Pompilio Zigrino
13/09/2007, 09:30
LUCHA DE CLASES
Es posible describir las distintas sociedades a partir de los agrupamientos, o clases, que se forman a partir de diferencias étnicas, económicas, culturales, etc. Estas clases pueden competir entre ellas debido a la frecuente tendencia del hombre a hacer prevalecer la competencia a la cooperación. De todas formas, la sociología ha de describir estos conflictos, tratando de suavizarlos, pero nunca deberá estimularlos, algo que hace, precisamente, Karl Marx. En el “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito por K. Marx y F. Engels, aparece lo siguiente:
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes”.
“Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clases. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”.
Es posible encontrar cierto paralelismo entre las ideologías de Hitler y de Marx. Para Hitler existen, en Alemania, arios y judíos, y culpa a los segundos por todos los males de su país, y promueve la lucha para que un sector elimine al otro; al que produce los males. Para Marx existen también dos grupos definidos, proletarios y burgueses, y supone que este último es el que produce todos los males, y por ello promueve su eliminación. Por ello escribe:
“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo por ganar” (De “El Manifiesto del Partido Comunista” – Editorial Anteo)
Mientras que los seguidores de Hitler producen el masivo asesinato de unos 6 millones de judíos, los seguidores de Marx, sólo en la ex-URSS, provocan unas 20 millones de víctimas, según afirman varios intelectuales y científicos como A. Solyenitsin y A. Sajarov. En la China de Mao se estableció una cifra de víctimas mucho mayor aún.
La empresa actual contempla el beneficio equitativo entre empresarios, accionistas, clientes y empleados. Hay veces en que se priorizan las ventajas para los empresarios y accionistas, otras veces se priorizan los clientes y algunas veces los empleados. Es evidente que la empresa no puede descuidar ninguno de estos grupos para que pueda mantenerse en el tiempo y en el mercado. Podemos citar los objetivos de una empresa tradicional como lo es Johnson & Johnson, fundada en 1886: “Tenemos una jerarquía de responsabilidades: primero los clientes, segundo los empleados, tercero la sociedad en general y cuarto los accionistas”.
Según la visión de Marx, necesariamente el empleador es un “explotador” por cuanto le paga al empleado sólo una parte de los beneficios que otorga a la empresa (plusvalía), quedándose con lo que no le corresponde. En este caso no se tiene en cuenta el valor de la información, del conocimiento, de los riesgos y demás factores necesarios para la creación de una empresa. Si un nuevo empleado significará para la empresa una pérdida de dinero o una muy leve ganancia, es posible que ni siquiera lo contrate, porque no le conviene hacerlo. Sin embargo, en cuanto el empleado muestra su efectividad, al propio empleador le convendrá mantenerlo en la empresa y favorecerlo lo más posible.
La aceptación del marxismo se debe, entre otros aspectos, a la hipocresía dominante en gran parte de la sociedad. Todos tienen intención de repartir los bienes de otros, pero nunca los propios. Con ello tratan de justificar un “adecuado comportamiento ético”. Para acentuar esa justificación adoptan una actitud en contra de los empresarios, que son considerados “culpables hasta que demuestren lo contrario”. Incluso el fundamento de muchos políticos radica en el hecho de considerarse “defensores de los pobres” en contra de los “perversos empresarios”. La demagogia no es más que un aspecto de esta ideología central. Martín Krause escribió: “Un médico, un profesor, un artista, un científico merecen respeto por la actividad que desarrollan, aunque sean remunerados por ella e incluso lleguen a ser ricos; pero no sucede lo mismo con el empresario, a quien se le reconocen su iniciativa y su eficiencia pero no la acción misma: proveer de bienes y servicios a quienes los adquieren.” (De “Por el ojo de una aguja”- Editorial Aguilar). Pareciera que toda actividad laboral busca, como retribución espiritual, favorecer al prójimo, menos la acción de producir bienes y servicios de distinta índole, en la cual no puede existir ninguna satisfacción que no sea material.
La lucha de clases, que en el siglo XIX se atribuía a burgueses y proletarios, por ser un concepto poco actualizado y carente de realidad, se asocia en la actualidad a una lucha entre países ricos, o desarrollados, y países pobres, o subdesarrollados, en donde a los primeros se los culpa por los todos los males de los segundos. Cuando se habla de “imperialismo” pensamos en el poder material de un país poderoso respecto de uno débil, pero imperialismo también implica un dominio mental. Así, se atribuye a Gandhi haber dicho, respecto de los ingleses: “Podrán tener nuestros cadáveres, pero jamás nuestra obediencia”. Por el contrario, el marxista no sólo trata de inculcar a la sociedad que el proletario nunca podrá dejar de serlo, que es incapaz de convertirse en empresario en una economía de mercado, sino que también debe odiar a los países capitalistas porque ellos son los culpables de todos sus males. Jorge Luis Borges dijo: “Odiando uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”. De ahí que, cuando alguien trata de que un individuo no se convierta en esclavo de otros hombres a través del odio, no lo hace tratando de favorecer al “imperialismo yankee” o algo por el estilo, como muchas veces se cree.
