Pompilio Zigrino
21/09/2007, 11:22
MATERIALISMO HISTORICO
Respecto del materialismo histórico, la idea básica del marxismo, José Ferrater Mora escribió: “El mundo material y lo que hacen los hombres con él constituyen las bases para entender la historia de los hombres como historia de las sociedades. En efecto, los cambios en las condiciones materiales de la existencia son el fundamento de los cambios sociales e históricos. Las demás actividades humanas y productos de estas actividades humanas, como las constituciones de los Estados, las leyes, los productos culturales, etc., se hallan subordinados a los modos de producción” (Del “Diccionario de Filosofía” – Ed. Ariel SA).
Existiría una ley de la naturaleza por la cual la humanidad pasaría por etapas tales como el comunismo primitivo, el despotismo oriental, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Luego vendrían, en forma determinada inexorablemente por esta ley, el socialismo y el comunismo. De ahí que Marx indica que sólo podremos adelantar o atrasar los “dolores del parto”. Por ello escribe: “Aun cuando una sociedad haya encontrado el camino que por ley natural debe seguir su movimiento –y el objetivo final de esta obra es poner al descubierto la ley económica del movimiento de la sociedad moderna- no puede saltar ni suprimir por decreto las etapas naturales del desarrollo; pero puede acortar los dolores del parto” (Del prefacio de “El Capital”). Al respecto, Rubén Zorrilla escribe: “Estas palabras tienen inmensa importancia para dilucidar el problema de «la» revolución, no aquella que surge espontánea de la gente, sino la que es gestada por intelectuales, a la espera secreta de una situación histórica favorable” (De “Mercado y utopía”- Grupo Editor Latinoamericano SRL).
Toda teoría sociológica debería ser compatible con la evolución biológica, para encuadrarla en un marco científico. Incluso debería partir de la descripción del ser humano a nivel individual. Al menos debería ser compatible con la psicología social. Finalmente deberá ser parte del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural. Por el contrario, el materialismo histórico de Marx implica un determinismo que lleva a una sociedad sin clases sociales, que habría a ser, justamente, su propio modelo de sociedad; planificada a la luz de la “revelación histórica” que se le ha otorgado por algún designio misterioso. No establece una descripción del ser humano a nivel individual ni una descripción de la sociedad que se relacione con aquélla, sino una ley general de la naturaleza sólo conocida por Marx y sus seguidores. De ahí que la humanidad no habría de adaptarse al orden natural, sino al “orden artificial” por él diseñado.
Al culpar de todos los males de la sociedad a un determinado sector (la burguesía) crea las condiciones necesarias para la violencia, que aparecerá, tarde o temprano, una vez que se ha asumido tal afirmación como verdadera. Luego induce a la expropiación de los medios de producción y a la “dictadura del proletariado” con los desastrosos resultados que en todo el mundo se dieron. Rubén Zorrilla escribe: “Precisamente porque el capitalismo desarrolla en un lapso muy reducido de tiempo fuerzas productivas de altísima productividad, reduce la pobreza rápidamente, la misma que, en los inicios, se sirve de ella. En cambio, donde el capitalismo fue extirpado, o donde se impidió su éxito o penetración, la pobreza persistió o se prolongó trágicamente: ahí están para certificarlo las hambrunas de la Unión Soviética –a pesar de contar con millones de trabajadores esclavos-, o las de Etiopía, China continental (20 millones de muertos en el que debía ser el «gran salto hacia delante» de Mao), o Corea del Norte, entre otras catástrofes sociales y culturales similares”
Marx escribe: “Tan pronto como los instrumentos de producción hayan dejado de transformarse en capital (en la cual se envuelve la supresión de la propiedad privada) no tendrá ya sentido el crédito como tal, lo cual han visto los mismos sansimonianos” (“El Capital” Tomo III pág. 1435). Al respecto Rubén Zorrilla escribe: “Aquí aparece una de las innumerables insinuaciones de la utopía marxista. Naturalmente, si las unidades productivas independientes y en competencia desaparecen, junto con la propiedad privada, desparece el mercado de dinero, desaparece el préstamo y el crédito no tiene sentido. Pero esto significaría una catástrofe descomunal para la especie humana, en términos de calidad de vida, de individuación, de creación y de iniciativa y libertad personales, además de la desaparición física de millones de personas, debido a la abrupta caída de la producción. Significaría una degradación evolutiva fenomenal”.
