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apostolvs
01/11/2007, 12:26
En estos tiempos de ateísmo y degeneración extremas, a muchos les cuesta creer que el hombre pueda ser mejor de lo que es. Es más, existe una tendencia más o menos encubierta a situar al hombre como un mero animal racional insertado en la naturaleza, el cual debe limitarse a seguir sus instintos naturales hasta que la muerte ponga punto final a su vida. Esto es lo que predican algunas sectas modernas vinculadas a la Nueva Era, al Nuevo Orden Mundial y al proyecto Gaia. Todas coinciden un retorno al pasado, a la adoración de la diosa Tierra y a los animalitos que la pueblan. Toda noción de pecado, de perfección y de trascendencia quedan eliminados en favor de la nueva diosa ecológica Pangea.

No es esto lo que predica el cristianismo. Este planeta no es más que una minúscula mota de polvo perdida en el universo creado por Dios. El hombre no es un simple animal racional destinado al final de su vida a abonar la tierra en la que vive. Esta vida no es todo lo que el hombre puede aspirar, sino un simple período de prueba antes del definitivo paso al Más Allá. El pecado no es un concepto desfasado sino una realidad que nos aleja de Dios, la Perfección Absoluta, de ahí la importancia de evitarlo.

Como muestra de lo que un hombre puede llegar a ser si persevera en el camino de la perfección, tenemos este texto de Santa Teresa de Ávila, en la que se nos expresa cual será el mayor goce del Cielo:




VISIÓN DE NUESTRO SEÑOR


Un día de la Fiesta de San Pablo, durante la misa, vi a Nuestro Señor en su Santa Humanidad, toda entera, tal como se le representa resucitado. Se me apareció en una Bondad y una Majestad incomparables ... No temo decirlo, no tendríamos nosotros otro espectáculo para gozar de nuestra vida en el cielo, que el de la gran bondad de los cuerpos glorificados, y en particular la Santa Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, eso sería una gloria inmensa. Y si ahora Nuestro Señor no se hace conocer aquí abajo más que de una manera conforme a nuestra debilidad; ¿cómo será en el Cielo, donde nosotros disfrutaremos plenamente de tan gran Bien?



(Vida, cap. 28)





La mística Sor Josefa Menéndez vuelve a incidir en el mismo punto:

En la tarde del miércoles, 29 de junio:

"La Oración de hoy fue sobre las tres negaciones de San Pedro y, comparando mi debilidad con la de él, tomé la resolución de llorar mis faltas y de aprender a amar como él. Tantas veces prometí fidelidad yo también!... Pero hoy, lo hice con más fuerza y más decisión.



"-Si, Señor, quiero ser fiel. Os prometo, no solamente no negaros nada, sino ir al encuentro de lo que me parece agradaros más.



"Estaba así, en conversación con mi Dios, cuando Él me hizo entrar en Su divina Llaga. Vi abrirse el pequeño pasadizo en donde yo no había podido entrar el otro día, y Él me dio a entender la felicidad que me espera, si fuese fiel a todas las gracias que me preparó.



"No puedo decir bien lo que vi; era una gran llama en la que mi corazón se consumía. No podía ver el fin de ese abismo, porque es un espacio inmenso y lleno de luz. Estaba tan sumergida en lo que veía, que no podía hablar ni preguntar nada... La Oración y parte de la Misa pasaron así... Pero un poco antes de la Elevación de la santa Hostia, mis ojos... estos pobres ojos!... habían visto a mi Bienamado Jesús, el único deseo de mi alma, mi Señor y mi Dios!... Me mantenía sobre Su Corazón en el medio de la gran llama, sonreía un poco. Yo no sabía que hacer... Él mismo me aproximó a la Llaga. No puedo decir lo que pasó, pues es imposible!... Pero quería que el mundo entero conociese el secreto de la felicidad. No hay otra cosa que hacer sino amar y abandonarse, Jesús Se encarga del resto.



"Estaba yo así abismada, en presencia de tanta belleza, de tanta luz, cuando Él me dijo estas Palabras, con Voz muy suave y al mismo tiempo muy grave:



"-Así como Yo Me inmolo como Víctima de Amor, así quiero que seas víctima: el amor no rechaza nada."



"Así fue como pasó ese gran momento del Cielo, pues no puedo llamarlo de otro modo. No podía yo decir otra cosa sino estas palabras:



"-Mi Dios, que queréis que yo haga?... Pedid y disponed, pues ya no me pertenezco a mí misma nunca más... Soy vuestra.



"En seguida, Él desapareció."



Recordando esa inefable visita, Josefa no puede contener el ardor de su amor. Ya es la llama del celo consumidor, pues, aproximándola a Su Corazón, Nuestro Señor había transbordado sobre ella la sed que Lo devora.




pax



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