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Rodolfo Carmona
29/11/2007, 18:44
Cabrillea la tarde en un noviembre que agoniza sobre un lecho de agua. Rizan las nubes en el lienzo del ocaso, en un mano a mano torero y mortal con el atardecer, el color púrpura. Al tiempo que calla una ranchera todo el pasado, todo el tequila que se evaporó junto a los cactus y el sudor de cada noche: el mar aquél en donde amaneció un abecedario a cada ola.

¡Ah! La palabra amor es una palabra tan fuerte que aguanta nomás un invierno en cualquier diccionario. La palabra amor conjuga muy mal con según que adjetivos. Amor eterno, por ejemplo.

Pero el camino sigue siendo la suma de todas las huellas, la recitación del último poema de Borges, la acumulación de un millón de pisadas sobre el orozuz húmedo de un río. Caminemos. Aunque sea un rosal espinoso lo que aguarde a los píes desnudos.

Escribo hoy desde la desesperanza. Cuando suena una canción innombrable, cuando la música es un caer de frutos sobre el suelo. Escribo hoy a mano alzada, con la tinta entre los dedos de la sinrazón, dejando un reguero de sílabas en el aire helado del invierno. Con la certeza de que en este instante todas las palabras se suben al tren equivocado. Como aquellos judíos camino de Dachaus o Buchenwald, ajenos aún al horror de las Totenkopfverbände.

Escribo desde el otro lado de la imagen, desde el folio negro, huyendo de los salones complacientes, de las tabernas donde sientan cátedra los literatos de altura; renegando de la prosa que no se atreve a ser poesía.

Escribo hoy desde el desgarro de los sueños incumplidos, desde un hoy que es más ayer a cada rato. Escribo desde el sueño mismo, desde la quimera que se sabe pesadilla, desde el presente que está al tanto del futuro que le aguarda.
Y parte el tren con destino a Hogwart, sin un Harry Potter con varita mágica en los asientos.

Y me quedo en el andén número siete. El andén imaginario donde sueña una vieja locomotora “Allet Compound” con el Temuco y la Araucanía infantil de Neruda, con esa inmensa gramática que son Chile y sus poetas.

No necesita excusas la nostalgia para atravesar los cristales. Entra al menor descuido del espíritu. Y aparece hoy encarnada en cuerpo de mujer. Y desaparece hoy convertida en perfume barato de mujer. Pero qué perfume. El número dos esconde la raíz cuadrada de la eternidad, la ecuación que da la razón a la física cuántica frente a Einstein. Cuando se rompe el dos, el uno es menos uno. Lo que queda…ya sabéis.

Pero está la conciencia repleta de cadáveres. Hay una novela negra detrás de cada hora. Y los juzgados decretan la libre absolución del asesino por falta de pruebas. La locura nos llega como un fantasma ebrio, tropezando con todo los muebles del pasillo. Respiramos. Y me puede, pese a todo, el milagro de estar vivo, la flor que se abre, el insecto que fecunda los almendros, la rima al final de ningún verso, tu lectura improbable.

Corre un perro tras un coche. Ladra y se pierde calle abajo entre los trajines de un tráfico desbocado. Luces de neón en la distancia.

Y ahora que la observo, tiene la palmera del jardín un corazón como una figura de Botero. Su soledad es producto del azar de una semilla… Y me dejo llevar por la principesca altivez de su picacho de ramas. No somos nadie. En fin…

La tarde ha muerto. Y lo ha hecho como Edgar Alan Poe en un Baltimore fantasmal y esquivo. En la solitud pavorosa del olvido. Se disponen la noche y céfiro a celebrar el velatorio de la luz en el poniente.

Y no acude nadie al funeral. Ya nadie parece creer en los milagros.

Caminemos. Que no nos alcance la ausencia. Aunque sea un rosal espinoso lo que aguarde a los píes desnudos