Sin embargo, en otra parte Marx escribe algo opuesto a lo anterior: “Sin el sistema de fábrica, que se deriva del orden de producción capitalista, no podría desarrollarse la fábrica cooperativa ni mucho menos sin el sistema de crédito que se funda en ese mismo orden de producción” (“El Capital” Tomo III pág. 1308). Al respecto, Rubén Zorrilla escribe: “Pero en esta cita va más allá: sin la fábrica capitalista –afirma- no podría desarrollarse en el futuro (socialista) la fábrica cooperativa «y mucho menos sin el sistema de crédito» que surge de ese modo de producción capitalista. En otras palabras, Marx reconoce otra vez –y no obstante su obsesivo vilipendio- la necesidad (lógica desde el punto de vista de su teoría, e histórico-empírica, desde el punto de vista del proceso social) del odiado capitalismo ¿Porqué entonces –por enésima vez- destruirlo antes de que se desarrolle? Es que el fervor y la rabia pueden más que la sensatez”.
Resulta sorprendente que algunos pretendan ubicar al marxismo en un marco científico, por cuanto la ciencia describe leyes naturales accesibles a la observación directa de cualquier ser humano de tal manera que cualquiera puede afirmar que tal o cual enunciado es verdadero o falso o, al menos, compatible con la realidad. Marx, por el contrario, parte de una especie de revelación personal y diseña una sociedad acorde con esa creencia.
Aldous Huxley escribió: “No se permite ninguna clase de oposición en Rusia. Pero allí donde la oposición se tache de ilegal, automáticamente se hace subrepticia y se transforma en conspiración. De aquí los procesos por traición y las condenas de 1936 y 1937. Se imponen, a la fuerza y en la forma más inhumana, y contra los deseos de aquellos a quienes afectan, transformaciones en gran escala de la estructura social. Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene sofocado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios” – Editorial Hermes)
Esta actitud resulta alarmante, ya que, en el mismo escrito en el que denuncia la muerte de millones de personas, escribe acerca de “buenas intenciones”, como si esas muertes fuesen un detalle sin importancia en vista a los “nobles ideales del marxismo”. De ahí que tampoco faltará quien piense que Hitler también era movido por “buenas intenciones”, y sólo se equivocó en los medios, ya que dijo: “Cuando combato al judío, combato en favor de la obra del Señor”. Cuando millones de víctimas son sólo “un detalle secundario” tiene poco sentido el intercambio de ideas. El marxismo no fue mal aplicado, ya que el odio y la violencia predicados por esa ideología no pueden conducir a otra cosa. La total concentración de poder en el Estado socialista siempre llevará a situaciones peligrosas, ya que toda la sociedad dependerá de las decisiones de una sola persona, o de un grupo reducido, sin la posibilidad de establecer cambios por medio de elecciones.
Respecto del materialismo histórico, la idea básica del marxismo, José Ferrater Mora escribió: “El mundo material y lo que hacen los hombres con él constituyen las bases para entender la historia de los hombres como historia de las sociedades. En efecto, los cambios en las condiciones materiales de la existencia son el fundamento de los cambios sociales e históricos. Las demás actividades humanas y productos de estas actividades humanas, como las constituciones de los Estados, las leyes, los productos culturales, etc., se hallan subordinados a los modos de producción” (Del “Diccionario de Filosofía” – Ed. Ariel SA).
Existiría una ley de la naturaleza por la cual la humanidad pasaría por etapas tales como el comunismo primitivo, el despotismo oriental, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Luego vendrían, en forma determinada inexorablemente por esta ley, el socialismo y el comunismo. De ahí que Marx indica que sólo podremos adelantar o atrasar los “dolores del parto”. Por ello escribe: “Aun cuando una sociedad haya encontrado el camino que por ley natural debe seguir su movimiento –y el objetivo final de esta obra es poner al descubierto la ley económica del movimiento de la sociedad moderna- no puede saltar ni suprimir por decreto las etapas naturales del desarrollo; pero puede acortar los dolores del parto” (Del prefacio de “El Capital”). Al respecto, Rubén Zorrilla escribe: “Estas palabras tienen inmensa importancia para dilucidar el problema de «la» revolución, no aquella que surge espontánea de la gente, sino la que es gestada por intelectuales, a la espera secreta de una situación histórica favorable” (De “Mercado y utopía”- Grupo Editor Latinoamericano SRL).
Toda teoría sociológica debería ser compatible con la evolución biológica, para encuadrarla en un marco científico. Incluso debería partir de la descripción del ser humano a nivel individual. Al menos debería ser compatible con la psicología social. Finalmente deberá ser parte del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural. Por el contrario, el materialismo histórico de Marx implica un determinismo que lleva a una sociedad sin clases sociales, que habría a ser, justamente, su propio modelo de sociedad; planificada a la luz de la “revelación histórica” que se le ha otorgado por algún designio misterioso. No establece una descripción del ser humano a nivel individual ni una descripción de la sociedad que se relacione con aquélla, sino una ley general de la naturaleza sólo conocida por Marx y sus seguidores. De ahí que la humanidad no habría de adaptarse al orden natural, sino al “orden artificial” por él diseñado.
