Pompilio Zigrino
19/11/2007, 07:28
Se dice que lo que Cristo dijo a los hombres constituye la “religión de Cristo”, mientras que la religión de lo que los hombres dicen sobre él, constituye la “religión acerca de Cristo”. La primera es exigente respecto de la actitud ética que el hombre debe lograr, mientras que la segunda es exigente respecto de la actitud filosófica que el hombre debe adoptar.
Desde la religión natural es posible describir en forma simple varios aspectos evidentes de las prédicas cristianas, justamente los que son accesibles a nuestras decisiones. Incluso el propio Cristo agradecía a Dios por haber revelado a los niños las cosas importantes y por haberlas ocultado a los sabios y a los listos.
Son dos actitudes distintas porque, mientras que en un caso se trata de “amar al prójimo” un poco más cada día, en el otro caso se trata de “creer” un poco más cada día. No resulta difícil creer en la palabra de Cristo y así cumplir con sus mandamientos éticos, mientras que resulta un tanto difícil creer, y explicar, acontecimientos poco frecuentes tales como aquellos misterios poco accesibles a nuestro razonamiento, ya que las simbologías son interpretadas generalmente como realidades concretas.
Desde la religión natural se le da importancia a los acontecimientos naturales que suceden la mayor parte del tiempo, mientras que aquellos hechos poco frecuentes (milagros) se los interpreta como fenómenos excepcionales regidos por leyes poco accesibles al conocimiento humano, pero sin negar su realidad.
La religión natural, que sigue los lineamientos básicos de la ciencia experimental, no puede afirmar ni tampoco negar aquello que no conoce. Como realización humana, ante las dudas, sólo sabe decir “no sabemos” antes que dar explicaciones con bastantes probabilidades de ser erróneas. En cuanto a la oración y a las influencias mentales que de ella derivan, y que pueden ayudar a una persona en circunstancias extremas, no se niega su realidad.
La religión natural promueve una actitud “lateral”, hacia el prójimo, intentando lograr niveles de sociabilidad más intensos. La “religión acerca de Cristo” busca intensificar la actitud “ascendente” en la cual centra la atención en el vínculo imaginario, entre el Dios personal y el creyente, pero tiende a dejar de lado la actitud lateral predominante en la “religión de Cristo”.
Desde la “religión de Cristo” se valora con preponderancia la acción ética; las obras. Desde la “religión acerca de Cristo” se valora la actitud filosófica; la fe. De ahí los debates en las distintas Iglesias acerca de si la salvación se logra por las “obras” o por la “fe”.
El progresivo deterioro ético de las sociedades actuales requiere tanto de la actitud lateral como de la actitud ascendente, requiere tanto tener presente la evidencia de la existencia de un orden natural, como del cumplimiento estricto de los mandamientos bíblicos.
Estas posturas, que a veces dan lugar a actitudes bastante distintas, pueden identificarse con la condición de suponer un Dios personal que actúa de igual manera en iguales circunstancias, regido por una ley simple, con una actitud característica similar a la que tenemos los hombres. De lo contrario, de no aceptarse esta condición, entramos en un mundo poco racional que impide que nuestra mente utilice todas sus facultades plenamente, impidiendo que la religión de Cristo impere en nuestras sociedades en momentos tan difíciles como los actuales.
Desde la religión natural es posible describir en forma simple varios aspectos evidentes de las prédicas cristianas, justamente los que son accesibles a nuestras decisiones. Incluso el propio Cristo agradecía a Dios por haber revelado a los niños las cosas importantes y por haberlas ocultado a los sabios y a los listos.
Son dos actitudes distintas porque, mientras que en un caso se trata de “amar al prójimo” un poco más cada día, en el otro caso se trata de “creer” un poco más cada día. No resulta difícil creer en la palabra de Cristo y así cumplir con sus mandamientos éticos, mientras que resulta un tanto difícil creer, y explicar, acontecimientos poco frecuentes tales como aquellos misterios poco accesibles a nuestro razonamiento, ya que las simbologías son interpretadas generalmente como realidades concretas.
Desde la religión natural se le da importancia a los acontecimientos naturales que suceden la mayor parte del tiempo, mientras que aquellos hechos poco frecuentes (milagros) se los interpreta como fenómenos excepcionales regidos por leyes poco accesibles al conocimiento humano, pero sin negar su realidad.
La religión natural, que sigue los lineamientos básicos de la ciencia experimental, no puede afirmar ni tampoco negar aquello que no conoce. Como realización humana, ante las dudas, sólo sabe decir “no sabemos” antes que dar explicaciones con bastantes probabilidades de ser erróneas. En cuanto a la oración y a las influencias mentales que de ella derivan, y que pueden ayudar a una persona en circunstancias extremas, no se niega su realidad.
La religión natural promueve una actitud “lateral”, hacia el prójimo, intentando lograr niveles de sociabilidad más intensos. La “religión acerca de Cristo” busca intensificar la actitud “ascendente” en la cual centra la atención en el vínculo imaginario, entre el Dios personal y el creyente, pero tiende a dejar de lado la actitud lateral predominante en la “religión de Cristo”.
Desde la “religión de Cristo” se valora con preponderancia la acción ética; las obras. Desde la “religión acerca de Cristo” se valora la actitud filosófica; la fe. De ahí los debates en las distintas Iglesias acerca de si la salvación se logra por las “obras” o por la “fe”.
El progresivo deterioro ético de las sociedades actuales requiere tanto de la actitud lateral como de la actitud ascendente, requiere tanto tener presente la evidencia de la existencia de un orden natural, como del cumplimiento estricto de los mandamientos bíblicos.
Estas posturas, que a veces dan lugar a actitudes bastante distintas, pueden identificarse con la condición de suponer un Dios personal que actúa de igual manera en iguales circunstancias, regido por una ley simple, con una actitud característica similar a la que tenemos los hombres. De lo contrario, de no aceptarse esta condición, entramos en un mundo poco racional que impide que nuestra mente utilice todas sus facultades plenamente, impidiendo que la religión de Cristo impere en nuestras sociedades en momentos tan difíciles como los actuales.