Hemos visto que Marx parte de una cuestionable teoría del valor de los bienes y servicios, que sólo tiene sentido en la sociedad por él diseñada, tal la del valor asociado al trabajo social requerido para su realización. Podemos decir que en realidad trata de adaptar a toda la sociedad a una cuestionable, y hasta absurda, medida del valor económico. La crítica a la plusvalía, imperante en las economías de mercado, no tiene en cuenta el valor de la información, la creatividad, la capacidad individual, los riesgos, las preocupaciones del que ha formado una empresa, ya que supone que el empresario debe “dar según su capacidad pero recibir según su necesidad.”. Por estas razones, los aportes de Marx a la economía son mínimos, por no decir completamente erróneos.
Con la descripción de la sociedad como una simple “lucha de clases” muestra que sus aportes a la sociología son mínimos, por no decir completamente erróneos. Incluso promueve deliberadamente la lucha de clases, algo que se ha visto claramente a lo largo de más de un siglo y en varias partes del mundo. Marx escribe:
“¡Y es la abolición de semejante estado de cosas lo que la burguesía considera como la abolición de la personalidad y la libertad ! Y con razón. Pues se trata efectivamente de abolir la personalidad burguesa, la independencia burguesa y la libertad burguesa”.
Al aceptar el relativismo moral, el marxismo rechaza la validez de la ética y de las religiones, a las que sólo considera como medios para el dominio de una clase sobre la otra. Marx escribe:
“En cuanto a las acusaciones lanzadas contra el comunismo, partiendo del punto de vista de la religión, de la filosofía y de la ideología en general, no merecen un examen detallado. ¿Acaso se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda modificación sobrevenida en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia social, cambian también las ideas, las nociones y las concepciones, en una palabra, la conciencia del hombre?”
En la abolición de la propiedad privada se encuentra el camino inmediato a la gran concentración de poder a través del Estado. El Estado pasa a ser una gran empresa que, por lo general, acentúa los errores atribuidos al capitalismo privado. Marx escribió:
“En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula: abolición de la propiedad privada”.
Lo que resulta asombroso, y alarmante, es que un ideólogo, que fue el autor intelectual de masivos asesinatos en todo el mundo, siga siendo considerado como uno de los “fundadores de la sociología”. Si la sociología es una ciencia social general que debe abarcar, entre otras, a la economía, a la política, a la psicología social, derecho, ética, religión, etc., resulta evidente que la sociología no podrá considerarse una ciencia seria mientras personajes como Marx sean incluidos entre sus máximos hacedores.
Es posible describir las distintas sociedades a partir de los agrupamientos, o clases, que se forman a partir de diferencias étnicas, económicas, culturales, etc. Estas clases pueden competir entre ellas debido a la frecuente tendencia del hombre a hacer prevalecer la competencia a la cooperación. De todas formas, la sociología ha de describir estos conflictos, tratando de suavizarlos, pero nunca deberá estimularlos, algo que hace, precisamente, Karl Marx. En el “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito por K. Marx y F. Engels, aparece lo siguiente:
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes”.
“Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clases. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”.
Es posible encontrar cierto paralelismo entre las ideologías de Hitler y de Marx. Para Hitler existen, en Alemania, arios y judíos, y culpa a los segundos por todos los males de su país, y promueve la lucha para que un sector elimine al otro; al que produce los males. Para Marx existen también dos grupos definidos, proletarios y burgueses, y supone que este último es el que produce todos los males, y por ello promueve su eliminación. Por ello escribe:
“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo por ganar” (De “El Manifiesto del Partido Comunista” – Editorial Anteo)
Mientras que los seguidores de Hitler producen el masivo asesinato de unos 6 millones de judíos, los seguidores de Marx, sólo en la ex-URSS, provocan unas 20 millones de víctimas, según afirman varios intelectuales y científicos como A. Solyenitsin y A. Sajarov. En la China de Mao se estableció una cifra de víctimas mucho mayor aún.
La empresa actual contempla el beneficio equitativo entre empresarios, accionistas, clientes y empleados. Hay veces en que se priorizan las ventajas para los empresarios y accionistas, otras veces se priorizan los clientes y algunas veces los empleados. Es evidente que la empresa no puede descuidar ninguno de estos grupos para que pueda mantenerse en el tiempo y en el mercado. Podemos citar los objetivos de una empresa tradicional como lo es Johnson & Johnson, fundada en 1886: “Tenemos una jerarquía de responsabilidades: primero los clientes, segundo los empleados, tercero la sociedad en general y cuarto los accionistas”.
Según la visión de Marx, necesariamente el empleador es un “explotador” por cuanto le paga al empleado sólo una parte de los beneficios que otorga a la empresa (plusvalía), quedándose con lo que no le corresponde. En este caso no se tiene en cuenta el valor de la información, del conocimiento, de los riesgos y demás factores necesarios para la creación de una empresa. Si un nuevo empleado significará para la empresa una pérdida de dinero o una muy leve ganancia, es posible que ni siquiera lo contrate, porque no le conviene hacerlo. Sin embargo, en cuanto el empleado muestra su efectividad, al propio empleador le convendrá mantenerlo en la empresa y favorecerlo lo más posible.