Al culpar de todos los males de la sociedad a un determinado sector (la burguesía) crea las condiciones necesarias para la violencia, que aparecerá, tarde o temprano, una vez que se ha asumido tal afirmación como verdadera. Luego induce a la expropiación de los medios de producción y a la “dictadura del proletariado” con los desastrosos resultados que en todo el mundo se dieron. Rubén Zorrilla escribe: “Precisamente porque el capitalismo desarrolla en un lapso muy reducido de tiempo fuerzas productivas de altísima productividad, reduce la pobreza rápidamente, la misma que, en los inicios, se sirve de ella. En cambio, donde el capitalismo fue extirpado, o donde se impidió su éxito o penetración, la pobreza persistió o se prolongó trágicamente: ahí están para certificarlo las hambrunas de la Unión Soviética –a pesar de contar con millones de trabajadores esclavos-, o las de Etiopía, China continental (20 millones de muertos en el que debía ser el «gran salto hacia delante» de Mao), o Corea del Norte, entre otras catástrofes sociales y culturales similares”
Marx escribe: “Tan pronto como los instrumentos de producción hayan dejado de transformarse en capital (en la cual se envuelve la supresión de la propiedad privada) no tendrá ya sentido el crédito como tal, lo cual han visto los mismos sansimonianos” (“El Capital” Tomo III pág. 1435). Al respecto Rubén Zorrilla escribe: “Aquí aparece una de las innumerables insinuaciones de la utopía marxista. Naturalmente, si las unidades productivas independientes y en competencia desaparecen, junto con la propiedad privada, desparece el mercado de dinero, desaparece el préstamo y el crédito no tiene sentido. Pero esto significaría una catástrofe descomunal para la especie humana, en términos de calidad de vida, de individuación, de creación y de iniciativa y libertad personales, además de la desaparición física de millones de personas, debido a la abrupta caída de la producción. Significaría una degradación evolutiva fenomenal”.
Sin embargo, en otra parte Marx escribe algo opuesto a lo anterior: “Sin el sistema de fábrica, que se deriva del orden de producción capitalista, no podría desarrollarse la fábrica cooperativa ni mucho menos sin el sistema de crédito que se funda en ese mismo orden de producción” (“El Capital” Tomo III pág. 1308). Al respecto, Rubén Zorrilla escribe: “Pero en esta cita va más allá: sin la fábrica capitalista –afirma- no podría desarrollarse en el futuro (socialista) la fábrica cooperativa «y mucho menos sin el sistema de crédito» que surge de ese modo de producción capitalista. En otras palabras, Marx reconoce otra vez –y no obstante su obsesivo vilipendio- la necesidad (lógica desde el punto de vista de su teoría, e histórico-empírica, desde el punto de vista del proceso social) del odiado capitalismo ¿Porqué entonces –por enésima vez- destruirlo antes de que se desarrolle? Es que el fervor y la rabia pueden más que la sensatez”.
Resulta sorprendente que algunos pretendan ubicar al marxismo en un marco científico, por cuanto la ciencia describe leyes naturales accesibles a la observación directa de cualquier ser humano de tal manera que cualquiera puede afirmar que tal o cual enunciado es verdadero o falso o, al menos, compatible con la realidad. Marx, por el contrario, parte de una especie de revelación personal y diseña una sociedad acorde con esa creencia.
Aldous Huxley escribió: “No se permite ninguna clase de oposición en Rusia. Pero allí donde la oposición se tache de ilegal, automáticamente se hace subrepticia y se transforma en conspiración. De aquí los procesos por traición y las condenas de 1936 y 1937. Se imponen, a la fuerza y en la forma más inhumana, y contra los deseos de aquellos a quienes afectan, transformaciones en gran escala de la estructura social. Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene sofocado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios” – Editorial Hermes)
Esta actitud resulta alarmante, ya que, en el mismo escrito en el que denuncia la muerte de millones de personas, escribe acerca de “buenas intenciones”, como si esas muertes fuesen un detalle sin importancia en vista a los “nobles ideales del marxismo”. De ahí que tampoco faltará quien piense que Hitler también era movido por “buenas intenciones”, y sólo se equivocó en los medios, ya que dijo: “Cuando combato al judío, combato en favor de la obra del Señor”. Cuando millones de víctimas son sólo “un detalle secundario” tiene poco sentido el intercambio de ideas. El marxismo no fue mal aplicado, ya que el odio y la violencia predicados por esa ideología no pueden conducir a otra cosa. La total concentración de poder en el Estado socialista siempre llevará a situaciones peligrosas, ya que toda la sociedad dependerá de las decisiones de una sola persona, o de un grupo reducido, sin la posibilidad de establecer cambios por medio de elecciones.