Pompilio Zigrino
16/10/2007, 18:04
Ante la decepción de quienes esperaban encontrar en la razón una condición necesaria y suficiente para llegar a la verdad, se fue llegando al extremo de buscar en el irracionalismo una guía para ese fin, o al menos para solucionar problemas filosóficos. Th. Maulnier escribió: “El actual resentimiento contra la inteligencia no es, sin duda, más que la consecuencia del racionalismo eufórico del siglo XIX: el hombre retrocede, como descorazonado ante la magnitud de los problemas. El irracionalismo no es sino el reverso del racionalismo: un racionalismo decepcionado” (Citado en el “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de P. Foulquié – Ed. Labor SA).
El racionalismo comienza en la antigua Grecia. Aristóteles afirmaba que los cuerpos pesados caían a tierra antes que los livianos, porque era “lógico” que así sucediera. En esa época se confiaba en la razón y no se molestaban en realizar verificaciones experimentales respecto de las afirmaciones hechas, algo que caracterizó a la ciencia experimental que aparecería muchos siglos después. José Ortega y Gasset escribió: “La razón pura se mueve siempre entre superlativos y absolutos. Por eso se llama a sí misma pura. Es incorruptible y no anda con contemplaciones. Cuando define un concepto, le dota de atributos perfectos. Sólo sabe pensar yéndose al último límite, radicalmente. Como opera sin contar con nada más que consigo misma, no le cuesta mucho dar a sus creaciones el máximo pulimento. A este uso puro del intelecto, a este pensar more geometrico se suele llamar racionalismo. Tal vez fuera más luminoso llamarle radicalismo” (Del Diccionario del Lenguaje Filosófico”)
Incluso el filósofo Georg W. Hegel afirmó: “Lo que es racional es real y lo que es real es racional”. Desde el punto de vista de la ciencia experimental, podemos decir: “Lo que es racional puede ser real y lo que es real debe ser racional”. Esto se debe a que toda descripción debe ser verificada experimentalmente y, además, deberá tener cierta coherencia lógica, al menos no existen casos en que algo verificado no tenga tal coherencia.
Se puede decir que en la moderna física existen varios conceptos contraintuitivos e “irracionales”. Sin embargo, como la física está estructurada en base a relaciones matemáticas entre magnitudes físicas, tales modelos presentan una coherencia matemática que es, justamente, la guía existente para los futuros desarrollos de tal rama de la ciencia.
El irracionalismo presenta dos aspectos:
a) Irracionalismo gnoseológico: afirma que la razón humana no es capaz de explicar la realidad, pues su intrínseca complejidad está más allá de los límites de la mente humana. En este sentido estricto ciertas doctrinas filosóficas del pasado podrían calificarse de irracionalistas; así, por ejemplo, el escepticismo, que antiguamente negaba la existencia de todo tipo de verdad; en la Edad Media el misticismo y la teología negativa, que reducían todo conocimiento a una simple y pura forma de intuición; y también el moderno romanticismo, que plantea que el arte y los sentimientos son la única forma posible de conocimiento.
b) Irracionalismo ontológico: afirma que es la propia realidad la que se rige por los principios no racionales del azar, de la casualidad, de la vida entendida como proceso imprevisible. Esta forma absoluta y metafísica de irracionalismo, que considera al mundo como algo absurdo, ilógico, insensato y falto de objeto, es típica y exclusiva de la época contemporánea y elocuente expresión de su crisis. (Del “Atlas Universal de Filosofía” – Ed. Océano )
Es oportuno decir que la ciencia experimental no adhiere a ninguna de estas dos formas de irracionalismo, porque supone que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, incluso el azar subyacente al comportamiento de las partículas elementales está regido por leyes precisas y se supone, además, que el hombre podrá describir la mayor parte de las leyes existentes, con la posibilidad que da el tiempo que tiene por delante la humanidad.
La postura irracionalista típica de nuestra época puede sintetizarse en los siguientes aspectos:
a) La desconfianza respecto a las posibilidades del pensamiento científico, lógico o histórico para explicar la realidad. Rechaza la idea de que el conocimiento se produzca mediante la intervención de la razón e intelecto, y propone que éstos sean sustituidos por la intuición y la acción: es decir, por la experiencia concreta de la vida.
b) El rechazo de los modelos tradicionales y de todo valor moral, político o religioso (a partir del cristianismo), ya que los considera expresiones de un mito racionalista y metafísico. Es una posición que puede llegar al rechazo total de la civilización occidental desde sus orígenes. Nietzsche también adoptó una posición extrema al respecto, afirmando la negatividad de toda filosofía desde Sócrates en adelante.
