KÖHLER
17/07/2007, 14:49
No está en nuestras manos impedir que un ser querido fallezca, que nos llegue una grave enfermedad, que se destroce una relación de muchos años o que un matrimonio de nuestra familia se rompa. Realmente, no elegimos nosotros la mayoría de los hechos que nos ocurren en nuestra vida; pero sí podemos elegir libremente la actitud que vamos a tomar ante ellos.
Muchos problemas humanos, tienen tal fuerza para quienes los padecen que consumen todas sus energías vitales en ellos. Hasta tal punto, que hay personas que viven atrapados en dichos conflictos durante muchísimos años e incluso toda su vida.
Lo primero y fundamental que podemos y debemos hacer, cuando nos llega un hecho desgraciado, es controlar nuestro “diálogo interno negativo”; es decir: lo que pensamos y nos decimos a nosotros mismos de forma constante y totalmente autodestructiva sobre lo ocurrido, sin dejar la menor posibilidad a la esperanza: lamentaciones inútiles, quejas constantes, renegar de la propia existencia, culpabilizar totalmente a los que consideramos responsables del hecho, cerrarse a cualquier forma de reconciliación… Y es ahí, en esa lucha mental, donde quemamos la mayor parte de nuestras energías.
Nuestra vida es, fundamentalmente, obra de nuestros pensamientos. El pensamiento es una poderosísima fuerza que actúa sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la realidad. La mente, el pensamiento, es causa principal de nuestra felicidad y de nuestra desgracia. Lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y de la vida, es los que determina en gran medida lo que va a suceder. Pensar mal es sembrar el mal y pensar bien es sembrar el bien. Cada pensamiento de esperanza, de optimismo, de bondad y de perdón es un puñado de trigo que sembramos en tierra buena y, por tanto, con el tiempo, dará su fruto.
Como hemos dicho, los pensamientos condicionan la realidad: si creemos firmemente que estamos enfermos, terminamos por estarlo; y no sólo de forma imaginaria, sino realmente. Podemos contar por millones las personas cuyas ideas les llevan a padecer angustias, depresiones, miedos (a volar, a bañarse, a entrar en lugares cerrados…); incluso verdaderas enfermedades físicas, cuya causa principal son las ideas negativas que pueblan su existencia.
Solamente seremos dueños de verdad de nuestras existencias, si conseguimos el control de nuestros pensamientos, y aprendemos a encauzar su enorme poder en beneficio propio y de los demás; adquiriendo la costumbre de una actitud mental positiva, optimista, esperanzadora y de reconciliación. Y, eso, sea cual sea la situación en la que nos encontremos.
Los pensamientos influyen directamente en los sentimientos, y los sentimientos nos llevan a actuar conforme sean los dos; es decir: de forma positiva o negativa.
Por lo tanto, si queremos que nuestra vida funcione bien a todos los niveles, tenemos que cuidar nuestros pensamientos. La mente sólo se puede centrar en un pensamiento, si es negativo, convirtámoslo en positivo inmediatamente.
La serenidad, el autocontrol, la coherencia, la sinceridad, el vivir sin caretas, la actitud mental positiva, el perdón…, son fruto de un trabajo que debemos ir realizando día a día.
Quien no se acepta y se quiere a sí mismo, mal podrá hacerlo con los demás, porque le faltará la experiencia vital de que eso es bueno y posible para todos. Por un falso sentido de la humildad, llegamos a ser los peores enemigos de nosotros mismos. Estar a gusto con uno mismo, es el punto de partida para poder mejorar y sentirnos bien con los demás.
El ser humano desea ser feliz, sin embargo se amarga la existencia constantemente con pensamientos y sentimientos negativos, que destrozan su existencia.
Nuestros pensamientos negativos, son aves negras, “aves de mal agüero” que se introducen dentro de nosotros y anidan ahí hasta destrozarnos. Más aún: cuando nuestra vida está condicionada por esa negatividad, no solamente nos afecta a nosotros; se transmite a los demás y al entorno.
:-P
Muchos problemas humanos, tienen tal fuerza para quienes los padecen que consumen todas sus energías vitales en ellos. Hasta tal punto, que hay personas que viven atrapados en dichos conflictos durante muchísimos años e incluso toda su vida.
Lo primero y fundamental que podemos y debemos hacer, cuando nos llega un hecho desgraciado, es controlar nuestro “diálogo interno negativo”; es decir: lo que pensamos y nos decimos a nosotros mismos de forma constante y totalmente autodestructiva sobre lo ocurrido, sin dejar la menor posibilidad a la esperanza: lamentaciones inútiles, quejas constantes, renegar de la propia existencia, culpabilizar totalmente a los que consideramos responsables del hecho, cerrarse a cualquier forma de reconciliación… Y es ahí, en esa lucha mental, donde quemamos la mayor parte de nuestras energías.
Nuestra vida es, fundamentalmente, obra de nuestros pensamientos. El pensamiento es una poderosísima fuerza que actúa sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la realidad. La mente, el pensamiento, es causa principal de nuestra felicidad y de nuestra desgracia. Lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y de la vida, es los que determina en gran medida lo que va a suceder. Pensar mal es sembrar el mal y pensar bien es sembrar el bien. Cada pensamiento de esperanza, de optimismo, de bondad y de perdón es un puñado de trigo que sembramos en tierra buena y, por tanto, con el tiempo, dará su fruto.
Como hemos dicho, los pensamientos condicionan la realidad: si creemos firmemente que estamos enfermos, terminamos por estarlo; y no sólo de forma imaginaria, sino realmente. Podemos contar por millones las personas cuyas ideas les llevan a padecer angustias, depresiones, miedos (a volar, a bañarse, a entrar en lugares cerrados…); incluso verdaderas enfermedades físicas, cuya causa principal son las ideas negativas que pueblan su existencia.
Solamente seremos dueños de verdad de nuestras existencias, si conseguimos el control de nuestros pensamientos, y aprendemos a encauzar su enorme poder en beneficio propio y de los demás; adquiriendo la costumbre de una actitud mental positiva, optimista, esperanzadora y de reconciliación. Y, eso, sea cual sea la situación en la que nos encontremos.
Los pensamientos influyen directamente en los sentimientos, y los sentimientos nos llevan a actuar conforme sean los dos; es decir: de forma positiva o negativa.
Por lo tanto, si queremos que nuestra vida funcione bien a todos los niveles, tenemos que cuidar nuestros pensamientos. La mente sólo se puede centrar en un pensamiento, si es negativo, convirtámoslo en positivo inmediatamente.
La serenidad, el autocontrol, la coherencia, la sinceridad, el vivir sin caretas, la actitud mental positiva, el perdón…, son fruto de un trabajo que debemos ir realizando día a día.
Quien no se acepta y se quiere a sí mismo, mal podrá hacerlo con los demás, porque le faltará la experiencia vital de que eso es bueno y posible para todos. Por un falso sentido de la humildad, llegamos a ser los peores enemigos de nosotros mismos. Estar a gusto con uno mismo, es el punto de partida para poder mejorar y sentirnos bien con los demás.
El ser humano desea ser feliz, sin embargo se amarga la existencia constantemente con pensamientos y sentimientos negativos, que destrozan su existencia.
Nuestros pensamientos negativos, son aves negras, “aves de mal agüero” que se introducen dentro de nosotros y anidan ahí hasta destrozarnos. Más aún: cuando nuestra vida está condicionada por esa negatividad, no solamente nos afecta a nosotros; se transmite a los demás y al entorno.
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