Havanavirgilio
05/10/2007, 12:59
MUERTE Y PANTOMIMA.
No me sorprende que sean pocos los comentarios, artículos o reflexiones acerca del reciente fallecimiento del maestro Marcel Marceau. Es lógico que el silencio forme parte de una expresión cuyo sentido desconocen las masas o el mundo popular.
Cuando apenas era un estudiante de actuación dentro de las oscuras aulas de la Escuela Nacional de Arte en La Habana, me preguntaba una y mil veces qué razón y sentido tenía una manifestación artística que, para mi gusto, lucía tan decadente como la corte del rey Luís XV. Por suerte, mi criterio era apoyado por otras opiniones desafectas al arte mudo.
Una personalidad del teatro cubano, una de las tantas vacas sagradas que recogen el fresco en los jardines de la UNEAC, afirmaba que dicha manifestación se había convertido hacía mucho tiempo en una momia disecada, lista para ser enterrada en los más profundos nichos de la historia. Puedo confesar que ese día la enterré como momia al fin y di por concluida mi visión acerca de este arte mudo: impotente ante el resto de manifestaciones que utilizan la música o el sonido como apoyo en sus discursos.
Mi ignorancia tuvo un breve encuentro cuando se extinguieron los profesores de pantomima en la Escuela Nacional de Arte. Algunos huían del país, otros fallecían y los menos, preferían continuar en sus talleres antes de sacrificar sus vidas tras un transporte que les permitiera llegar a la escuela. Pero para mí, la oportunidad se convertía en una carta de suerte para abandonar mi servicio social obligatorio en mi provincia y así conquistar la capital habanera. Hasta ese momento no sabía nada de pantomima y fue allí donde, conocí verdaderamente el misterio arrollador que envuelve a la momia.
Antes que la palabra, fue el gesto, desde entonces, somos mimos, es nuestra forma, imitamos, gesticulamos, expresamos a través de acciones y miradas, pasiones en silencio de rasgos simuladores. Si buscáramos una palabra técnica para definir este concepto, no hay otra que el arte del mimo.
Pienso que lo que vendría a caracterizar el sentido de la pantomima desde la antigua Grecia hasta nuestros días, es su silencio y el gesto en lugar de palabra, porque en silencio podemos ridiculizar a los gobernantes, burlarnos abiertamente sin dejar pistas, sin proveer las pruebas de nuestra condena.
La maestra Olga Flora, una de las fundadoras de la pantomima en Cuba, me comentaba la forma en que el arte mudo despertó la desconfianza en las esferas encargadas de mantener en la mirilla a los creadores artísticos. Veían en la pantomima un arma silenciosa, porque la censura, como bien conocí, necesitaba de textos para borrar palabras y agregar las frases convenientes que se ajustaran al tema pero, ¿qué palabras pueden borrase en el silencio, qué frases pueden censurarse? Es imposible administrarle a un mimo los gestos necesarios para decir un sentimiento o perseguir una improvisación que cambia día tras día, función tras función.
Lo mejor es callar lo que ya está en silencio: cerrar espacios, quitar fondos, alejar a las agrupaciones y principalmente presentar una imagen decadente de la pantomima al público. Por esta causa, la mayoría de los creadores y fundadores de este arte se encuentran en estos momentos fuera del país, retirados o bien trabajando en territorios donde la pantomima goza de mayor confianza y desarrollo. Desde los tiempos de la antigua Grecia, ha estado la pantomima como arma de burla y sarcasmo contra el poder. Emperadores romanos gustosos de prohibirla por no ser conveniente, mercaderes que en sus viajes utilizaban a mimos ante las diferentes lenguas. Cuando en Francia ordenaban el cierre de los teatros populares por la competencia que le ofrecían a los teatros reales, estaba la pantomima, sobreviviendo con buena salud. Luego la Comedia del Arte, cuyo formato posibilitó que los mimos formaran un papel protagónico en sus obras ambulantes, cuando dichas compañías viajaba por diferentes territorios con lenguas diversas. No mencionaré a las piezas fundamentales porque estas palabras no intentan dar a conocer lo que ya se sabe, sino a señalar un error del destino que envuelve no solamente a nuestro país, sino también a otras orillas que desconocen este magnifico arte, porque la pantomima vive en todos nosotros, en el ballet, en la danza, la pantomima dio espíritu al cine mudo, a muchos de los bailes de Michael Jackson, utilizada también por raperos y aquellas personas que desconociendo, articulan sus brazos y suspenden su cuerpo fijamente en el aire, sí, desconociendo, porque la técnica solo tiene un nombre y es: pantomima.
Sirvan estas modestas palabras para exhortar a aquellos jóvenes a conocer e interesarse más por la esencia del arte del mimo, de su poder. Es la única forma de continuar el discurso de Marcel Marceau y aquellos que gusten expresarse con o sin palabras.