c) El difícil intento de inventar e imponer un nuevo sistema de valores distinto del tradicional. La doctrina del superhombre de Nietzsche ha aportado el modelo para la asunción programática de conductas consideradas socialmente desviadas, comportamientos revolucionarios, contestatarios y provocadores. (Del “Atlas Universal de Filosofía”)
Nietzsche considera al cristianismo como una religión que promueve la seguridad de los débiles a quienes les ofrece una protección trascendente, pero, por ello mismo, los aleja de la realidad constituyéndose dicha religión en una perversión del espíritu, en algo negativo y decadente. Con el progreso del conocimiento, el hombre va dejando de lado esta creencia, por lo cual Nietzsche proclama “la muerte de Dios” en la mayoría de los hombres. Ante el extravío existencial que tal abandono ocasiona, Nietzsche ofrece la solución aportada por su propia actitud: la del Superhombre, que acepta el fin de toda metafísica, de toda religión y de todo sistema de valores, siendo capaz de soportar las consecuencias psicológicas del cambio.
Respecto de la severa crítica que este escritor destina al cristianismo, podemos decir que existe una ética cristiana, que promueve el amor al prójimo, y que producirá resultados concretos y tangibles en esta vida. Si uno considera el cumplimento del “Amarás al prójimo como a ti mismo” sin haber desarrollado una capacidad de amar suficiente, se verá que no es posible su cumplimiento. Sólo encontraremos actitudes débiles, hipócritas, que incluso aceptan y favorecen el mal. También encontraremos actitudes de soberbia y de desprecio cuando el hombre adapta el significado del mandamiento cristiano para que sea compatible con su propia actitud, en lugar de cambiar esa actitud para ser compatible con el mandamiento mencionado.
Quien conoce el significado del amor al prójimo, tal la actitud que nos permite compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, observará que se necesita mucho trabajo de perfeccionamiento ético, por lo cual ese proceso nos lleva a un ser humano bastante distinto al ser débil y decadente que supone Nietzsche. Incluso este escritor muestra cierta perversidad cuando encuentra en la compasión cristiana una muestra de debilidad. Anthony Kenny escribió: “Mientras para Kierkegaard el goce estético era la forma más baja de existencia individual y la abnegación cristiana el máximo, Nietzsche veía el cristianismo como la más baja degradación del ideal humano que encuentra su expresión más alta en valores puramente estéticos”. “Sería antifilosófico ver la locura final de Nietzsche como una razón para descartar su filosofía, pero, por otro lado, no es fácil sentir demasiada piedad por alguien que consideraba la piedad como la más despreciable de todas las emociones” (De “Breve Historia de la Filosofía Occidental” – Ed. Paidós SA).
Podemos decir también que es posible interpretar las prédicas cristianas como una tendencia hacia la adaptación al orden natural, asociando a la idea de Dios, no un ser que distribuye premios y castigos cotidianamente, sino un conjunto de leyes naturales que rigen todo lo existente, con un posible objetivo implícito. De ahí que es posible fundamentar gran parte de las prédicas cristianas bajo este criterio.
El racionalismo comienza en la antigua Grecia. Aristóteles afirmaba que los cuerpos pesados caían a tierra antes que los livianos, porque era “lógico” que así sucediera. En esa época se confiaba en la razón y no se molestaban en realizar verificaciones experimentales respecto de las afirmaciones hechas, algo que caracterizó a la ciencia experimental que aparecería muchos siglos después. José Ortega y Gasset escribió: “La razón pura se mueve siempre entre superlativos y absolutos. Por eso se llama a sí misma pura. Es incorruptible y no anda con contemplaciones. Cuando define un concepto, le dota de atributos perfectos. Sólo sabe pensar yéndose al último límite, radicalmente. Como opera sin contar con nada más que consigo misma, no le cuesta mucho dar a sus creaciones el máximo pulimento. A este uso puro del intelecto, a este pensar more geometrico se suele llamar racionalismo. Tal vez fuera más luminoso llamarle radicalismo” (Del Diccionario del Lenguaje Filosófico”)
Incluso el filósofo Georg W. Hegel afirmó: “Lo que es racional es real y lo que es real es racional”. Desde el punto de vista de la ciencia experimental, podemos decir: “Lo que es racional puede ser real y lo que es real debe ser racional”. Esto se debe a que toda descripción debe ser verificada experimentalmente y, además, deberá tener cierta coherencia lógica, al menos no existen casos en que algo verificado no tenga tal coherencia.
Se puede decir que en la moderna física existen varios conceptos contraintuitivos e “irracionales”. Sin embargo, como la física está estructurada en base a relaciones matemáticas entre magnitudes físicas, tales modelos presentan una coherencia matemática que es, justamente, la guía existente para los futuros desarrollos de tal rama de la ciencia.
