ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
16/11/2007, 13:59
La sociología es una actividad intelectual con muchos problemas a resolver, que requiere de una formación que no siempre puede detenerse en hacer generosos estudios sobre las raíces de sus problemas. Estoy de acuerdo con Pompilio en el estado problemático de esta disciplina, que radica en hacerla avanzar teóricamente a partir de algunas verdades indiscutibles. Ciertos problemas no se agotan, si no es simplificándolos, y las propuestas científicas quieren simplificar. En sociología es habitual que la solución simplificadora no sea suficiente, pues no son sólo problemas teóricos. En la línea de Durkheim, el problema de la sociología es el estudio de lo moral en sentido amplio, el comportamiento del hombre dentro de lo social.
En la propuesta que hace Pompilio mencionando a Comte hace referencia a “que rechaza la “neutralidad ética””. El estado de evolución del pensamiento de Comte acerca de la sociología no tiene mucho valor, porque no es capaz de resolver los problemas que aparecen en el avance de una reflexión que él sólo intuyó. El sentido de la mejora de la sociedad es un supuesto que todos podemos compartir, pero es fácil que mostremos diferencias en los modos de lograrlo. La mejora es una generalidad que funcionará si compartimos un supuesto problemático, de ahí la insistencia en el orden axiomático. La realidad, en tanto forma pura, cuadra cabalmente con su tipo ideal, pero su momento empírico tiende a volverse conflictivo. Es el desliz habitual en la reflexión moral de casi todos los pensadores que suponen el momento teórico el mismo que el práctico. En sociología, la problemática estriba en separar la cuestión sociológica de la política, una trata de cómo son las cosas y la otra de cómo deben ser. Comte sugiere el temperamento científico como la predisposición teórica hacia el conocimiento, pero no sabe resolver el problema que crea. La imparcialidad de los hechos queda, en un momento, salpicada de la conciencia sobre ellos y no sabe resolver la situación más que eliminando de nuevo la conciencia y determinándola bajo las leyes. Y uno de los avances de la sociología fue crear su propio nivel de referencia, gracias a hombres como Simmel, Durkheim, Weber, incluso Marx. Claramente, este problema no se entiende y se pretenden recetas mágicas que sólo se encuentran en la puridad de los objetos pensados. Esto, lo he explicado en varias ocasiones, es el pragmatismo que sale necesariamente de Kant, el problema del límite y validez del conocimiento.
Se ha criticado a Nietzsche por proclamar lo que ya se anunció con anterioridad a él, o sea, la muerte de Dios. No es un ataque teológico, es el final de su legalidad. La ética, entonces, si no podía ser vestida de teología, tenía que dar cuenta por ella misma, defender su propia construcción.
Max Weber, en dos importantes obras suyas, “El problema de la irracionalidad en las ciencias sociales” y “El político y el científico”, desarrolló el problema ético de las acciones conforme a sí mismas como el centro de la sociología. Allí Weber exploró el estado de la racionalidad ante sí mismo, al exigir su fundamento; no le quedaba otra opción, salvo engañarse, que tomar una tentativa práctica. Aquí podemos rastrear el verdadero sentido de la crítica al nihilismo de Nietzsche, que se suele tomar por lo que no es, no entendiendo el verdadero pensamiento de estos geniales hombres.
El pragmatismo, filosóficamente propuesto como tal, fue atribuido a William James, pero su creador fue Peirce. Antes de que estudiase de primera mano a Peirce, ya había extraído la debilidad y la consecuencia de la CR Práctica de Kant, que supuse como pragmatismo. Como he dicho, hasta que pude enfrentarme directamente al estudio de Peirce, no pude comprobar lo que sólo había intuido. No es de sorprender, en manera alguna, que encontremos el significado en el soporte significativo. Peirce trata la relación entre el objeto y el sujeto de forma que no se eliminen y gocen de lo que él llama su primeridad. La interpretación que hace de las dialécticas hegelianas, en el sentido de compromiso con la verdad, termina, en último término, y en tanto que portadores de significados representacionales, en la comprensión que integra los elementos anteriores, o sea, primeridad y segundidad. Desde Kant, y de forma similar, Weber aproximó el sujeto al objeto sin erradicar ninguno de los dos.
