxismo considera que la verdad y la moral tienen validez dentro de la “clase social” de donde surgen. Tanto Marx como Nietzsche son considerados figuras importantes dentro de la filosofía, aunque sus ideas favorecieron las grandes catástrofes humanas llevadas a cabo por el nazismo y el comunismo. Si se considera que el conocimiento de la verdad y la búsqueda del Bien han de ser los problemas básicos de la filosofía, resulta llamativo que quienes anulan esos objetivos sean llamados “filósofos”. Pero la destrucción de la filosofía no es tan importante como la destrucción de las metas que deben orientar al individuo y a la sociedad. Cuando la filosofía acepta escritos que desconocen la existencia de la verdad y cuando sus efectos sociales llegan a ser nefastos, dicha rama del conocimiento pierde el prestigio que debería siempre mantener.
La existencia del Bien y del Mal tiene sentido cuando responden a cierta finalidad previa, ya que el Bien la favorecería y el Mal la desfavorecería. Si no existe una finalidad objetiva de la vida, o del universo, tampoco existen los mencionados conceptos. De ahí que el relativismo moral está asociado al nihilismo (la nada). Así, Nietzsche propone llenar ese vacío mediante el “hombre artificial”; el superhombre por él diseñado, mientras que Marx propone llenar esa ausencia por medio de la “sociedad artificial”; el comunismo por él diseñado. En lugar de adaptarnos al orden natural, deberíamos adaptarnos a los diversos diseños humanos propuestos, algo totalmente absurdo.
En cuanto a las Iglesias cristianas, al centrar su atención en la fe, y no en la acción ética, prácticamente dejan sin efecto lo esencial de la “religión de Cristo”, que es reemplazada por la “religión acerca de Cristo”, en la que predomina una actitud filosófica, antes que ética.
Es admisible que coexistan distintas visiones de la realidad, como si fuesen fotografías obtenidas desde distintos ángulos. Pero por ello no debemos decir que existen varias verdades, sino que existen aspectos complementarios de una única realidad que deben originar aspectos complementarios de una única verdad.
El niño y el adolescente conocen perfectamente sus propios derechos tanto como los deberes de los demás, pero desconocen sus propios deberes y los derechos de los demás. Esta actitud, que imaginamos en los nobles y en los déspotas de antaño, resulta ser una actitud cada vez más común entre las personas que ocupan los lugares más simples en la sociedad actual. Implica una ética del egoísmo, bastante alejada de la ética natural. Armando Roa escribió: “Una actitud que asombra y que sin embargo aparece natural, es una especie de paso desde la ética de los deberes a la ética de los derechos en los últimos veinte años. La ética siempre fue una disciplina ocupada del deber ser, o sea, la que discernía entre lo que se quiere y se puede hacer, y a su vez, lo que cabe hacer sin evadirse de lo correcto”. “Se reclama si se vulnera el más pequeño de los derechos, y de hecho suena mal hacerle presente a alguien sus deberes. Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes. Parece curioso sin embargo que la situación engendrada por este paso a la ética del posdeber, no haya provocado un caos en la vida social, como sería lo esperado” (De “Modernidad y posmodernidad” – Ed. Andrés Bello).
Favorecido por los avances tecnológicos en materia de comunicaciones, se establece una mentalidad que tiende a globalizarse. La mentalidad predominante ha dado lugar a lo que se conoce como “posmodernidad” y está caracterizada, principalmente, por dos aspectos básicos:
a) Relativismo moral y cultural
b) Búsqueda prioritaria del placer
En realidad, si no se busca la felicidad en las relaciones profundas de afecto ni en lo intelectual, sólo le queda al hombre adoptar una actitud consumista y superficial.