La aceptación del marxismo se debe, entre otros aspectos, a la hipocresía dominante en gran parte de la sociedad. Todos tienen intención de repartir los bienes de otros, pero nunca los propios. Con ello tratan de justificar un “adecuado comportamiento ético”. Para acentuar esa justificación adoptan una actitud en contra de los empresarios, que son considerados “culpables hasta que demuestren lo contrario”. Incluso el fundamento de muchos políticos radica en el hecho de considerarse “defensores de los pobres” en contra de los “perversos empresarios”. La demagogia no es más que un aspecto de esta ideología central. Martín Krause escribió: “Un médico, un profesor, un artista, un científico merecen respeto por la actividad que desarrollan, aunque sean remunerados por ella e incluso lleguen a ser ricos; pero no sucede lo mismo con el empresario, a quien se le reconocen su iniciativa y su eficiencia pero no la acción misma: proveer de bienes y servicios a quienes los adquieren.” (De “Por el ojo de una aguja”- Editorial Aguilar). Pareciera que toda actividad laboral busca, como retribución espiritual, favorecer al prójimo, menos la acción de producir bienes y servicios de distinta índole, en la cual no puede existir ninguna satisfacción que no sea material.
La lucha de clases, que en el siglo XIX se atribuía a burgueses y proletarios, por ser un concepto poco actualizado y carente de realidad, se asocia en la actualidad a una lucha entre países ricos, o desarrollados, y países pobres, o subdesarrollados, en donde a los primeros se los culpa por los todos los males de los segundos. Cuando se habla de “imperialismo” pensamos en el poder material de un país poderoso respecto de uno débil, pero imperialismo también implica un dominio mental. Así, se atribuye a Gandhi haber dicho, respecto de los ingleses: “Podrán tener nuestros cadáveres, pero jamás nuestra obediencia”. Por el contrario, el marxista no sólo trata de inculcar a la sociedad que el proletario nunca podrá dejar de serlo, que es incapaz de convertirse en empresario en una economía de mercado, sino que también debe odiar a los países capitalistas porque ellos son los culpables de todos sus males. Jorge Luis Borges dijo: “Odiando uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”. De ahí que, cuando alguien trata de que un individuo no se convierta en esclavo de otros hombres a través del odio, no lo hace tratando de favorecer al “imperialismo yankee” o algo por el estilo, como muchas veces se cree.
Hemos visto que Marx parte de una cuestionable teoría del valor de los bienes y servicios, que sólo tiene sentido en la sociedad por él diseñada, tal la del valor asociado al trabajo social requerido para su realización. Podemos decir que en realidad trata de adaptar a toda la sociedad a una cuestionable, y hasta absurda, medida del valor económico. La crítica a la plusvalía, imperante en las economías de mercado, no tiene en cuenta el valor de la información, la creatividad, la capacidad individual, los riesgos, las preocupaciones del que ha formado una empresa, ya que supone que el empresario debe “dar según su capacidad pero recibir según su necesidad.”. Por estas razones, los aportes de Marx a la economía son mínimos, por no decir completamente erróneos.
Con la descripción de la sociedad como una simple “lucha de clases” muestra que sus aportes a la sociología son mínimos, por no decir completamente erróneos. Incluso promueve deliberadamente la lucha de clases, algo que se ha visto claramente a lo largo de más de un siglo y en varias partes del mundo. Marx escribe:
“¡Y es la abolición de semejante estado de cosas lo que la burguesía considera como la abolición de la personalidad y la libertad ! Y con razón. Pues se trata efectivamente de abolir la personalidad burguesa, la independencia burguesa y la libertad burguesa”.
Al aceptar el relativismo moral, el marxismo rechaza la validez de la ética y de las religiones, a las que sólo considera como medios para el dominio de una clase sobre la otra. Marx escribe:
“En cuanto a las acusaciones lanzadas contra el comunismo, partiendo del punto de vista de la religión, de la filosofía y de la ideología en general, no merecen un examen detallado. ¿Acaso se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda modificación sobrevenida en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia social, cambian también las ideas, las nociones y las concepciones, en una palabra, la conciencia del hombre?”
En la abolición de la propiedad privada se encuentra el camino inmediato a la gran concentración de poder a través del Estado. El Estado pasa a ser una gran empresa que, por lo general, acentúa los errores atribuidos al capitalismo privado. Marx escribió:
“En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula: abolición de la propiedad privada”.
Lo que resulta asombroso, y alarmante, es que un ideólogo, que fue el autor intelectual de masivos asesinatos en todo el mundo, siga siendo considerado como uno de los “fundadores de la sociología”. Si la sociología es una ciencia social general que debe abarcar, entre otras, a la economía, a la política, a la psicología social, derecho, ética, religión, etc., resulta evidente que la sociología no podrá considerarse una ciencia seria mientras personajes como Marx sean incluidos entre sus máximos hacedores.