El objeto que priva de significado propio al sujeto lo propuso Marx como reificación. La reproducción moral era, así, enajenante. Durkheim asignó al sujeto sin objeto moral el nombre de anomia. La libertad es un triunfo de la evolución, ya sea ciega o dirigida, de modo que defender que nuestras acciones han de estar orientadas hacia algo más allá de lo humano crea súbditos morales que reconocen una superioridad, no en sí mismos y sus auténticos impulsos de moralidad, sino en la eliminación de esa misma moralidad. En esta línea, decía Settembrini, el personaje de Thomas Mann de La montaña mágica, ”cuidad de los humanistas, pues ellos son los depositarios de los frutos de la cultura”, o sea, la sociedad.
En la propuesta que hace Pompilio mencionando a Comte hace referencia a “que rechaza la “neutralidad ética””. El estado de evolución del pensamiento de Comte acerca de la sociología no tiene mucho valor, porque no es capaz de resolver los problemas que aparecen en el avance de una reflexión que él sólo intuyó. El sentido de la mejora de la sociedad es un supuesto que todos podemos compartir, pero es fácil que mostremos diferencias en los modos de lograrlo. La mejora es una generalidad que funcionará si compartimos un supuesto problemático, de ahí la insistencia en el orden axiomático. La realidad, en tanto forma pura, cuadra cabalmente con su tipo ideal, pero su momento empírico tiende a volverse conflictivo. Es el desliz habitual en la reflexión moral de casi todos los pensadores que suponen el momento teórico el mismo que el práctico. En sociología, la problemática estriba en separar la cuestión sociológica de la política, una trata de cómo son las cosas y la otra de cómo deben ser. Comte sugiere el temperamento científico como la predisposición teórica hacia el conocimiento, pero no sabe resolver el problema que crea. La imparcialidad de los hechos queda, en un momento, salpicada de la conciencia sobre ellos y no sabe resolver la situación más que eliminando de nuevo la conciencia y determinándola bajo las leyes. Y uno de los avances de la sociología fue crear su propio nivel de referencia, gracias a hombres como Simmel, Durkheim, Weber, incluso Marx. Claramente, este problema no se entiende y se pretenden recetas mágicas que sólo se encuentran en la puridad de los objetos pensados. Esto, lo he explicado en varias ocasiones, es el pragmatismo que sale necesariamente de Kant, el problema del límite y validez del conocimiento.
Se ha criticado a Nietzsche por proclamar lo que ya se anunció con anterioridad a él, o sea, la muerte de Dios. No es un ataque teológico, es el final de su legalidad. La ética, entonces, si no podía ser vestida de teología, tenía que dar cuenta por ella misma, defender su propia construcción.
Max Weber, en dos importantes obras suyas, “El problema de la irracionalidad en las ciencias sociales” y “El político y el científico”, desarrolló el problema ético de las acciones conforme a sí mismas como el centro de la sociología. Allí Weber exploró el estado de la racionalidad ante sí mismo, al exigir su fundamento; no le quedaba otra opción, salvo engañarse, que tomar una tentativa práctica. Aquí podemos rastrear el verdadero sentido de la crítica al nihilismo de Nietzsche, que se suele tomar por lo que no es, no entendiendo el verdadero pensamiento de estos geniales hombres.
El pragmatismo, filosóficamente propuesto como tal, fue atribuido a William James, pero su creador fue Peirce. Antes de que estudiase de primera mano a Peirce, ya había extraído la debilidad y la consecuencia de la CR Práctica de Kant, que supuse como pragmatismo. Como he dicho, hasta que pude enfrentarme directamente al estudio de Peirce, no pude comprobar lo que sólo había intuido. No es de sorprender, en manera alguna, que encontremos el significado en el soporte significativo. Peirce trata la relación entre el objeto y el sujeto de forma que no se eliminen y gocen de lo que él llama su primeridad. La interpretación que hace de las dialécticas hegelianas, en el sentido de compromiso con la verdad, termina, en último término, y en tanto que portadores de significados representacionales, en la comprensión que integra los elementos anteriores, o sea, primeridad y segundidad. Desde Kant, y de forma similar, Weber aproximó el sujeto al objeto sin erradicar ninguno de los dos.
El objeto que priva de significado propio al sujeto lo propuso Marx como reificación. La reproducción moral era, así, enajenante. Durkheim asignó al sujeto sin objeto moral el nombre de anomia. La libertad es un triunfo de la evolución, ya sea ciega o dirigida, de modo que defender que nuestras acciones han de estar orientadas hacia algo más allá de lo humano crea súbditos morales que reconocen una superioridad, no en sí mismos y sus auténticos impulsos de moralidad, sino en la eliminación de esa misma moralidad. En esta línea, decía Settembrini, el personaje de Thomas Mann de La montaña mágica, ”cuidad de los humanistas, pues ellos son los depositarios de los frutos de la cultura”, o sea, la sociedad.