La búsqueda del placer no tiene ningún tipo de limitación ética. Se acepta la homosexualidad e incluso se la promueve a través de los medios masivos de comunicación. Esto constituye una actitud perversa por cuanto gran parte de la población no aceptará que sus propios hijos adopten tal forma de vida. De todas formas, pocos se oponen a esta difusión ya que, en general, aceptan la homosexualidad en los hijos de otros, pero no en los propios. También la búsqueda del sexo-placer, desvinculada de lazos afectivos profundos, ha legitimado la infidelidad, el adulterio, llegándose a la aceptación del sexo libre.
En épocas anteriores, en las que predominaba la hipocresía, todavía se aceptaba la existencia de acciones éticas que llevaban al Bien y al Mal, si bien se las transgredía con frecuencia. En la actualidad se ha pasado a una etapa de cinismo, en la cual ni siquiera se reconoce la validez objetiva de normas éticas elementales.
(Sigue)
a) Influencia del ámbito familiar y social
b) Influencia de los medios masivos de comunicación
c) Influencia del ámbito educativo
Así, el individuo tiene una actitud característica (Ac), mientras que su familia, como grupo, tendrá cierta actitud predominante; los medios masivos y el ámbito educativo también la tendrán. Luego, podemos describir este fenómeno de la “inducción de la personalidad” teniendo en cuenta el aspecto hereditario (Ao) y la mencionada influencia recibida ΔA:
Ac = Ao + ΔA
En realidad, con esta fórmula no se hará ningún cálculo, sino que la emplearemos para describir la idea con mayor precisión.
En una sociedad habrá individuos más influyentes que otros y habrá individuos más influenciables que otros. Así, cada uno recibe desde cada grupo ciertos valores culturales, incluso esperanzas, miedos, etc. De la misma manera en que los objetos que están en un mismo ambiente tienden a la uniformidad térmica, existirá una tendencia hacia una actitud generalizada de la sociedad, o del grupo social. Y así cada grupo adquiere su “personalidad”.
Debido a que cada individuo tiene una actitud característica propia, la educación, o influencia, que recibe, ha de ser la que le permitirá lograr un cambio progresivo en dicha actitud. El cambio será favorable para una mejor adaptación al orden natural o bien podrá ser desfavorable para ese logro. Además, la educación deberá ser integral, y no especializada, por cuanto una misma actitud será mostrada en todas y en cada una de las acciones cotidianas. De ahí que debe educarse al individuo en forma general y no parcial, como podría ser la educación vial, la educación sexual, etc. Debe educarse a partir de lo emotivo para que tenga predominio el comportamiento ético.
Uno de los mayores problemas que afrontan los niños y los adolescentes en la actualidad, es la educación basada en la supuesta existencia del relativismo, en sus tres formas básicas: moral, cognoscitivo y cultural. No existirían el Bien ni la Verdad absolutos, es decir, de validez universal, de ahí que tampoco deberían buscarse ni enseñarse. El hombre pierde así dos importantes objetivos que podrían darle sentido a su vida. Tanto el sentido de la vida desde lo intelectual y desde lo ético perderían su razón de ser, por lo que tan sólo le quedaría al individuo refugiarse en un consumo orientado a satisfacer a su cuerpo. Friedrich Nietzsche dijo: “La verdad, como la moral, es una cuestión relativa; no hay hechos, sólo hay interpretaciones”.
También el marxismo considera que la verdad y la moral tienen validez dentro de la “clase social” de donde surgen. Tanto Marx como Nietzsche son considerados figuras importantes dentro de la filosofía, aunque sus ideas favorecieron las grandes catástrofes humanas llevadas a cabo por el nazismo y el comunismo. Si se considera que el conocimiento de la verdad y la búsqueda del Bien han de ser los problemas básicos de la filosofía, resulta llamativo que quienes anulan esos objetivos sean llamados “filósofos”. Pero la destrucción de la filosofía no es tan importante como la destrucción de las metas que deben orientar al individuo y a la sociedad. Cuando la filosofía acepta escritos que desconocen la existencia de la verdad y cuando sus efectos sociales llegan a ser nefastos, dicha rama del conocimiento pierde el prestigio que debería siempre mantener.