El irracionalismo presenta dos aspectos:
a) Irracionalismo gnoseológico: afirma que la razón humana no es capaz de explicar la realidad, pues su intrínseca complejidad está más allá de los límites de la mente humana. En este sentido estricto ciertas doctrinas filosóficas del pasado podrían calificarse de irracionalistas; así, por ejemplo, el escepticismo, que antiguamente negaba la existencia de todo tipo de verdad; en la Edad Media el misticismo y la teología negativa, que reducían todo conocimiento a una simple y pura forma de intuición; y también el moderno romanticismo, que plantea que el arte y los sentimientos son la única forma posible de conocimiento.
b) Irracionalismo ontológico: afirma que es la propia realidad la que se rige por los principios no racionales del azar, de la casualidad, de la vida entendida como proceso imprevisible. Esta forma absoluta y metafísica de irracionalismo, que considera al mundo como algo absurdo, ilógico, insensato y falto de objeto, es típica y exclusiva de la época contemporánea y elocuente expresión de su crisis. (Del “Atlas Universal de Filosofía” – Ed. Océano )
Es oportuno decir que la ciencia experimental no adhiere a ninguna de estas dos formas de irracionalismo, porque supone que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, incluso el azar subyacente al comportamiento de las partículas elementales está regido por leyes precisas y se supone, además, que el hombre podrá describir la mayor parte de las leyes existentes, con la posibilidad que da el tiempo que tiene por delante la humanidad.
La postura irracionalista típica de nuestra época puede sintetizarse en los siguientes aspectos:
a) La desconfianza respecto a las posibilidades del pensamiento científico, lógico o histórico para explicar la realidad. Rechaza la idea de que el conocimiento se produzca mediante la intervención de la razón e intelecto, y propone que éstos sean sustituidos por la intuición y la acción: es decir, por la experiencia concreta de la vida.
b) El rechazo de los modelos tradicionales y de todo valor moral, político o religioso (a partir del cristianismo), ya que los considera expresiones de un mito racionalista y metafísico. Es una posición que puede llegar al rechazo total de la civilización occidental desde sus orígenes. Nietzsche también adoptó una posición extrema al respecto, afirmando la negatividad de toda filosofía desde Sócrates en adelante.
c) El difícil intento de inventar e imponer un nuevo sistema de valores distinto del tradicional. La doctrina del superhombre de Nietzsche ha aportado el modelo para la asunción programática de conductas consideradas socialmente desviadas, comportamientos revolucionarios, contestatarios y provocadores. (Del “Atlas Universal de Filosofía”)
Nietzsche considera al cristianismo como una religión que promueve la seguridad de los débiles a quienes les ofrece una protección trascendente, pero, por ello mismo, los aleja de la realidad constituyéndose dicha religión en una perversión del espíritu, en algo negativo y decadente. Con el progreso del conocimiento, el hombre va dejando de lado esta creencia, por lo cual Nietzsche proclama “la muerte de Dios” en la mayoría de los hombres. Ante el extravío existencial que tal abandono ocasiona, Nietzsche ofrece la solución aportada por su propia actitud: la del Superhombre, que acepta el fin de toda metafísica, de toda religión y de todo sistema de valores, siendo capaz de soportar las consecuencias psicológicas del cambio.
Respecto de la severa crítica que este escritor destina al cristianismo, podemos decir que existe una ética cristiana, que promueve el amor al prójimo, y que producirá resultados concretos y tangibles en esta vida. Si uno considera el cumplimento del “Amarás al prójimo como a ti mismo” sin haber desarrollado una capacidad de amar suficiente, se verá que no es posible su cumplimiento. Sólo encontraremos actitudes débiles, hipócritas, que incluso aceptan y favorecen el mal. También encontraremos actitudes de soberbia y de desprecio cuando el hombre adapta el significado del mandamiento cristiano para que sea compatible con su propia actitud, en lugar de cambiar esa actitud para ser compatible con el mandamiento mencionado.
Quien conoce el significado del amor al prójimo, tal la actitud que nos permite compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, observará que se necesita mucho trabajo de perfeccionamiento ético, por lo cual ese proceso nos lleva a un ser humano bastante distinto al ser débil y decadente que supone Nietzsche. Incluso este escritor muestra cierta perversidad cuando encuentra en la compasión cristiana una muestra de debilidad. Anthony Kenny escribió: “Mientras para Kierkegaard el goce estético era la forma más baja de existencia individual y la abnegación cristiana el máximo, Nietzsche veía el cristianismo como la más baja degradación del ideal humano que encuentra su expresión más alta en valores puramente estéticos”. “Sería antifilosófico ver la locura final de Nietzsche como una razón para descartar su filosofía, pero, por otro lado, no es fácil sentir demasiada piedad por alguien que consideraba la piedad como la más despreciable de todas las emociones” (De “Breve Historia de la Filosofía Occidental” – Ed. Paidós SA).
Podemos decir también que es posible interpretar las prédicas cristianas como una tendencia hacia la adaptación al orden natural, asociando a la idea de Dios, no un ser que distribuye premios y castigos cotidianamente, sino un conjunto de leyes naturales que rigen todo lo existente, con un posible objetivo implícito. De ahí que es posible fundamentar gran parte de las prédicas cristianas bajo este criterio.