Raf...
26/10/2007, 16:20
La versión machina del paraíso terrenal no es el famoso “barco en alta mar” de Maná. Es algo más lejano y miserable.
El poblado se llama Molla Hasan y cuenta con menos de 500 habitantes. Está situado, más bien perdido, en la provincia occidental turca de Canakkale. Las posibilidades de que perdiera el anonimato pasaban, a lo mucho, por la superación de algún record en la estadística nacional de tuberculosis. Pero todo cambió. Ali Sezer, el alcalde local, habló ante los medios, las agencia EFE, específicamente. Y es que un reportero quería confirmar un rumor: ¿es verdad que en Molla Hasan las mujeres trabajan en el campo y en la casa de sol a sol, mientras los hombres solamente se dedican a cultivar la madre de todos los ocios en las mesas de las cafeterías?
“Es cierto al cien por ciento. No hay nada incorrecto en esa descripción”, aseguró el funcionario, carente de toda vergüenza. Y detalló que las mujeres ni siquiera tienen nombre propio; son llamadas “hija de”, y después de casarse, “esposa de”. Por ejemplo “la hija de Osama” o “la esposa de Samoa”. En la cultura occidental, por lo menos se disimula con un Fulanita “de Godínez”.
Los Osamas o Samoas del pueblo turco les quitan los nombres a sus mujeres, pero las cargan con todo lo demás. Ellas madrugan para el quehacer de la casa y alimentación de los hijos y los animales; luego van al campo a partirse el espinazo trabajando en las tierras. Una vez recogida la cosecha, ellas mismas llevan los productos al mercado para su venta.
Sí, una especie de versión a lo bestia de “Que los hagan ellas”. En todo caso, el alcalde se lava las manos: “Nuestras mujeres trabajan mucho y los hombres son muy perezosos, eso es verdad. Pero nosotros, los hombres, no las obligamos. Es una tradición muy antigua en nuestro pueblo”. Incluso, señala algunas cosas en descargo de sus congéneres: “A veces los hombres sirven a sus mujeres como choferes para llevar las mercancías a los mercados”. Con el detalle de que los hombres se mueven en burro o caballo, mientras las mujeres van a pie.
¿Cuál es el mayor temor del alcalde? ¿Qué las mujeres se rebelen y arda si remedio el paraíso terrenal de esos buenos-para-nada? De ninguna manera. Teme que ahora, después de conocerse a detalle la vida cotidiana en Molla Hasan, “miles de hombres querrán venir aquí para casarse con una de nuestras mujeres. No hay derecho”. (JA, JA, JA… perdón, no me pude resistir).
Antes que corras a tramitar tu visa turca, detente y reflexiona un momento… reflexiona… no sé muy bien qué. Podrías tomar en cuenta que en ese pueblo los únicos productos con los que puedes sacar algo de dinero son las verduras y las uvas.
Nota: no pongo la fuente porque los diálogos del sinvergüenza los saque de una revista… :-P
El poblado se llama Molla Hasan y cuenta con menos de 500 habitantes. Está situado, más bien perdido, en la provincia occidental turca de Canakkale. Las posibilidades de que perdiera el anonimato pasaban, a lo mucho, por la superación de algún record en la estadística nacional de tuberculosis. Pero todo cambió. Ali Sezer, el alcalde local, habló ante los medios, las agencia EFE, específicamente. Y es que un reportero quería confirmar un rumor: ¿es verdad que en Molla Hasan las mujeres trabajan en el campo y en la casa de sol a sol, mientras los hombres solamente se dedican a cultivar la madre de todos los ocios en las mesas de las cafeterías?
“Es cierto al cien por ciento. No hay nada incorrecto en esa descripción”, aseguró el funcionario, carente de toda vergüenza. Y detalló que las mujeres ni siquiera tienen nombre propio; son llamadas “hija de”, y después de casarse, “esposa de”. Por ejemplo “la hija de Osama” o “la esposa de Samoa”. En la cultura occidental, por lo menos se disimula con un Fulanita “de Godínez”.
Los Osamas o Samoas del pueblo turco les quitan los nombres a sus mujeres, pero las cargan con todo lo demás. Ellas madrugan para el quehacer de la casa y alimentación de los hijos y los animales; luego van al campo a partirse el espinazo trabajando en las tierras. Una vez recogida la cosecha, ellas mismas llevan los productos al mercado para su venta.
Sí, una especie de versión a lo bestia de “Que los hagan ellas”. En todo caso, el alcalde se lava las manos: “Nuestras mujeres trabajan mucho y los hombres son muy perezosos, eso es verdad. Pero nosotros, los hombres, no las obligamos. Es una tradición muy antigua en nuestro pueblo”. Incluso, señala algunas cosas en descargo de sus congéneres: “A veces los hombres sirven a sus mujeres como choferes para llevar las mercancías a los mercados”. Con el detalle de que los hombres se mueven en burro o caballo, mientras las mujeres van a pie.
¿Cuál es el mayor temor del alcalde? ¿Qué las mujeres se rebelen y arda si remedio el paraíso terrenal de esos buenos-para-nada? De ninguna manera. Teme que ahora, después de conocerse a detalle la vida cotidiana en Molla Hasan, “miles de hombres querrán venir aquí para casarse con una de nuestras mujeres. No hay derecho”. (JA, JA, JA… perdón, no me pude resistir).
Antes que corras a tramitar tu visa turca, detente y reflexiona un momento… reflexiona… no sé muy bien qué. Podrías tomar en cuenta que en ese pueblo los únicos productos con los que puedes sacar algo de dinero son las verduras y las uvas.
Nota: no pongo la fuente porque los diálogos del sinvergüenza los saque de una revista… :-P