La existencia del Bien y del Mal tiene sentido cuando responden a cierta finalidad previa, ya que el Bien la favorecería y el Mal la desfavorecería. Si no existe una finalidad objetiva de la vida, o del universo, tampoco existen los mencionados conceptos. De ahí que el relativismo moral está asociado al nihilismo (la nada). Así, Nietzsche propone llenar ese vacío mediante el “hombre artificial”; el superhombre por él diseñado, mientras que Marx propone llenar esa ausencia por medio de la “sociedad artificial”; el comunismo por él diseñado. En lugar de adaptarnos al orden natural, deberíamos adaptarnos a los diversos diseños humanos propuestos, algo totalmente absurdo.
En cuanto a las Iglesias cristianas, al centrar su atención en la fe, y no en la acción ética, prácticamente dejan sin efecto lo esencial de la “religión de Cristo”, que es reemplazada por la “religión acerca de Cristo”, en la que predomina una actitud filosófica, antes que ética.
Es admisible que coexistan distintas visiones de la realidad, como si fuesen fotografías obtenidas desde distintos ángulos. Pero por ello no debemos decir que existen varias verdades, sino que existen aspectos complementarios de una única realidad que deben originar aspectos complementarios de una única verdad.
El niño y el adolescente conocen perfectamente sus propios derechos tanto como los deberes de los demás, pero desconocen sus propios deberes y los derechos de los demás. Esta actitud, que imaginamos en los nobles y en los déspotas de antaño, resulta ser una actitud cada vez más común entre las personas que ocupan los lugares más simples en la sociedad actual. Implica una ética del egoísmo, bastante alejada de la ética natural. Armando Roa escribió: “Una actitud que asombra y que sin embargo aparece natural, es una especie de paso desde la ética de los deberes a la ética de los derechos en los últimos veinte años. La ética siempre fue una disciplina ocupada del deber ser, o sea, la que discernía entre lo que se quiere y se puede hacer, y a su vez, lo que cabe hacer sin evadirse de lo correcto”. “Se reclama si se vulnera el más pequeño de los derechos, y de hecho suena mal hacerle presente a alguien sus deberes. Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes. Parece curioso sin embargo que la situación engendrada por este paso a la ética del posdeber, no haya provocado un caos en la vida social, como sería lo esperado” (De “Modernidad y posmodernidad” – Ed. Andrés Bello).
Favorecido por los avances tecnológicos en materia de comunicaciones, se establece una mentalidad que tiende a globalizarse. La mentalidad predominante ha dado lugar a lo que se conoce como “posmodernidad” y está caracterizada, principalmente, por dos aspectos básicos:
a) Relativismo moral y cultural
b) Búsqueda prioritaria del placer
En realidad, si no se busca la felicidad en las relaciones profundas de afecto ni en lo intelectual, sólo le queda al hombre adoptar una actitud consumista y superficial.
La búsqueda del placer no tiene ningún tipo de limitación ética. Se acepta la homosexualidad e incluso se la promueve a través de los medios masivos de comunicación. Esto constituye una actitud perversa por cuanto gran parte de la población no aceptará que sus propios hijos adopten tal forma de vida. De todas formas, pocos se oponen a esta difusión ya que, en general, aceptan la homosexualidad en los hijos de otros, pero no en los propios. También la búsqueda del sexo-placer, desvinculada de lazos afectivos profundos, ha legitimado la infidelidad, el adulterio, llegándose a la aceptación del sexo libre.
En épocas anteriores, en las que predominaba la hipocresía, todavía se aceptaba la existencia de acciones éticas que llevaban al Bien y al Mal, si bien se las transgredía con frecuencia. En la actualidad se ha pasado a una etapa de cinismo, en la cual ni siquiera se reconoce la validez objetiva de normas éticas elementales.
(Sigue)