No me sorprende que sean pocos los comentarios, artículos o reflexiones acerca del reciente fallecimiento del maestro Marcel Marceau. Es lógico que el silencio forme parte de una expresión cuyo sentido desconocen las masas o el mundo popular.
Cuando apenas era un estudiante de actuación dentro de las oscuras aulas de la Escuela Nacional de Arte en La Habana, me preguntaba una y mil veces qué razón y sentido tenía una manifestación artística que, para mi gusto, lucía tan decadente como la corte del rey Luís XV. Por suerte, mi criterio era apoyado por otras opiniones desafectas al arte mudo.
Una personalidad del teatro cubano, una de las tantas vacas sagradas que recogen el fresco en los jardines de la UNEAC, afirmaba que dicha manifestación se había convertido hacía mucho tiempo en una momia disecada, lista para ser enterrada en los más profundos nichos de la historia. Puedo confesar que ese día la enterré como momia al fin y di por concluida mi visión acerca de este arte mudo: impotente ante el resto de manifestaciones que utilizan la música o el sonido como apoyo en sus discursos.
Mi ignorancia tuvo un breve encuentro cuando se extinguieron los profesores de pantomima en la Escuela Nacional de Arte. Algunos huían del país, otros fallecían y los menos, preferían continuar en sus talleres antes de sacrificar sus vidas tras un transporte que les permitiera llegar a la escuela. Pero para mí, la oportunidad se convertía en una carta de suerte para abandonar mi servicio social obligatorio en mi provincia y así conquistar la capital habanera. Hasta ese momento no sabía nada de pantomima y fue allí donde, conocí verdaderamente el misterio arrollador que envuelve a la momia.
Antes que la palabra, fue el gesto, desde entonces, somos mimos, es nuestra forma, imitamos, gesticulamos, expresamos a través de acciones y miradas, pasiones en silencio de rasgos simuladores. Si buscáramos una palabra técnica para definir este concepto, no hay otra que el arte del mimo.
Pienso que lo que vendría a caracterizar el sentido de la pantomima desde la antigua Grecia hasta nuestros días, es su silencio y el gesto en lugar de palabra, porque en silencio podemos ridiculizar a los gobernantes, burlarnos abiertamente sin dejar pistas, sin proveer las pruebas de nuestra condena.
La maestra Olga Flora, una de las fundadoras de la pantomima en Cuba, me comentaba la forma en que el arte mudo despertó la desconfianza en las esferas encargadas de mantener en la mirilla a los creadores artísticos. Veían en la pantomima un arma silenciosa, porque la censura, como bien conocí, necesitaba de textos para borrar palabras y agregar las frases convenientes que se ajustaran al tema pero, ¿qué palabras pueden borrase en el silencio, qué frases pueden censurarse? Es imposible administrarle a un mimo los gestos necesarios para decir un sentimiento o perseguir una improvisación que cambia día tras día, función tras función.
Lo mejor es callar lo que ya está en silencio: cerrar espacios, quitar fondos, alejar a las agrupaciones y principalmente presentar una imagen decadente de la pantomima al público. Por esta causa, la mayoría de los creadores y fundadores de este arte se encuentran en estos momentos fuera del país, retirados o bien trabajando en territorios donde la pantomima goza de mayor confianza y desarrollo. Desde los tiempos de la antigua Grecia, ha estado la pantomima como arma de burla y sarcasmo contra el poder. Emperadores romanos gustosos de prohibirla por no ser conveniente, mercaderes que en sus viajes utilizaban a mimos ante las diferentes lenguas. Cuando en Francia ordenaban el cierre de los teatros populares por la competencia que le ofrecían a los teatros reales, estaba la pantomima, sobreviviendo con buena salud. Luego la Comedia del Arte, cuyo formato posibilitó que los mimos formaran un papel protagónico en sus obras ambulantes, cuando dichas compañías viajaba por diferentes territorios con lenguas diversas. No mencionaré a las piezas fundamentales porque estas palabras no intentan dar a conocer lo que ya se sabe, sino a señalar un error del destino que envuelve no solamente a nuestro país, sino también a otras orillas que desconocen este magnifico arte, porque la pantomima vive en todos nosotros, en el ballet, en la danza, la pantomima dio espíritu al cine mudo, a muchos de los bailes de Michael Jackson, utilizada también por raperos y aquellas personas que desconociendo, articulan sus brazos y suspenden su cuerpo fijamente en el aire, sí, desconociendo, porque la técnica solo tiene un nombre y es: pantomima.
Sirvan estas modestas palabras para exhortar a aquellos jóvenes a conocer e interesarse más por la esencia del arte del mimo, de su poder. Es la única forma de continuar el discurso de Marcel Marceau y aquellos que gusten expresarse con o sin palabras.